Lo escribió Tolstoi en el inicio de Ana Karenina: “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. Lluvia fina es la crónica de una familia infeliz. Uno de sus personajes, Aurora, profesora de primaria, se caracteriza por ser apacible y prudente, y por eso todos los miembros de la familia acuden a ella para contarle sus pesares. Su papel de confidente le hace destinataria de historias compartidas por todos, que pertenecen al pasado pero que condicionan la vida de cada uno de ellos. Lo que desencadena la narración es el 80 cumpleaños de la suegra de Aurora. Su marido, Gabriel, tiene la idea de celebrarlo reuniendo a toda la familia. “Hay demasiadas telarañas en vuestro pasado”, le advierte Aurora a su cuñada (pág. 135). Y tiene razón, porque la idea del encuentro festivo se convierte en un foco de discordias. Algo en principio inocente deriva en el recuerdo de rencillas familiares, que sacan a la superficie las frustraciones de todos.
Tres son los aspectos que hacen de Lluvia fina una novela especial: el punto de vista de la narración, el retrato de los personajes y la visión del ser humano que transmite el texto. La novela se construye con varias voces de narradores, que tienen como destinatario común de sus conversaciones a Aurora. La historia se transmite a través del diálogo. Y éste se produce en dos niveles temporales, porque los personajes le cuentan a Aurora las charlas que han mantenido antes entre ellos. Esta difícil técnica narrativa está magníficamente empleada en la novela. Aurora, convertida en lo que Genette calificaba como “narratorio”, va conociendo la historia familiar por las confidencias que le hacen los demás personajes. El que esas confidencias se produzcan básicamente de forma telefónica da idea de la distancia que separa a los protagonistas de esta historia.
El retrato psicológico de los personajes es otro de los logros del libro. Lluvia fina es una novela de personajes, que van desvelando los recovecos de su carácter, la ambigüedad de su comportamiento, los muchos pliegues que esconden los verdaderos motivos que mueven la conducta humana. La familia formada por Gabriel y Sonia ha vivido siempre en el barrio madrileño de La Latina. Cuando el padre murió, “la casa se volvió para siempre un lugar triste” (pág. 30). La madre es una mujer rígida, seria, austera, que trastoca la vida de todos. A la hija mayor, Sonia, la casó con 15 años con un hombre que tenía 36 y bastante dinero. La otra hija, Andrea, se sintió abandonada desde niña. Quiso crear un grupo metal, ser monja, casarse con el marido de su hermana, suicidarse… Sobre Gabriel, el hijo más joven, al que todos consideran un hombre feliz, Aurora, su mujer, va descubriendo las contradicciones de su conducta. Profesor de filosofía en un instituto, su actitud impasible no es reflejo de placidez, sino consecuencia de que ha asumido como habitual el aburrimiento, la melancolía y el tedio de vivir (pág. 104).
Los retratos de estos personajes no son unívocos ni muestran un perfil plano. Uno de los méritos de esta novela es ir desvelando facetas diferentes de los protagonistas a través de las visiones subjetivas que aporta cada uno de ellos. Su mirada parcial indica el conocimiento nebuloso y siempre incompleto que podemos alcanzar de aquellos que nos rodean. Horacio, exmarido de Sonia, que aparece al principio como infantil y meloso, se revela después como un degenerado. Y Aurora, que parecía una mujer serena y comprensiva, conocerá al final la doblez, la secreta falsedad, la mentira general de su vida (pág. 229). Y lo que había empezado para ella como simples confidencias acaba en drama.
Aunque el relato está centrado fundamentalmente en el entorno de una familia, la novela refleja temas sociales de actualidad, como la situación de la mujer o el debate de los animalistas, y alcanza un significado existencial. “Mamá siempre ha pensado que las mujeres hemos nacido para sufrir”, dice Sonia cuando confiesa el maltrato al que estuvo sometida durante años.
Lluvia fina se inserta en el tema global de la literatura de Luis Landero. Desde que publicó en 1989 Juegos de la edad tardía, Landero ha tratado desde perspectivas diferentes el contraste que existe entre los sueños que cada uno conserva en su memoria y la prosaica realidad en la que vive. Sus novelas surgen de una pregunta que se hacen todos los personajes en sus libros: ¿dónde se encuentra la felicidad? Esa es la historia que leemos en El guitarrista, en Hoy, Júpiter, en El balcón en invierno. Y ese es también el motor de esta novela, en la que los sueños de los personajes están abocados al fracaso. “Unos más y otros menos, todos nos inventamos un poco nuestras vidas”, dice Aurora. Ese es el relato que nos hacemos a nosotros mismos y que contamos a los demás. Y ese es el material con el que trabaja la literatura.
La novela se cierra con las mismas palabras con las que se inicia: Aurora sabe que esas historias que nos contamos no son inocentes, “que los relatos no son inocentes, no del todo inocentes, y que no es verdad que a las palabras se las lleve tan fácilmente el viento”. Porque las palabras pueden salvar, pero también condenan.
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Autor: Luis Landero. Título: Lluvia fina. Editorial: Tusquets. Venta: Amazon y Fnac
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