Libri. Obra de Tullio Pericoli

Libri. Obra de Tullio Pericoli.

«Hay otras vidas, pero están en ti», dicen que dijo el poeta Paul Éluard. En mí está, entre otras vidas, la de Lea Pérez, una escritora desesperada, que pasa por Zenda, con otros convivientes, los miércoles.

En las librerías hay demasiados libros. La mayoría sobran, no pintan nada ahí, ocupan un sitio que merecen otros libros, libros mejores, libros injustamente tratados por los lectores, por el sector editorial y por los libreros. Sí, los libreros también tienen la culpa, aunque ellos digan que están sujetos a las leyes de la oferta y la demanda, aunque sean el eslabón más frágil de la industria libresca.

Pero la culpa, la gran culpa de ese exceso de libros inútiles y peñazos es de las editoriales. Hay que decirlo, sí, las editoriales apuestan y juegan con cartas marcadas, y producen libros trampa, libros que no tendrían que haber sido publicados, libros que ni forman ni entretienen, que como mucho adornan.

Sobran libros en las librerías y en las bibliotecas y en cualquier casa. Sobran libros incluso en formato digital. Esos libros también estorban y quitan el espacio que deberían ocupar los libros bellos, los libros malditos, los libros que perduran, los libros que nos cautivan y nos estimulan y nos estremecen y nos muestran este mundo terrible y maravilloso, los libros que nos desnudan, que nos hacen reír y llorar.

"Cada vez que entro en una librería salgo deprimida y enojada conmigo misma. ¡No encuentro mis libros!"

Sé de lo que hablo, creedme. Cada vez que entro en una librería salgo deprimida y enojada conmigo misma. ¡No encuentro mis libros! Yo no soy nadie, vale, pero traduzco clásicos contemporáneos magníficos y necesarios, y hace unos años publiqué un poemario que recibió unas críticas extraordinarias, y el ensayo que saqué el año pasado ya no existe, ya no está, no es que se haya agotado, ojalá, es que se ha evaporado de las librerías.

Entré a dos librerías, para mortificarme, eso lo veo ahora. Primero busqué infructuosamente mis libros y luego, para seguir sufriendo, pregunté a los libreros.

—¿Lea Pérez? ¿No será Lea Vélez? Esa sí que me suena —me dijo el primero.

Me armé de paciencia.

—Pérez, es Pérez, no Vélez. Lea Pérez, poeta y ensayista, además de traductora.

El tipo, un hombrecillo con chaleco, dejó un tocho que tenía entre las manos, la nueva edición de Guerra y Paz, y fue hacia el mostrador.

—Lea Pérez… No me suena de nada. ¿Se autoedita? De todas formas, vamos a mirar en la base de datos. Si encontramos algo, en tres o cuatro días como tarde podría…

Algo. «Si encontramos algo». Toda una vida leyendo, toda una vida formándome, toda una vida escribiendo, para soportar ese desprecio.

—Déjelo —dije al librero.

Me fui, más triste que furiosa, la verdad.

En la siguiente librería fue peor.

—¿Lea? ¡Qué nombre más oportuno! —me soltó la dependienta, no creo que fuera la dueña, una chica con el pelo teñido de violeta.

—Lea Pérez, autora de Temblores y El sexo de los arcángeles, además de traducciones de los…

—¿Pero qué libro buscas? —me cortó, la muy impertinente.

—¡El que sea! —exclamé—. Los dos me encantan, es para regalar.

La chavala ni siquiera se dignó a buscar mis obras.

—Pues si quieres regalar hoy un libro, casi mejor busca otro. De Lea Pérez no tengo nada de nada. ¿Buscas una novela, un libro de poemas? Aquí hay donde elegir —dijo extendiendo los brazos, feliz de la vida, rodeada de libros y más libros que un lector con dos dedos de frente jamás leería y mucho menos regalaría.

Lo que me ha pasado es solo una anécdota, y la revelo sin pudor para que se sepa en qué situación estamos. El juicio que merecerá mi obra no va a depender del criterio de un librero. Ni de dos. Y no me gusta hablar de mí, no; sé de más casos, hay escritores prestigiosos, escritores marginados y malditos, que lamentan, como yo, el olvido y el desprecio que padecen sus obras, pero no puedo hablar por ellos. Hoy hablo sólo de mí, de mis pobres libros.

Sobran libros, muchos libros. Y otros, ay, no están.

Sobran libros, pero no sobra ningún escritor. Sobre eso escribiré otro día, quizá.

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Entregas anteriores de Lea Pérez:

· Una mujer desesperada

· Tangana (Historia abreviada de un amor portátil)

· Convencer es estéril (para hombres)

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