Fotografía de portada: Carlos Ruiz.
Durante mucho tiempo, a Dolores Conquero la conocimos como periodista, pero los últimos años la hemos visto más en su faceta de autora. Ha publicado Filmando: seis maneras de hacer cine en España (Nuer), el libro de biografías Amores contra el tiempo (ed. Planeta) y la novela Soñé en La Habana. Además, ha participado en el libro Sean Connery: el hombre que dijo nunca jamás y en las antologías de relatos Amores canallas y Amor y periodismo. Ahora llega a las librerías su primer libro de poemas, Antes de despertar, editado por Cuadernos del Laberinto. Conquero, sin embargo, no es nueva en la poesía, pues en el pasado fue premiada por José Hierro y Claudio Rodríguez.
Sobre todo eso hemos tenido ocasión de hablar con ella en Madrid, en una charla tranquila, como las que a ella le gustan.
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—Un libro de cine, otro de biografías, novela, poesía… Lo suyo es tocar todos los palos.
—No necesariamente. Son distintas formas de lo mismo: una pulsión por escribir, por contar. El lector atento ve pronto algo común a todos ellos. En cuanto a las temáticas, entiendo que mi último libro, el poemario Antes de despertar, choque a algunos, pero quizá no tanto cuando sepan que en realidad lo escribí hace mucho, antes de mi libro de biografías.
—¿Es cierto que lo escribió hace 15 años y que algún editor le desaconsejó publicarlo?
—Sí, más de uno. Me decían que el libro era bueno, pero que el tema, ay, el tema… No interesaba, no se iba a entender… Supongo que si hace no tanto apenas estábamos sensibilizados contra el maltrato en general, mucho menos lo estábamos contra el maltrato psicológico. Tengo una amiga que, según me contó, descubrió que lo estaba sufriendo mientras veía la película Luz de gas. Viendo a Ingrid Bergman en la pantalla, quedó en shock y se dijo: “Eso es exactamente lo que hace mi pareja conmigo”. Lo cierto es que yo misma lo guardé en un cajón, y solo hace un par de años me decidí a intentarlo de nuevo.
—¿Y publicarlo ahora, cuando el tema está de plena actualidad, a qué se debe?
—A una casualidad, claramente, aún no sé si feliz o no. La editora me aceptó el manuscrito en noviembre o diciembre del pasado año; Verónica Aranda escribió el prólogo en enero del 21. Desde esa fecha hasta aquí hemos estado corrigiendo las pruebas, diseñando la cubierta, discutiendo unas opciones u otras.
—Usted conoció a Claudio Rodríguez y José Hierro, que la premiaron hace mucho tiempo.
—En el año 97 obtuve el accésit del Premio Gerardo Diego que convocaba el ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón. José Hierro formaba parte del jurado, pero no pudo acudir a la entrega. Claudio Rodríguez lo presidía, y ese día, en el cóctel posterior, sentado en el patio de la Casa de Cultura, me dijo lo más bonito que me han dicho nunca: “Eres de los nuestros”. Sin embargo, tardé mucho en volver a la poesía, bien es cierto que mi trabajo de periodista me robaba entonces demasiada energía.
—La pregunta es inevitable: ¿cuánto hay de autobiográfico en Antes de despertar?
—Siento decirle que la respuesta también lo es. En la lírica lo que importa es el yo poético, y cuánto hay del yo biográfico en aquel queda a juicio del lector, entre otras cosas porque, diga yo lo que diga, cada persona lo verá de una manera. Sí me gustaría recordar que hay innumerables ejemplos de literatura ficcional y no por eso tienen menos verdad, quizá al contrario, porque al escribir se es un poco más libre. Lo que sí puedo decir es que jamás escribo de algo que no conozca bien.
—Anne Carson asegura que La belleza del marido es ficción.
—Ahí lo tiene. Es un ejemplo que todos tenemos fresco. Y, sin embargo, al leerla parece que estuviera hablando de su marido… y del nuestro.
—Verónica Aranda escribe en el prólogo que la estructura de Antes de despertar, compacta, “acaba trascendiendo el relato de una relación sentimental erosionada, y la resistencia a salir de la misma, para indagar en los abismos y las complejidades de la mente humana”. Y, más añade: “Analiza sin pudor el instinto animal de supervivencia”.
—Y tiene razón. Ella misma habla al final de ese prólogo de indagación interior y meditación moral. No sé si eso es bueno o malo, pero es lo que el tema me sugería y ahí sí que fui a por todas. Son muchos los que han dicho que el poeta es, por definición, impúdico. Yo lo suscribo.
—Si tengo que encontrar algo común a sus libros, pese a sus aparentes diferencias, es lo fácil que fluye en ellos la escritura.
—Gracias. Es una de mis mayores preocupaciones cuando escribo, da igual que tenga entre manos una biografía o un relato: que tenga un ritmo, que se lea bien y que no se le noten las costuras. No sabría explicarlo, pero a veces, en el conjunto, algo chirría, aunque aparentemente esté bien escrito (no tiene nada que ver). Entonces sé que algo falla. Cuando releo, por ejemplo, necesito silencio absoluto para comprobar esto (después de haber hecho ya decenas de revisiones). Pues bien: si algo me interrumpe, necesito volver a empezar, porque ya he perdido el hilo.
—Supongo que en eso algo habrá tenido que ver todos los años que ha ejercido el periodismo.
—Por supuesto. Hay algo que no lo dan ni los estudios ni la mayor o menor facilidad para escribir, y es el oficio. Es un placer también sentir cómo poco a poco se domina lo que al principio parecía tan complicado. En cuanto a la economía de lenguaje y a su aparente sencillez, es una elección, por supuesto. Detesto lo que Javier Marías denominó una vez “la escritura del olé”, esa que se hace para que la gente diga “Mira qué bien escribe fulanito”. Y lo mismo es aplicable al cine. ¡Cuánto director hay que se recrea en mostrarnos lo bien que maneja la cámara y olvida lo que está contando!
—En su libro hay referencias a Lorca y José Hierro, pero también a Primo Levi, a cineastas como Juan José Campanella y hasta a un cantautor, el cubano Silvio Rodríguez. ¿Le gusta traspasar los géneros literarios?
—Es inevitable en nuestra cultura. No conozco a nadie que no tenga referencias de uno u otro signo, bien agitadas y mezcladas. En la prosa también lo hago. Lo he hecho siempre. De todas ellas, por la que más me pregunta la gente joven que ha leído Antes de despertar es por la referencia a Silvio Rodríguez. En uno de los poemas, Canción del secreto, digo: “Solo me queda / como decía Silvio / pedir que me perdonen / por este día los muertos”, y nadie con menos de 30 lo pilla. Como diría mi hija [ríe], se ve que soy una boomer.
—En su biografía llama la atención que ha editado de todas las maneras posibles: con editoriales independientes, con un gran sello como Planeta, e incluso que se ha editado usted misma, en el caso de la novela Soñé en la Habana. ¿Podría contarnos cómo ha sido su experiencia en unas y otras?
—Mi primer libro, el de cine, se publicó hace mucho tiempo en una editorial especializada, porque era lo suyo. Recuerdo que la tirada, de 3000 ejemplares, entonces me pareció pequeña. Ahora eso es mucho, solo lo hacen las grandes y en según qué casos. Mi experiencia con Planeta (Amores contra el tiempo) fue buena, aunque pronto comprendí que tienen muchos títulos y que, por fuerza, se implican más en aquellos que les van a reportar más. Mi siguiente libro, la novela Soñé en La Habana, la quise publicar directamente en Amazon, sin la mediación de ninguna editorial, un poco por probar y por experimentar. Había visto a algunos autores a los que les iba bien, se eliminan intermediarios y en teoría el autor recibe más (ya conocerá la eterna queja nuestra, del poco porcentaje de las ventas que nos llevamos con las editoriales tradicionales). También hubo algo que influyó: alguna editorial se lo tomó con calma y yo sabía que tenía una historia que así no se había contado nunca. Me daba terror que alguien se me adelantara mientras tanto. Bien, he aprendido mucho, pero personalmente no repetiré la experiencia.
—¿Puede ser un poco más explícita sobre este tema?
—Supongo que los que se defienden económicamente en esa plataforma son los que primero llegaron (no fue mi caso). Ahora es una selva en la que destacar cuesta tanto o más que en el mercado convencional, y los que lo hacen publican libros constantemente (tampoco es mi caso ni quiero que lo sea). Y, en fin, cuando se va por libre, le toca a uno moverse para que el libro se conozca. Lo único bueno, para mí, es que se tiene control sobre todo el proceso y acceso real y en todo momento a las cifras (ventas en papel y en ebook, países en los que más se vende y cuándo…). Eso jamás se tiene con una editorial normal, que da un resumen anual y ya está. Pero con enterarte de todas esas cosas una vez es suficiente.
—¿Echa de menos sus años de periodismo?
—Echo me menos los buenos años del periodismo, cuando en El País hacía largas entrevistas y reportajes de cine para Tentaciones, El Semanal, Babelia (hubo un tiempo en que se abría con una doble página de cine) y, sobre todo, El Espectador, un suplemento especializado en cine. Era frecuente quedar con el entrevistado en solitario, con tiempo para hablar, asistir a los rodajes… También me gustaba escribir en la revista Nickel Odeon. Allí, ni Garci ni Juan Cobos ponían límite alguno. Es el único sitio que he conocido donde maquetaban el artículo en función del texto enviado; al autor no se le cortaba jamás ni una línea.
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Autor: Dolores Conquero. Título: Antes de despertar. Editorial: Cuadernos del laberinto. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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