Dice Larissa MacFarquhar, una periodista especializada en hacer perfiles para la revista The New Yorker, que para llegar al fondo de los personajes “lo esencial es aprender a callar.” Cuando, en 1996, su colega Mark Singer se convirtió durante un tiempo en la sombra de Donald Trump para escribir un texto sobre él, la recomendación de MacFarquhar se elevó a la categoría de “regla de oro” pues propició que el empresario revelara todo lo pintoresco que es.
Aquel año, Singer había estado ocupado con la elaboración de un libro, así que cuando su jefa de entonces, la editora Tina Brown, le llamó para encargarle una nota sobre Trump se vio en la obligación de aceptar. “En principio pensé que escribiría el libro en un año y medio y, al final, tardé cuatro. Corría peligro de que, si no cumplía la misión, Tina metiera mis testículos en un frasco. Por eso me puse manos a la obra.” Hace 20 años Donald Trump no tenía las aspiraciones políticas que tiene hoy o, por lo menos, las disimulaba alardeando constantemente sobre su fortuna, su manera de hacer negocios y sus mujeres. De manera que para el reportero el objetivo era “discernir a la persona del personaje” situado en una esfera “poco seria.” Para ello, como es lógico, contó con el permiso para escuchar, mirar y hacer preguntas.
Al finalizar su periplo por el “mundo Trump”, Mark Singer llegó a la conclusión de que el dueño de varios rascacielos “en el fondo, quiere ser Madonna.” El perfil que escribió se publicó entonces con gran éxito en The New Yorker y, dos décadas después, cuando Donald Trump “puede” llegar a ser presidente de Estados Unidos, lo ha recuperado y actualizado. El resultado es El show de Trump. El perfil de un vendedor de humo (Debate), un libro breve pero contundente, cuyas páginas taladran hasta el fondo de un hombre que, como dice David Remnick en el prólogo, es “un producto local de Nueva York, como el olor de la plataforma del metro en la estación Times Square a mediados de agosto.”
Poco después de haberse publicado el perfil de Singer, Donald Trump lanzó al mercado su libro Trump: the art of the comeback y, en el capítulo titulado “La prensa y otros microbios”, le dedicó unas líneas al reportero: “cuando Mark Singer entró en mi oficina, sentí de inmediato que no era gran cosa, alguien sin rasgos memorables, con una leve expresión burlona y un resentimiento latente.” Más tarde diría: “Singer es un auténtico perdedor.”
A Trump no le gustan los periodistas, pero sabe que le pueden ser útiles. Y que polemizar con ellos y/o con los medios donde trabajan aumenta su popularidad. Por eso no ha dudado en exhibir sus “acuerdos prematrimoniales”, sus divorcios, sus enormes y “lujosas” casas y edificios, a pesar de que sólo una parte de las construcciones que llevan su nombre son, en realidad, de su propiedad. Pocos como él han sabido cultivar su imagen, sintiéndose orgullosos de no haberse declarado nunca en bancarrota y de salir de las crisis más rico que antes.
El periodista David Remnick tiene una teoría acerca de por qué y en qué momento Trump decidió ir a por la presidencia de Estados Unidos. Dice que en la cena para corresponsales de 2011, que anualmente ofrece la Casa Blanca a los periodistas, Barack Obama decidió (como una broma más del evento) divulgar “el vídeo de su nacimiento” para disipar las dudas que días antes había sembrado Donald Trump (“Obama nació en África”): un fragmento de la película El rey León. “Trump frunció el ceño, tensó la mandíbula y apretó los labios. Estaba profundamente disgustado”, dice Remnick, para quien “los celos y el resentimiento” de esa noche pudieron haberse transformado en “planeación decidida.”
Pero, ¿por qué este hijo (y alumno ejemplar) de un empresario inmobiliario es hoy un serio rival a vencer en la carrera hacia la Casa Blanca? ¿Por qué, sobre todo, hay quien aparentemente apoya sus provocaciones, insultos y amenazas (contra los latinos, contra los negros, contra los musulmanes, contra las mujeres)? Quizá la explicación se encuentre en lo que Mark Singer ha visto en los últimos meses y que ahora relata en este perfil actualizado que se lee en una sentada: “hay miles de votantes reales, con miedos reales y agravios largamente reprimidos que se apiñan en sus mítines. Se trata de ciudadanos cuyo resentimiento y enojo se había impregnado con la crónica mala fe de sus representantes. (…) Gracias a su genio para poner en escena la falsa fraternidad, Trump sabe muy bien qué cuerdas tocar y cuándo.”
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Autor: Mark Singer. Título: El show de Trump. El perfil de un vendedor de humo. Editorial: Debate. Edición: Papel y ebook
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