Annie Ernaux —la autora de Mira las luces, amor mío, publicada recientemente por Cabaret Voltaire con una estupenda traducción de Lydia Vázquez Jiménez— coloca su compra en el súper mientras una lectora la mira atentamente:
«Cada producto adquiere de repente un significado muy pesado, revela mi modo de vida. (…) Me siento observada a mi vez, como un objeto más.»
En esa escena encontramos una de las claves de este libro que se podría considerar como el título fundacional de un subgénero tan particular y, a la vez revelador, como el diario de hipermercado. Un texto entre el ensayo y el relato puramente descriptivo que nos ofrece un fresco fragmentario de nuestras vidas a través de algunas de sus acciones y costumbres más prosaicas.
Tal y como le sucede a la propia Ernaux, a quien esa otra clienta intenta conocer y hasta descifrar a partir de sus compras, también sus lectores nos transformamos en objetos —eso sí, literarios y dignos de estudio— en la cinta registradora. Somos parte del paisaje que ella nos describe con su mirada impresionista y su prosa metonímica, en la que todo resulta banal y, al mismo tiempo, significativo, ya se trate de las personas que recorren los pasillos del centro comercial o de los productos con que llenan carros y bolsas.
Quizá se acuse un didactismo excesivamente explícito en algunos de sus pasajes —no en vano este título está asentado como lectura escolar en Francia—, con el afán de subrayar la crítica social, económica y hasta política que articula el fondo de su discurso. En cualquier caso, la agudeza visual de la escritora se impone, por suerte, sobre esas concesiones a lo obvio y, a través de un hábil encadenado de anécdotas, nos conduce a reflexiones tan dispares como la sumisión del consumidor a las normas del capitalismo neoliberal, el papel de la literatura en la sociedad o el modo en que las obligaciones cotidianas construyen y revelan nuestras relaciones:
«Hacer la compra entre dos por primera vez sella las primicias de una vida en común. Supone armonizar los gustos, los presupuestos, y ante todo construir una pareja entorno a la alimentación, esa necesidad primaria. (…) No cabe la fanfarronería seductora, no hay trampa posible.»
Resulta imposible leer este libro sin dejarse llevar por una curiosa mezcla de sentimientos. De un lado, la melancolía del recuerdo —que Ernaux nos provoca con su mirada nostálgica a los adolescentes que se encuentra en el centro comercial o a través de sus propias memorias—; de otro, la insatisfacción y la autocrítica, al vernos reflejados en un espejo certero e ingrato que pone de manifiesto esos pequeños egoísmos y contradicciones que preferiríamos creer que no son parte de nuestra naturaleza. Y, sobrevolando todo el texto, se agradece la ironía con que se esboza el retrato de un mundo que conocemos demasiado bien como para no sonreír ante muchas de las situaciones que plasma su autora: desde la angustia de la espera en la línea de cajas (¿por qué siempre nos colocaremos en la que va más despacio?) a esa rebelión posible pero nunca realizada, consistente en abrir todos los productos que nos rodean en vez de acatar las prohibiciones de los carteles que los custodian:
«¿Por qué no nos rebelamos? ¿Por qué no vengarse de la espera impuesta por un hipermercado?»
Pese a su estilo conciso —o quizá por eso mismo: porque su brevedad nace de una depuración consciente e intencionada—, son muchos los temas que se nos plantean: desde el modo en que el sexismo se hace visible e incluso tangible en los centros comerciales hasta la injusticia social de un sistema que perpetúa condiciones laborales indignas en los países donde se produce lo que otros consumimos:
«Nos aprovechamos alegremente de esa mano de obra esclava, para cambiar las cosas. La rebelión vendrá de los explotados, del otro lado del mundo.»
Los diferentes pasajes que constituyen la arquitectura de este diario, escrito entre 2012 y 2013 a partir de las visitas de la escritora al centro comercial de Les Trois-Fontaines, recuerdan a los pasillos del hipermercado donde se enmarca el relato, de modo que cada uno de ellos nos da paso a una sección distinta y, sobre todo, a una reflexión y un ángulo diferente.
Además de ofrecernos una lectura amena y ligera, Mira las luces, amor mío nos lanza unas cuantas preguntas que quizá Ernaux ni siquiera aspire a que respondamos, pero ante las que es imposible no sentirse interpelado. Así que quizá la próxima vez que estemos empujando un carrito o esperando en la línea de cajas nos resulte difícil no ser conscientes de la inacabable metonimia en la que convertimos, compra a compra, nuestra vida.
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Autora: Annie Ernaux. Título: Mira las luces, amor mío. Editorial: Cabaret Voltaire. Venta: Todostuslibros y Amazon
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