Ahora que las series de televisión se han acercado (o superado incluso) en calidad al cine, empieza a haber también libros que analizan el fenómeno como lo han hecho siempre con la pantalla grande. Uno de los más recomendables es estos «hombres difíciles» (Hombres fuera de serie, en la traducción española), que no son ni más ni menos que los creadores de las series más importantes de lo que se está dando en llamar “la Tercera Época Dorada” de la televisión estadounidense: David Chase (Los Soprano), Shawn Ryan (The Shield), David Milch (Deadwood), David Simon (The Wire), Matthew Weiner (Mad Men) y Vince Gilligan (Breaking Bad). Todos ellos tienen en común el ser pioneros (sobre todo Chase), y también el ser personalidades con las que es difícil trabajar (también sobre todo Chase, y excepto Gilligan, al parecer famoso por ser más bien lo contrario). Junto a la biografía de cada uno de ellos, Brett Martin, de la revista GQ, cuenta cómo concibieron sus series y también cómo pelearon por cada centímetro de independencia, tanto contra sus jefes como contra sus propios demonios y rarezas. Chase, por ejemplo, era un admirador de la Nueva Ola francesa y del Cine Como Dios Manda que se veía a sí mismo como un traidor a sus ideales al aceptar trabajar en televisión, y cuando eso dejó de ser un estigma (en gran parte debido a sus Soprano), siguió pensando lo mismo, con gran vena de pesimismo mediterráneo (el apellido original de su familia es De Cesare). Simon es un polemista nato, exreportero de prensa, aficionado a escribir largas e intensas parrafadas sobre lo que toque, en especial para salvar series de la cancelación. Weiner, considerado un poco la oveja negra de su familia, es de un detallismo puntilloso en sus reconstrucciones de los 60 y muy celoso de sus apariciones en los créditos y en las entregas de premios. Milch encarga a otros escribir los guiones y luego los reescribe él hasta dejarlos irreconocibles. Gilligan, tras amplia experiencia en Expediente X, no sabía de la existencia de Weeds antes de concebir Breaking Bad y a punto estuvo esta serie de no existir. Etcétera etcétera. El libro es una fuente inagotable de momentos puntuales que podrían haber cambiado completamente la historia de su medio.
Todas estas series, y otras como Damages, Policías de Nueva York, Rescue Me, Generation Kill, A dos metros bajo tierra y varias otras que aparecen en el libro, a menudo se solapaban unas con otras en la emisión original, así que es difícil mantener un orden estrictamente cronológico, pero en el libro se aprecia bastante bien la progresión que hizo que para cuando se estrenara la en principio “infilmable” Juego de tronos, los nombres de canales como HBO, AMC, Showtime o FX fueran casi una garantía de calidad, o al menos una posibilidad clara de llegar adonde las cadenas generalistas alcanzaban solo con gotas aisladas de calidad como Perdidos o El ala oeste. Porque esa es una de las claves de esta nueva era dorada: los canales de pago y su mayor libertad para tratar temas más adultos, desde el punto de vista del sexo y la violencia en pantalla, los tacos en el lenguaje o las tramas al servicio de la historia, y no al de alargarla lo más posible. Las temporadas de 12-13 episodios al año en lugar de 22-24 también son un detalle importante para lograr mayor calidad.
El libro se centra en estos creadores principales, aunque también se explora el tema de la autoría real en algo tan colaborativo como una serie de televisión, donde las writing rooms de ocho personas para arriba, que pueden cambiar casi al completo de una temporada a otra, reparten mucho el mérito final de quién escribió cada cosa que ocurre en pantalla. Sin embargo, cada serie suele tener un nombre central asociado a ella, y el showrunner de turno es ahora la persona en quien se centran las miradas tanto en caso de fracaso como de éxito. A pesar de ello, alguna vez se mencionan detalles importantes de productores como Chris Albrecht, de HBO, o actores como James Gandolfini, cuya intensidad como Tony Soprano tuvo su coste psicológico.
En fin, que al igual que pasa con el clásico Easy Riders, Raging Bulls (Moteros tranquilos, toros salvajes) de Peter Biskind y el cine de los años 70, este libro cuenta la historia de cómo nació una época importante en el arte del que se ocupa y de quiénes fueron los principales causantes de su brillantez. Obviamente, tiene spoilers, pero es que si no, no se puede hablar bien de según qué fundidos a negro, polis corruptos o camellos asesinados.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: