Género temible donde los haya, el biopic musical que explotó a raíz del fenomenal éxito del dedicado a Queen, Bohemian Rapsody, trata de analizar “fenómenos culturales” con nostalgia y respeto a los representados y sus, previsiblemente, múltiples seguidores. Ni el reciente de Milli Vanilli, ni el de Whitney Houston o el de Tina Turner han logrado trascender mínimamente en ningún aspecto, por mucho que haya sonadas excepciones como Elvis, de Bad Luhrmann, al menos por el puro espectáculo visual que aporta, o mirando ya a tierras españolas, el de los Hombres G titulado Voy a pasármelo bien, por adoptar una perspectiva diferente a la habitual en este tipo de productos.
Disco, Ibiza, Locomía no utiliza ese recurso, pero justo es reconocer que la película de un (inesperado) Kike Maíllo se coloca en el espectro ganador de este maltrecho y nostálgico subgénero. Lo es gracias a la gamberra voluntad del director y sus guionistas de subrayar los elementos cómicos y de enredo incluso por encima de esos imprescindibles componentes reivindicativos de todo film con un cierto contenido simbólico para la cultura gay. Maíllo sabe cómo introducir este aspecto de manera eficaz en momentos puntuales, como ese diálogo final del manager José Luis Gil (Alberto Amman) con Xavi Font (Jaime Lorente), que además de esa necesaria recompensa sentimental añade, también, un interesante plus subversivo a toda la odisea.
Efectivamente, y dejando de lado el valor del grupo musical en su época, no tanto musical o artístico sino sobre todo a la hora de cuestionar ciertos roles masculinos (llama la atención cómo ni su público femenino ni el masculino parece percatarse de la evidente homosexualidad de sus componentes) la película Disco, Ibiza, Locomía parece en sus compases finales renunciar a satanizar la figura del manager, aparente explotador del grupo de chavales, y equilibrar este rol con el evidente egoísmo y hasta extorsión, solo que sentimental, ejercida por el personaje de Lorente en el papel de líder del grupo. Se trata de un interesante golpe de efecto en una película bien armada, convencional en sus (obligados) pasajes dramáticos pero más interesante y eficaz como comedia chiflada de instituto.
Porque, en efecto, Disco, Ibiza, Locomía parece más interesada durante gran parte de su ajustado metraje en narrar las pequeñas canalladas del grupo a su manager, ocupando ambos bandos los roles de los estudiantes de una comedia universitaria a lo Desmadre a lo americana, y el previsible rector o figura autoritaria que trata de encajar los arrebatos de rebeldía cómica de sus alumnos. Esta filosofía de “película de juergas” ofrece los mejores momentos del relato, sin duda muy por encima de sus pasajes sentimentales, convirtiendo lo que hubiera sido un convencional biopic en una divertida y gansa comedia de enredo. Ahí está la inesperada visita de unos despistados padres a la casa mallorquina donde se aloja el taller del grupo, la fiesta en una casa en la Sierra y otros momentos que tratan siempre de restar trascendencia a la historia… y que paradójicamente restauran la dignidad de los personajes mientras aparentemente la arrastran por el suelo.
Jaime Llorente y Blanca Suárez desaparecen en sus roles en manos de Maíllo, proporcionando una de las mejores y más naturales actuaciones en una película técnicamente irreprochable, que no se pierde en manifestaciones nostálgicas y que decide narrar y explotar la vis cómica de sus protagonistas con habilidad. Lo mejor es, de todas formas, cómo Maíllo rompe la rutina a base de capas de oficio cinematográfico, con un montaje bien aquilatado y un talento a la hora de explotar la espontaneidad de todo (actuaciones, situaciones…) en las antípodas de la película de ciencia ficción que supuso su notable debut, Eva, así como otras aventuras posteriores.
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