Preocupa ver en España cómo la polarización ha conducido a los dos extremos políticos representados por Podemos y Vox. Y así como en las cortes sus respectivos diputados se lanzan dimes y diretes, en el mundo de los libros ocurre algo similar. Cuando se trata de discutir el legado histórico de España durante los últimos cinco siglos, la mayoría de los escritores inevitablemente desembocan en dos extremos. De un lado, están aquellos que —como muchos en Podemos— repiten las sandeces del indigenismo latinoamericano, y alegan que antes de que llegara Colón al Nuevo Mundo aquello era un paraíso terrenal que el malvado hombre blanco llegó a estropear. Del otro, están aquellos que —como muchos en Vox— despachan cualquier crítica a España y los conquistadores como una mera continuidad de la leyenda negra.
Y tampoco deja de tener razón Gullo cuando señala que Bartolomé de las Casas, en su absurdo intento de excusar los crímenes aztecas, también terminó por ser el artífice de la leyenda negra española, que tanto usaron holandeses y británicos como arma propagandística en su rivalidad imperial con España.
No obstante, el problema es que Gullo termina por aparentemente creer que, porque un fraile del siglo XVI cargó las tintas en sus relatos sobre la conquista, cualquier crítica en contra de España y su imperio es parte de esa leyenda negra. El mismo Gullo muestra admiración por el cuestionamiento de la conquista que hicieron el padre Vitoria y la Escuela de Salamanca durante el reinado de Carlos V, pero extrañamente, cuando muchos de esos mismos argumentos son esgrimidos por británicos o criollos, Gullo sencillamente los despacha como “negrolegendarios”.
Y peor aún, Gullo promueve él mismo otra leyenda negra. Como respuesta a la leyenda negra en contra de España, Gullo formula una leyenda negra en contra de los criollos independentistas. Por ejemplo, dice de ellos que eran marionetas al servicio de Inglaterra.
A lo cual respondo: sí, Inglaterra metió sus narices en la independencia hispanoamericana (aunque, lo mismo que De las Casas, Gullo carga las tintas en su relato, pues la participación inglesa en la independencia hispanoamericana no fue tan extendida como él pretende hacernos creer). Pero, Gullo prefiere no mencionar que, si Inglaterra metió sus narices en aquel proceso, fue en buena medida porque España obstinadamente mantenía un sistema mercantilista de monopolio extractivo con sus colonias, y no permitía a los ingleses —ni a ninguna otra nación— ejercer el libre mercado que ha sido uno de los grandes propulsores del progreso en la historia. Guste o no, el mundo debe a Inglaterra la expansión de ese liberalismo económico, y los criollos hispanoamericanos tenían plena justificación en romper con una España absurdamente mercantilista.
Gullo también alega que “no hay ninguna duda de que los indios —a quienes, por seguir el lenguaje políticamente correcto, debo llamar «pueblos originarios»— estuvieron mayoritariamente contra la independencia, y esa es una realidad que los negrolegendarios ocultan porque haría caer como un castillo de naipes la leyenda negra de la conquista española de América”. Esta tesis es bastante cuestionable. En aquellos conflictos hubo indios en ambos bandos. En México, desde un inicio, los ejércitos del cura Hidalgo estuvieron compuestos mayoritariamente por indios y mestizos. En Venezuela — el caso en el cual Gullo prefiere enfocarse— ciertamente los indios, negros y pardos estuvieron al inicio en contra de la independencia, pero las élites criollas supieron ajustarse y lograron atraer a esos combatientes a su bando, ofreciéndoles más espacio de participación e incluso aboliendo (aunque no consistentemente) la esclavitud. Sin ese giro, los criollos difícilmente hubiesen ganado la guerra.
Madre patria es valioso como contrapeso a las falsedades que los patrioteros latinoamericanos muchas veces invocan. Pero, como a tantos otros, a Gullo se le hace difícil mantener la moderación, y al final termina diciendo falsedades que deleitan a los patrioteros españoles.
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Autor: Marcelo Gullo Omodeo. Título: Madre patria. Editorial: Espasa. Venta: Todostuslibros y Amazon.
No lo he leído y tengo que hacerlo. Para formarme mi propio juicio. Bien, sr. Andrade por recordar que un camino, una dirección, siempre tiene dos extremos. Es importante que no nos olvidemos. Lo antinatural es creer que solamente tiene uno como últimamente se hace en este país. Hay caminos que mejor no recorrerlos ni hacia un extremo ni hacia el otro. No sé si de las Casas cargó las tintas o no. Pero si sé que ya tuvimos bastante con él y no nos hace falta un segundo fraile en la actualidad que abunde en hacer leña del árbol caído. Pecados viejos, de 5 centurias, para tapar otros, recientes, como ayudar a huir y refugiarse a los asesinos más abyectos de la humanidad