Nazis en el torneo de Madrid de 1943. El ajedrez como salvación
“Al estallar la Segunda Guerra Mundial —continúa diciendo Manuel de Agustín con cierta socarronería—, tanto España como Portugal tomaron la postura de no beligerancia muy distinta a la tan cacareada de neutralidad, convirtiéndose de inmediato en meta y destino de millares de refugiados que huían del terror de la cruz gamada. Aunque el gobierno del Caudillo quiso mantener el estatus de neutralidad, no lo era. Como todos sabemos simpatizaba con el EJE, o RO.BER.TO (Roma, Berlín Tokio), y se mandaron tropas “voluntarias”, por llamarlo de alguna manera, ya que la mayoría iban forzados para evitar las cárceles o represalias, a luchar a los frentes del Este bajo el nombre de La División Azul, que no fue otra cosa que la contraprestación del Caudillo a Hitler para evitar ser invadidos o reutilizados.
Por aquel tiempo yo escribía en los diarios nacionales, Arriba, Marca, Sí y en revistas de ajedrez y para sacar algún dinerillo publiqué algunos libros y comentaba partidas en centros culturales y daba exhibiciones de simultáneas tanto viendo como a la ciega especialidad en la que llegué a jugar más de una decena a la vez con bastante buenos resultados.”
De esta su facilidad para enfrentarse sin ver a varios oponentes el gran ajedrecista gijonés, afincado en New Jersey Eugenio Salomón, con nueve décadas de vida y muchas victorias ante algunos de los mejores jugadores del mundo y nacionales, recordaba todavía hace unos días a quien esto escribe, que en cierta ocasión viniendo de Madrid hacia Gijón, el doctor Queimadelos, de Agustín y él, con el fin de amenizar el largo viaje y dado que todos ellos eran fuertes jugadores de ajedrez, organizaron una serie de partidas sin tablero en la que se enfrentó de Agustín con Salomon, “un jugador que era mucho más fuerte que yo, nos decía Eugenio, pues yo sólo podía jugar dos partidas sin ver a la vez mientras que Manolo era un fuera de serie con 10. Entre bromas y veras la partida fue trascurriendo con lentitud y de Agustín con esa gracia cartagenera que corría por sus venas, me iba “radiando” de alguna manera mis debilidades y las pocas jugadas que me quedaban. No sé si se confió, o yo tuve una buena tarde, lo cierto es que acabó perdiendo, lo que hizo a Queimadelos, nuestro amigo y conductor, tener un ataque de risa ante la sarta de chistes y baladronadas de nuestro querido Manolo que terminó muy callado el resto del trayecto”.
El ajedrez como salvación: España en “zugzwang”
Mientras Europa era un polvorín presto a explosionar en todos sus frentes, España intentaba a duras penas salir de una contienda fratricida de la que había quedado desangrada y rota, busca curar sus heridas sin asomarse al exterior.
“España estaba en “zugzwang”, dice sonriendo de Agustín empleando ese término ajedrecístico que significa que el jugador que le toca mover pierde sin remisión. Por eso, continúa, lo mejor para nosotros era permanecer quietos, intentando rehacer lo que la guerra había destrozado y con el consuelo de no continuar luchando en los frentes transpirenaicos. Poco a poco se iban haciendo torneos, competiciones y España retomaba el pulso en el aspecto deportivo. A muchos jugadores de ajedrez el estallido de la Guerra les había pillado en plena Olimpiada de Buenos Aires de 1939, entre ellos a Capablanca que jugaba por primera vez con el equipo de Cuba, Alekhine por Francia, Keres por Estonia que sería invadida en breve, Tartakower y Najdorf, primero y segundo tablero de Polonia, que pedirían asilo político en Argentina, Opocensky otro asilado de Checoeslovaquia que junto con Austria había dejado de existir como nación independiente, Czerniak, Eliskases primer tablero de Alemania quien también pidió asilo en Argentina donde vivió hasta su muerte; en suma todo un ejército de maestros y grandes maestros se fueron a la diáspora más incierta. Sin embargo, Alekhine no. Alekhine no huye y nada más concluir la Olimpiada que finaliza con el triunfo de Alemania, el campeón del mundo regresa al infierno.” Explica de Agustín con énfasis no exento de disgusto.
Llega a París donde se enrola de inmediato como intérprete en el servicio de inteligencia, con la graduación de teniente del ejército del general De Gaulle.
“Alekhine tiene mucha suerte continúa de Agustín. El 23 de junio de 1940, día de la capitulación de Francia ante las tropas alemanas, Alekhine se encontraba en Archacon cerca de Burdeos. Allí estuvo sólo 5 meses prestando servicios al general De Gaulle ya que todo el personal militar fue puesto bajo el control del Alto Mando alemán pero al hallarse en zona no ocupada Alekhine pudo trasladarse a Marsella donde lo desmovilizan. Es muy probable que sus intenciones en aquel tiempo, nos recuerda el periodista, fueran las de viajar a La Argentina o a Cuba, ya que desde Marsella envió un cable a Capablanca a través del Consulado cubano con el fin de reanudar las negociaciones por el Campeonato del Mundo. Capablanca lo rechazó (!) diciendo que Alekhine era poco serio con su título y que lo único que quería era conseguir un visado para salir de Francia”, lo que no estaba muy lejos de la realidad,” sonríe.
Al frustrarse las negociaciones Alekhine busca entonces otra ruta de escape a Norteamérica vía Casablanca desde Estoril como hacían los refugiados que poseían ahorros lo suficientemente importantes como para atraer la atención de quienes conseguían los ansiados pasaportes.
“Lo admirable de todo esto, apunta el periodista catalán es que esa era la segunda vez que el maestro exiliado luchaba voluntariamente contra los alemanes, cosa que no gustó en el alto mando del Reichstag. Los nazis estimaron conveniente que era una buena propaganda para el régimen que el campeón del Mundo jugara en territorio alemán y le “invitan” a participar en los más importantes torneos de la Europa ocupada, y lo que en un principio no parecía que iba a tener mayores consecuencias a posteriori se revelaría como uno de los peores hándicaps en el final de la carrera ajedrecística de Alekhine”, concluye de Agustín.
Entretanto, en nuestra patria, los que leían a diario las noticias del extranjero en las columnas de Manuel de Agustín jamás llegaron a sospechar que ese joven periodista era en realidad uno de los jugadores de ajedrez más fuertes de España con triunfos resonantes en torneos nacionales de primera magnitud y aclamadas victorias ante los primeros maestros del país y fuera de él.
Amigo personal del campeón Alekhine, de Agustín buscó por todos los medios rescatarlo de las garras de los nazis y convence a los federativos españoles para que organicen un gran torneo en Madrid en 1943 y darle así la remota oportunidad de cruzar el Atlántico en busca de esa paz que tanto anhelaba.
“Intenté hacer más llevadera la vida de los “rojos” y de los judíos encarcelados, nos decía aquella soleada mañana madrileña, como sucedió con el gran maestro ruso-francés Osip Bernstein, apresado en París en el 40 por los nazis y trasladado a un campo de concentración en Teruel como judío que era. Intercedí por él ante Serrano Suñer y fue salvado de una muerte cierta él y su familia. Murió en un hospital del pirineo francés en 1962 a los 80 años. Pero no fueron ellos solos a los que intenté socorrer en aquella España convulsa, sino que para hacer un poco menos penosa la vida de los presos, les llevé el ajedrez a las celdas, organizando torneos por los presidios del país. Jugaba con ellos simultáneas y a los que mostraban interés les daba nociones del juego. Ya sé que no era mucho dada su situación pero si durante el tiempo que yo estaba con ellos me pedían alguna ayuda, no dudaba, dentro de mis medios, en dársela.”
Tres nazis en Madrid o cómo hacer el juego a la Wehrmacht
En el periódico alemán “Pariser Zeitung” que se editaba en aquel tiempo en la capital del Sena y donde Alekhine había publicado en 1941 los artículos antijudíos titulados “El ajedrez ario y el ajedrez judío” apareció por aquellas fechas lo siguiente: “El campeón mundial, que actualmente vive en París, espera todavía un desafío de Capablanca por el título. Como colabora en el nuevo periódico parisino, le han tomado bajo protección amigos cercanos al Reich que en su día organizaron su match contra Bogoljubow y le han ofrecido su apoyo. Como agradecimiento el campeón envió al periódico una fotografía suya dedicada. Después de todo se debe señalar que si Alekhine en Buenos Aires se mostró enemigo de la comunidad alemana, ha declarado que no se puede continuar manteniendo el odio contra Alemania”.
De este panfleto propagandístico nazi se desprende que el juego político del campeón oscilaba entre permanecer en la Europa ocupada, quizás por influencia de su esposa judía Grace, cuyas posesiones en Paris corrían el riesgo de desaparecer, o irse definitivamente al nuevo mundo que les prometía libertad y un nivel de vida más acorde con su estatus de campeón. Sin embargo sus esperanzas fueron yuguladas de forma tajante. EEUU entra en guerra con Japón el 7 de diciembre de aquel año tras el bombardeo de Pearl Harbor. En vista de su fracaso para poder huir del conflicto mundial, lo que hace es volver sobre sus pasos para lo cual se pone en contacto con la embajada alemana en Lisboa y regresa al centro de la conflagración, no sin antes detenerse dos días en Madrid camino de Munich para dar 2 exhibiciones de simultáneas.
“Lo vi fugazmente, explica de Agustín y le encontré muy nervioso, sin embargo su estilo no se resintió. Jugó con mucha energía y me dijo que quería hablar conmigo, pero esa misma noche partió de Madrid y ya no tuve ocasión de verlo. Al poco tiempo me enteré que había ganado en Cracovia y Salzburgo compitiendo con maestros como Keres, Sämisch, Bogoljubow. A las pocas semanas recibí una carta suya desde Wilmersdorf en la que me decía que había pedido permiso a las autoridades alemanas para poder trasladarse a España para jugar y dar conferencias, me pedía que la FEDA enviara una carta oficial a los altos mandos de la Wehrmacht donde tenía buenos amigos para que le facilitaran la salida. Lo hice y los nazis le dieron permiso pero se cubrieron las espaldas manteniendo a su esposa como rehén ante la posible fuga del campeón a tierras americanas.
“Se organizó pues, un gran evento para que Alekhine tomara parte y así poder escabullirse de las garras del Reich, pero cuando llega a España en octubre de 1943 arrastra consigo la lacra de su amistad con Hans Frank, gobernador nazi de Polonia, un fanático del Ajedrez que toma a Alekhine como su profesor y a Bogoljubow y Brinckmann como ayudantes. Le invita a jugar simultáneas por Brno, Batov y varios lugares de Polonia a la vez que le organiza seminarios y exhibiciones por hospitales lo que será su perdición, dice de Agustín con tono triste. Tres de estos colaboracionistas, Keres, Brinckmann y Sämichs toman el tren a primeros de octubre con destino a Madrid “invitados” por la FEDA o su sucedáneo.
El primero que llega a Madrid para el torneo procedente de la Alemania nazi fue Keres, aspirante al campeonato del mundo y uno de los tres jugadores más fuertes del planeta entre los años 30 al 70. Fui a esperarlo a la estación del Norte, comenta el periodista y cuál no sería mi sorpresa cuando en lugar de descender del vagón el joven y elegante jugador estoniano me encuentro con un oficial de las SS que me saluda con su brazo extendido para seguidamente darme un fuerte apretón de manos. Era Paul Keres la leyenda del ajedrez que ahora, presionado por los nazis colaboraba con ellos igual que lo hicieron sus dos acompañantes Brinckmann, y Sämisch que llegarían al día siguiente al torneo de Madrid para recordarle a Alekhine que Alemania estaba aún en pie y él les debía algo.
A Keres tuve que meterle de inmediato en una sastrería porque aquello rechinaba demasiado en un país “neutral” que acababa de dejar hacía siete años una guerra civil. Keres era judío y esto nunca se escribió ni supo nadie en la España de la posguerra. Cuando terminó el torneo de Madrid Keres tuvo que volver a Polonia, pero Alekhine no, él sólo quería jugar al ajedrez en paz, sin presiones, sin chantajes, pero era imposible, de Agustín parece querer borrar con un gesto de su mano todo aquel amargo recuerdo de su amigo. Él lo único que quería era permanecer en España y salir vía Estoril o Casablanca hacia a América como tantos otros refugiados. Pero la muerte llegó cuando estaba cerca de su meta.
Alfred Brinckmann, puntualiza, era oficial de la Luftwaffe, a la vez que un fortísimo jugador, y con él un hombre indeciso, Friedrich Sämisch que parece que fluctuaba entre dos bandos, por un lado había jugado para el gobierno y dado seminarios y simultáneas a las tropas y por otro su aversión al Reich y sus mandos. Una muestra de ello fue la soflama que soltó en contra de Hitler en el banquete de clausura del torneo de Madrid, se levantó y dijo que Hitler no iba a ganar la guerra. El silencio en el comedor se hizo cortante y ante un gesto de Brinckman cerró la boca congestionado y se sentó. Esas palabras le iban a costar caro al ser arrestado en la frontera a su regreso de Madrid para ser internado en un campo de concentración.»
La foto de portada «Manuel de Agustín durante un torneo» tiene el copyright © de su familia.
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