No he oído nunca a nadie que juega pachangas con los amigos los fines de semana decir que es futbolista. En cambio, lo de autodenominarse escritor se nos ha ido de las manos. Las redes están llenas de gente que se presenta como tal, sin que les tiemble el pulso. Así, sin anestesia.
Ocurre que muchos de esos «escritores» de redes acuden a los que llevamos años en esto para que les leamos un manuscrito e incluso les ayudemos a publicarlo en una gran editorial. Nos piden que les regalemos nuestro tiempo, algo tan valioso que no se puede comprar, y que además les hagamos un trabajo que nos ha costado media vida.
Confieso que hubo una época en que la educación y el respeto por las ilusiones de quienes pretenden embarcarse en esta aventura (algunos son mis lectores) me hicieron ser más receptivo. Sin embargo, ahora que uno empieza a vislumbrar el final del camino, huyo de estos parásitos.
La faena de toparte con ellos es que, hagas lo que hagas, estás perdido. Si no accedes a leerle escribirá en su Twitter que a Modroño se le ha subido el éxito a la cabeza y que es un soberbio. Y si te pilla el día tonto, le echas un vistazo a su manuscrito y le das (gratis) una crítica constructiva, que se acerca a un informe de lectura, te dirá que no has entendido nada y que no tienes ni puta idea de literatura, que vaya decepción. Incluso muchos de estos se decían amigos, pero ya sabemos que hoy en día todo el mundo es amigo igual que todo el mundo es escritor. Con lo difícil que es encontrarse con unos y con otros.
No obstante, para aquel que tenga la feliz idea de solicitar la ayuda gratuita de un escritor, me permito responder genéricamente con una especie de decálogo, a la vista de mi modesta experiencia.
1) Un escritor no es alguien que escribe como afición, incluso aunque llegue a publicar. Autores hay muchos, escritores hay pocos. No te presentes a Pérez-Reverte o a Dolores Redondo como escritor. Da pena.
2) Si piensas en que tu vida daría para una novela cojonuda y te da por escribirla, desecha la idea. Intenta otra cosa.
3) Lee, por favor. Lee mucho. Especialmente a escritores (no solo autores) españoles actuales. Te dará una idea de cómo está el mercado, te guste o no. Y como me digas «yo me limito a leer a los muertos porque lo de ahora no vale nada»: eres más tonto de lo que creía. Claro que hay que leer a Pardo Bazán, Galdós, Baroja, Chaves Nogales, Cervantes… pero no te limites a ellos. Aparte de que, personalmente, ya no me creo que leas a ninguno. Esa excusa de «no leo para no contaminarme» es tan ridícula como patética.
4) Vive un poco, anda. Viaja, escucha, observa… Sin experiencia vital, la forma en la que escribes se acercará más a una redacción escolar que a una novela que pueda conectar con el público.
5) Transmite tus emociones a los personajes, desnúdate en tus escritos. No has tenido pudor para pedir ayuda a un escritor, no vayas a tenerlo a la hora de escribir.
6) A los lectores les tiene que importar lo que les pasa a los personajes. No tienen por qué empatizar con ellos, pero tienes que despertar su curiosidad desde el principio. Hazlos creíbles, humanos, cercanos…
7) Ponte al día con la ortografía. Los tratamientos, los meses, los días de la semana… no se escriben con mayúscula; los imperativos no son infinitivos; el «aun» de «aun así» no se tilda si no se puede sustituir por «todavía». Y —aunque te excuses con que tu teclado no las tiene— estaría genial que aprendieras a usar las rayas de los diálogos. Te contaré un secreto: no están en ninguno.
8) Cuida la prosa. Adjetiva menos. Una novela no es un ejercicio estilístico, pero tampoco un panfleto. A la mayoría de los lectores les importa tanto la trama como el modo en que se cuenta. Incluso algunos, entre los que me encuentro, valoran más el estilo que la propia historia.
9) Con ello no quiero decir que te olvides de ella. Necesitas un hilo conductor. Un amor, un crimen, un secreto familiar… Y dale coherencia. El lector no es tonto pero tampoco adivino. Únicamente puedes dejar un final abierto si le has facilitado suficientes elementos para que lo cierre por sí mismo. Lo otro es tomarle el pelo.
10) No es necesario que todo el mundo sea escritor. Ignoro por qué profesiones como la de director de banca (yo lo fui muchos años) están tan denostadas y otras como la de escritor conservan ese halo romántico. Es muy complicado vivir solo de las ventas de libros, así que lo más seguro es que los momentos de frustración superen a los de gloria. La frustración se instala. En cambio, la gloria es efímera. Puede que esté chulo ser escritor, pero escribir es más jodido.
Y si, al final, consigues crear un producto digno, elogiado por alguien más que por tu madre o por tu novio, entonces ten paciencia. Trata de captar la atención de profesionales que puedan mejorar tu escrito y ayudarte a publicar. Esa es la manera de ganarse la vida de los proveedores de textos, correctores, agentes, scouts, editores…
No he conocido nunca a un escritor de prestigio que haya llegado al mundo editorial solicitando por correo o por un mensaje en redes la ayuda de otros escritores que empezaron a publicar antes que él. Bastante tenemos con lo nuestro.
Por lo que a mí respecta, si alguien vuelve a escribirme solicitándome intermediación gratuita, me remitiré a estas palabras. Así, sin anestesia.
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