Mi forma de aproximarme a los textos no es literaria. Estoy acostumbrada a los ensayos, libros de divulgación, papers o artículos científicos. Ese es el tipo de material que elijo para mi tiempo libre. Sin embargo, aparecen en ocasiones relatos como los contenidos en La fiebre negra, de Andrea Barrett, y cambian mis preferencias, pues se trata de un libro que incluye historias de ficción escritas desde el corazón de la ciencia, y con gran calidad literaria.
Y debo aclarar algo importante: muchas son las obras literarias o de cine que utilizan elementos científicos para dar solidez, interés o sentido a sus argumentos. Sin embargo, la mayoría de las veces eso no alcanza para atraparme, pues queda en evidencia que se trata solo de un recurso y ahí donde hay ciencia podría muy bien haber alguna otra cosa y nada cambiaría.
La fiebre negra pertenece a otro registro y eso queda en evidencia ya en el primero de sus ocho relatos, llamado “La Carta de Mendel”. El abuelo de la protagonista había conocido a Gregor Mendel (1822-1884), uno de los personajes más interesantes de la historia de las ciencias naturales. Mendel fue sin duda un caso especial, porque antes de hacerse monje asistió a la universidad de Viena, donde estudió botánica y matemáticas, entre otras materias. En el monasterio utilizó sus conocimientos para realizar una serie de pruebas con guisantes y abejas. Sus estudios se presentaron a la comunidad científica, y sin embargo fueron ignorados. Hoy sabemos que Mendel sentó las bases de la genética moderna, aunque lo dramático es que murió sin saber que había sido uno de los hombres más importantes para la historia de la ciencia.
El relato de Barrett entreteje la historia de las leyes de la herencia, narrando el momento preciso en el que Mendel tira la toalla y cae en su peor confusión, desconfiando por completo de sus hallazgos: “Mendel abandonó la ciencia y después de que lo eligieron abad, dedicó los últimos años de su vida a pelear con el gobierno por los impuestos a los que estaba sometido su monasterio.” Considerado un loco por los propios monjes que lo acompañaban, Mendel se aisló y pasó sus últimos días recluido en su celda.
Lo poderoso del relato de Barrett es que cuenta esta historia en paralelo con otra ambientada en el presente, donde destaca la igualdad social que reclamamos hoy las mujeres: “Mis hijas, recientemente involucradas en el movimiento feminista, dijeron que todos mis años de ama de casa me habían reprimido y que necesitaba un trabajo propio”.
En “Aves sin patas” aparece Alfred Wallace (1823-1913) como personaje secundario. Wallace fue un biólogo británico que escribió su propia historia de la evolución por medio de la selección natural, casi contemporáneo a Charles Darwin, motivando a este último a publicar la suya. El científico recibe al protagonista en un puerto perdido del Amazonas, cuando todavía no es famoso. En palabras de la autora, “salvo por la pasión que ardía en él (…) no era más que otro coleccionista altísimo y de abundante cabellera rubia”.
Cada vez que aparecía algún referente de la historia de la ciencia era para mí una motivación a seguir adelante con el libro. De todas formas, en este caso se trataba de un relato que de por sí era atrapante, pues tras despedirse de Wallace el protagonista emprenderá un viaje con un barco lleno de animales, al estilo Noé, pero con consecuencias mucho más graves para los pobres tripulantes y pasajeros del navío.
El libro lleva por título el del último relato, “La fiebre negra”, por lo que voy a cerrar con un comentario sobre el mismo, pues lo tiene más que merecido. Resulta clara y conmovedora la forma en que diferentes poderes atraviesan los lazos familiares, sobre todo el de los más humildes, para forzarlos, dividirlos, romperlos. Esos poderes quiebran, salvan y truncan vidas. La autora cuenta, por ejemplo, la historia de tres hermanos que viajan en un barco y llegan a la estación de cuarentena de la Grosse Isle. Uno de los hermanos ruega que admitan en el hospital a su hermana enferma. Los médicos acceden; sin embargo, no los aceptan ni a él ni a su otro hermano, quedando separados.
La descripción de Barrett de las paupérrimas condiciones de los viajes en barco para huir de guerras y hambre nos enfrenta a la tragedia actual de las pateras o a las diásporas de los refugiados. Poner este relato al final del libro creo que es una manera de cuestionar la idea vulgar de ‘evolución’. Barret parece decirnos: “Reservemos ese término para la biología y dejemos de mencionarlo en los telediarios, pues nuestras sociedades, en muchos aspectos, jamás evolucionan”.
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Autor: Andrea Barrett. Título: La fiebre negra. Editorial: Nórdica. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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