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Densidad bailonga

En esta inusual novela, una voz densa, amenazante, irónicamente inflada, cargada de alusiones filosóficas ―una voz que oscila entre la exaltación y el abatimiento, entre la tiranía y la compasión― se dirige a un interlocutor ausente para contarle una jornada de venganza quijotesca.

En este making of Carlos Castaño Senra desvela las claves de Cuatro escayolas (Sloper).

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En octubre del año 2015 recibí un correo electrónico de mi amigo el biólogo marino Alberto Serrano ―uno de los mejores lectores que conozco―, en el que me adjuntaba, escaneado, un relato mío del que apenas tenía recuerdo. En 1998 le había enviado por correo postal, y sin hacer ninguna copia, un texto de tres folios escrito ―en una época en la que ya todo el mundo usaba ordenador― con una vieja máquina de escribir que perteneció a mi abuelo; de joven tenía yo estos caprichos. Al leerlo, 17 años después, estuve a punto de abandonar la novela que estaba terminando de corregir en ese momento (Aquí hay demasiada gente, publicada en enero de 2022 por la editorial Sloper) y empezar una nueva que se basara en el relato recibido, cuya comicidad exaltada y melancólica, a pesar de sus innumerables defectos y carencias, o quizá por ellos, me empujaba a la escritura. Pero, por una vez, fui responsable y no lo hice, y continué con la novela en la que estaba trabajando, aunque no pude evitar tomar las primeras notas y guardarlas para más adelante. La atmósfera, el tono, el esquema argumental, y algunos de los personajes y situaciones de Cuatro escayolas, se encontraban ya de manera embrionaria en aquel relato escrito por un veinteañero. Años después, cuando la creciente acumulación de notas empezaba a resultar ya disuasoria, casi inabordable, me puse por fin con la novela y, aunque la pereza, la enfermedad y las defunciones postergaron su finalización varias veces, al final conseguí terminarla. Poco más de cien páginas.

Hasta aquí los orígenes de la narración, el rastreo de su genealogía. Intentaré ahora explicar, con una sucesión de apuntes que no es posible desarrollar en este espacio, lo que he pretendido y lo que he tratado de evitar con la escritura de esta breve novela.

"Necesito estar muy obsesionado para poder escribir una novela, y una obsesión muy grande, tanto para el autor como para el lector, es difícil de soportar durante demasiadas páginas"

Cuando escribo ficción no decido previamente si voy a hablar de esto o de lo otro y lo voy a hacer así o asá. En Cuatro escayolas, partiendo de un esquema paródico y quijotesco de film noir o de western, doy, como suele decirse, rienda suelta a mis obsesiones, me dejo llevar por los razonamientos y la imaginación ―no son posibles los primeros sin la segunda, aunque algunos aún no se hayan enterado―, y seguidamente someto lo escrito a una corrección obsesiva, que nunca doy por concluida del todo, una corrección a la vez consciente e intuitiva, en la que el fraseo, la cadencia y los ritmos del texto son inseparables de sus posibilidades discursivas, de su estructura, de sus irónicos anticipos, de su dirección y su avance, de sus posibles sentidos y su capacidad evocadora o crítica.

Necesito estar muy obsesionado para poder escribir una novela, y una obsesión muy grande, tanto para el autor como para el lector, es difícil de soportar durante demasiadas páginas, de ahí la brevedad de este libro.

Digamos que tengo obsesiones «afirmativas» (los asuntos sobre los que vuelvo una y otra vez porque no lo puedo evitar) y obsesiones «negativas» (lo que por nada del mundo querría hacer, lo que me produce rechazo).

"Para llevar a cabo con mayor eficacia la tarea de identificación del enemigo, tengo la suerte de contar con Polonia Rino como primera lectora de mis textos, una implacable detectora de lo trillado y convencional"

Obsesiones afirmativas. Voy cambiando, pero hay dos que, de momento, se mantienen en primera fila desde hace años: 1: el trabajo y su maquinaria social, y 2: el estado de permanente extrañamiento y perplejidad que se deriva de las posibles definiciones o el significado de palabras como «mundo» o «realidad». Añadamos una tercera, de amplias ramificaciones, y que no puede faltar en ninguna obra literaria: la posibilidad de la muerte, la dificultad para asimilar racional y emocionalmente ser el protagonista de un fenómeno tan común como enigmático.

Obsesiones negativas. Soy muy maniático, no soporto, por ejemplo, los «temas candentes» y las llamadas «novelas generacionales», pero, a mi juicio, los dos mayores enemigos de la literatura son el tópico y la cursilería, muy apreciados ambos por los consumidores y por buena parte de la crítica, que o no los detecta o los percibe como un emocionante signo de espontaneidad, de visceralidad («hay que escribir con las tripas», se dice) o, peor aún, de autenticidad y lirismo. Si consigues esquivar a estos dos enemigos ―cosa que no siempre es fácil―, tus posibilidades de encontrar lectores, o de ser atendido por los divulgadores de tendencias, se verán drásticamente reducidas. Pero, qué le vamos a hacer ―no se puede agradar a todo el mundo―, este rechazo me parece innegociable. Para llevar a cabo con mayor eficacia la tarea de identificación del enemigo, tengo la suerte de contar con Polonia Rino como primera lectora de mis textos, una implacable detectora de lo trillado y convencional, de la prosa afectada y la pompa. Cuidado con Polonia Rino.

Celebrar las obsesiones. Celebrar la fragilidad. Así Cuatro escayolas.

"El verdadero delirio de la historia no son esas reflexiones y razonamientos, sino la situación que se plantea, su esquema: la disparatada búsqueda del enemigo que, si bien se mira, al mismo tiempo constituye la parte más realista de la narración"

Mi principal aspiración al escribir este libro ha sido alcanzar y sostener algo que, a falta de una expresión mejor, llamo «densidad bailonga», su difícil equilibrio. La densidad por sí sola no me sirve y la condición bailonga tampoco. El mayor peligro de hacer bailar a la densidad es que el lector, cegado por el balanceo y la embriaguez que procura la danza, pase por alto su contenido. Merece la pena correr ese riesgo.

El proyecto como obra de arte (la idea, sin su plasmación física) es una constante en el arte moderno. Así Cuatro escayolas.

No me interesan los personajes que deliran sin más, el delirio inconsciente y descontrolado. La protagonista de Cuatro escayolas, cuando «delira», cuando disparata, cuando se muestra violenta o arbitraria y se deja arrastrar por la irracionalidad, toma conciencia de ello, lo hace notar y recula, manteniéndose hasta el final en un constante tira y afloja, que es fundamental en el desarrollo de la novela. En realidad, si se analizan con atención, la mayor parte de sus aparentes delirios ―no todos, por supuesto― son reflexiones hiladas. El verdadero delirio de la historia no son esas reflexiones y razonamientos, sino la situación que se plantea, su esquema: la disparatada búsqueda del enemigo que, si bien se mira, al mismo tiempo constituye ―por «exterior» y objetiva― la parte más «realista» de la narración.

Sólo es posible reflejar la ambigüedad del mundo irónicamente. La ironía como conciencia de la contingencia (Rorty), la ironía como objetividad de la novela (Lukács). Así Cuatro escayolas.

Un verso: No descarto estar diciendo tonterías todo el rato.

"Se podría decir, por tanto, que las dos son comedias de hospital y tanatorio. No estoy muy seguro de querer avanzar con la próxima"

Terminé de escribir esta novela poco después de la muerte de mi padre, con quien había compartido interminables noches de hospital a lo largo del mes y medio que duró el ingreso del que no salió con vida, de la misma manera que, años atrás, había terminado de escribir mi novela anterior poco después de la muerte de mi madre, con quien había compartido interminables noches de hospital, durante el año y medio que duró su enfermedad. Se podría decir, por tanto, que las dos son comedias de hospital y tanatorio. No estoy muy seguro de querer avanzar con la próxima.

Vila-Matas, en alguna ocasión, se ha referido a la literatura como una forma de venganza. Así Cuatro escayolas.

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Autor: Carlos Castaño Senra. Título: Cuatro escayolas. Editorial: Sloper. Venta: Todos tus libros.

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