A Nothomb la amas o la odias. Yo he hecho a ambas cosas. Con ella no existen los términos medios y tampoco con sus libros. Me pasa lo mismo con Kanye West, Jonathan Franzen, Damon Lindelof, Alejandro González Iñárritu o José Mourinho.
En Diario de Golondrina, la escritora belga introduce en la trama a uno de mis grupos favoritos, Radiohead. Una de esas bandas a las que hoy no puedes citar entre tus referencias. Los “modernos” ponen cara de asco al oír su nombre, los “swaggers” no tienen ni idea de quiénes son, y la gente, en general, está más predispuesta a dejarse seducir por el electro latino y el reggaetón.
Radiohead, banda sonora de Diario de Golondrina
Thom Yorke y los hermanos Greenwood tampoco se pueden quejar. Ellos fueron los reyes de la independencia musical en los 90, en la época pre Spotify. Un tiempo en el cual los artistas no eran tan efímeros y la gente no necesitaba cambiar de grupo preferido cada 5 minutos. Deafheaven ayer molaban, pero la gente ya está buscando otra cosa. Jabois que tanto nos gustaba ya no puedo hacerlo, porque hasta la de contabilidad devora sus posts. No leemos segundos libros, solo queremos los nuevos.
Cuando Amélie Nothomb escribió Diario de golondrina, en 2006, Radiohead ya no eran «outsiders» y habían perdido el beneplácito de la crítica musical. Sin embargo ella los sitúa como paradigma de la trasgresión. Ellos representan el primer umbral que el protagonista traspasa para convertirse en asesino, obsesionado por la pista 3 de Amnesiac, Pulk/Pull Revolving Doors.
Mamá, quiero ser Psicho Killer“Lo que activó el mecanismo fue un disco de Radiohead. Se llamaba Amnesiac. El título le iba bien a mi destino, que resultaba ser una forma de amnesia sensorial. Lo compré. Lo escuché y no experimenté nada. Aquél era el efecto que, en adelante, me producía cualquier música. Ya empezaba a encogerme de hombros ante la idea de haberme procurado sesenta minutos suplementarios de nada cuando llegó la tercera canción, cuyo título hacía referencia a una puerta giratoria. Consistía en una sucesión de sonidos desconocidos, distribuidos con una sospechosa parsimonia. El título de la melodía le venía como anillo al dedo, ya que reconstruía la absurda atracción que siente el niño por las puertas giratorias, incapaz, si se había aventurado, de salirse de su ciclo. A priori, no había nada conmovedor en ello, pero descubrí, situada en la comisura del ojo, una lágrima.”
Asesinos musicadosQuizás hubiese sido más acertado elegir una canción que hablase explícitamente de asesinatos, como Surfer Little Children de The Smiths o de asesinos y cuchillos como Jack The Ripper de Nick Cave. Pero Nothomb elige a la banda inglesa para convertir a su alter ego masculino en un asesino a sueldo; y eso me inquieta. Porque los tres álbumes que se citan en el libro —el mencionado Amnesiac, Kid A (concebidos ambos en las mismas sesiones de grabación) y Hail The Thaif— son discos que están entre mis preferidos.
Sembrada la duda sobre mi posible conversión en Psycho Killer por escuchar demasiadas veces How to Disappear Completely, me pregunto: ¿puede una canción convertirnos en homicidas? Yo creo que no, por mucho que se empeñen los puritanos y los neocons norteamericanos en asociar cada matanza en un campus universitario con la música de Marylin Manson. Aunque esa asociación que se produce en la narración de Diario de golondrina es lo más interesante de la novela: una canción, la música de un grupo (que no es satánico ni luce vestimentas góticas), hace de espoleta y activa nuestro lado más oscuro.
Sigo escuchando los tres discos, sobre todo Kid A, y aunque en algunos momentos me dan ganas de abofetear a alguien, no paso mis ideas a la práctica. Me sigo desahogando con el saco en el gimnasio. Pero no descarto que un día una canción agite mi interior y aflore el psicópata que todos llevamos dentro. Eso sí, puestos a matar, a mí me atrae más convertirme en un asesino como el de Taxi Driver. Tal y como se están poniendo las cosas, puede que acabe disparando a Donald Trump mientras suena Idoteque a todo volumen.
Título: Diario de Golondrina Autor: Amélie Nothomb Editorial: Anagrama Páginas: 112
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