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Despidan a esos desgraciados

Despidan a esos desgraciados

Ayer descubrí a una autora en el suplemento La Lectura gracias a la reseña de Adriana Bertorelli sobre el libro El ruido de una época. Así que descubrí a Ariana Harwicz. La mayoría de las reseñas que leo no me dicen nada, o lo que es lo mismo, me aburren. Son planas, sin aristas, sosas. No me mueven a saber más del libro o del autor, en ocasiones las dejó de leer por la mitad. Me preguntó por qué. Incluso, me inflo y digo: ¡hasta yo podría hacerlo mejor! Es fácil. A veces pienso en las causas: el reseñista no se ha leído el libro o si se lo ha leído lo ha hecho como quien ficha por la mañana en el trabajo, por rutina, por cobrar los 60 o 70 euros por la pieza. Leer por rutina trae nefastas consecuencias. A veces, incluso, pienso en si los redactores jefes se leen las reseñas que publican sus colaboradores. Son tan malas, tan mal estructuradas, en ocasiones tan incoherentes, deslavazadas, están tan inundadas de lugares comunes que tiene que ser jodido leer para escribir solo por dinero. No obstante, pienso que las fallas comienzan en la aproximación que hace el reseñista al libro: ¿lo hará sin lápiz y sin anotar lo que le imposibilitará después destilar, extraer la esencia, un tema, el qué del argumento, las causas de una escritura, los fines que se perseguían, no sé, los hilos de la ficción para mostrarlos, enseñarlos como señuelo para que el lector diga como yo he dicho con El ruido de una época, ¡hijos, regaládmelo para mi cumpleaños!? Reseñar es mostrar (y demostrar) que los hilos con los que ha tejido una obra sirvan para acercarla al escaparate y pueda intuir el lector, con un cristal por delante, si le va a gustar o no, si le va a servir o no, si le va a reconstituir o no. El crítico debe saber afinar la guitarra que va a depositar en un escaparate para que un lector, antes de que se decida por cuál leer, cimbree las cuerdas para comprobar cómo suena. Y decidir, claro. Y leer después, por supuesto. Y gozar con la Literatura de igual manera a como se goza viendo un Velázquez. No sé, eso pienso. Si no hubiera leído la magnífica reseña de Adriana Bertorelli reconozco que no hubiese decidido tener en mi biblioteca el libro de Ariana Harwicz. Así de sencillo.

Pero hay más. La reseña de Adriana me llevó a saber más de Ariana. En concreto, me convenció para pasar un rato en la página web de Gatopardo ediciones, donde descubrí lo que habían dicho sobre ella y lo que había dicho ella misma sobre El ruido de una época. Descubrí, entonces, un artículo de Vila-Matas que me llenó de gozo porque, además de recomendar a Harwicz, recomendaba dos libros que considero brillantes joyitas de mi biblioteca: Informes de lectura, de Roberto Bazlen y Noticias de libros, de Gabriel Ferrater.

Y cerré el círculo. Y acabo con este párrafo mi texto. Cuando lea el libro de Harwicz escribiré sobre él porque, ¿a quién no le apetece escribir sobre un libro ácido que expresa verdades que impelen a los escritores a huir de una escritura adoctrinada a la que nos estamos acostumbrando sin rechistar? El reseñista lampa por este tipo de libros, pero aún no lo tengo en casa ni ha llegado mi cumpleaños. Así que ahora solo quería cerrar este texto insinuando que las reseñas que demandan los lectores deberían parecerse cada día más a los informes de lectura que escribían Bazlen y Ferrater. Sería una manera de defender la independencia de la literatura, de valorar la obra desde un sentido crítico que promueva su lectura, de dejar de escribir por escribir sobre obras que se hundirán en la arena literaria acabado su verano. Al reseñista le pedimos que seleccione, lea con lápiz y escriba con cierta pasión en la crítica apoyándose en la sustancia que trae el libro. Engañar al lector que se acerca con cierta ansia a los suplementos para elegir una buena lectura y encontrar todos los lugares comunes de la literatura en una reseña no tendrá perdón de Dios. Y sí, terminemos: somos defensores de que el lenguaje de las reseñas no se vacíe de violencia puesto que está en juego, como siempre la Literatura, que es arte. Nadie quiere reseñas falsas así que Despidan a esos desgraciados.

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