Fotos: Carlos Ruiz
Han pasado diez años desde ese día en el que un grupo no muy numeroso de periodistas culturales no reunimos en la cafetería Embassy de Madrid para conocer a María Dueñas, una mujer esbelta, de rostro sonriente, una profesora de Universidad nacida en Puertollano (Ciudad Real), absolutamente desconocida, de melena lisa, algo más insegura de lo que hoy es y muy vitalista, que acababa de publicar con la editorial Temas de Hoy, del grupo Planeta, la novela El tiempo entre costuras. El libro nos había llegado en forma de galeradas y todos los periodistas nos la habíamos leído avisándonos entre nosotros de la calidad y originalidad de la novela. Manejaba Dueñas una época y unos lugares poco transitados en la literatura. El veredicto fue unánime: era un acierto. El tiempo entre costuras tenía mucho más que los ingredientes de una novela de éxito. Era diferente, especial, contaba una historia de amor e intrigas de tal manera que el lector viajaba por el Tetuán y el Tánger de la época del protectorado español y disfrutaba de sus personajes, especialmente el de la protagonista, la inolvidable Sira Quiroga.
En estos diez años, la novela ha sumado más de cinco millones de lectores y alrededor de 70 ediciones, y ha sido traducida a 40 idiomas, entre ellos el árabe. Se ha llevado la novela a la televisión y sigue siendo un long seller. Diez años después, nos volvemos a reunir un numeroso grupo de periodistas para celebrar el merecido éxito de Dueñas y recorremos el Tetuán de la novela con dos grandes guías: la autora y Ricardo Barceló, uno de los poquísimos españoles que conocieron el Protectorado y aún vive allí, dueño de una memoria sorprendente. Paseamos por la Medina, con sus siete puertas, sus bazares y callejuelas laberínticas, donde perderse es facilísimo. Recordamos todos la escena en la que Sira carga con las pistolas que serían su pasaporte a una vida mejor.
Cuando María Dueñas pasea por las calles de Tetuán nos recuerda lo que algunos ya sabíamos: su relación familiar y sentimental con esa ciudad. La madre de María nació en Tetuán, pero tuvo que abandonar la ciudad cuando al llegar la independencia los militares y los funcionarios como el abuelo de María tuvieron que dejar la ciudad. María nos cuenta en un alto que hacemos en el Instituto Cervantes de allí que se sentía “depositaria de una memoria que si no la contaba se iba a perder”. Estamos en el edificio que le sirvió a Dueñas para crear la casa y el taller de Sira.
Recorremos durante todo el día otros escenarios que nos devuelven a la novela que la mayoría de los que estamos allí estamos releyendo con otros ojos y más datos. Nos acercamos a la Pensión Cama, en la calle La Luneta, que inspiró a María para ambientar la casa de Candelaria, que acoge a Sira en un momento complicado y que acabará convirtiéndose en su amiga.
El germen de esta gran novela fueron dos personajes reales: Juan Luis Beigbeder, ministro de Asuntos Exteriores en la época franquista, un militar carismático y atípico, y Rosalinda Fox, su amante británica, pero la novela es eso, una ficción con un personaje femenino fuerte que llega a Tánger enamorada de un hombre que la engaña y la abandona, pero logra dar un giro a su suerte gracias a su habilidad como costurera.
Dueñas no se plantea una segunda parte de El tiempo entre costuras, y desde entonces ha escrito tres novelas de gran éxito. Sigue inmersa en la promoción de la última, Las hijas del capitán (Planeta) y ya tiene entre manos un nuevo proyecto.
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