«Creo que fue en 1991 cuando fui de excursión escolar a Perpiñán. Hacíamos parada en Colliure, donde visitamos la tumba de Antonio Machado…y allí, mientras mi amigo Enrique, como ‘castigo’ por canturrear canciones obscenas en el autobús, recitaba unos versos ante los restos del poeta, yo curioseaba por los alrededores. Semienterrada, una vieja carpeta me llamó la atención; aún más el hecho de que contuviera esta redacción escolar del pequeño Machado que ahora, 25 años después, decido sacar a la luz. Va por ti, Enrique…lo que entonces tomaste como un castigo, yo ahora lo veo como un privilegio».
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