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Donde los muertos hablan

Donde los muertos hablan

Me lo he pasado muy bien leyendo este libro, sobre todo porque es una bocanada de aire fresco en la literatura actual, que viene, además, renovado por los aires de cambio de una literatura escrita por mujeres, desde Belén Gopegui, hasta la más reciente Cristina Morales, Blanca Andreu, Sara Mesa o Sabina Urraca, pongo por caso.

Alba Carballal (Lugo, 1992), por su parte, viene a contarnos en su segunda novela una historia muy punki sobre la vida en Galicia. Ya el propio título, a los nacidos en la década de los 70, nos conduce siempre a la referencia musical de Siniestro Total, el grupo que expresó el desencanto de una Galicia que se convertiría en el lugar de paso de los petroleros que encallaban y vertían fuel, y también en el destino final de una cocaína que se impuso como moda en una Galicia entre la emigración secular y el oportunismo mercantilista del tráfico de estupefacientes que destroza cualquier posible historia.

Mezcla Carballal en el relato diferentes texturas narrativas: en la primera parte “fotografías”, con las que, además, se abre el libro y donde retrata a los diferentes personajes de la novela, recurso que me recuerda a Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo.

"Encabezan sus episodios diferentes títulos de canciones que aluden, continuamente, a una mitología e iconografía pop de los ochenta y los noventa"

Combina, además, con naturalidad el castellano y el galego. Diferentes personajes hablan en gallego y se mezcla, sin complejos, en la conversación en castellano, páginas enteras escritas así, y la enorme oralidad que domina estas escenas da un valor añadido a la narrativa, incorporando diferentes usos y registros idiomáticos, dando veracidad a esos personajes que anclan el andamiaje estético y sentimental de la novela, tan importante para el edificio total en conjunto. La estructura es importantísima en este libro.

Novela de fragmentos, como no puede ser de otra forma en la narrativa actual.

Encabezan sus episodios diferentes títulos de canciones que aluden, continuamente, a una mitología e iconografía pop de los ochenta y los noventa. Así como las diferentes catástrofes medioambientales, desde Chernóbil hasta el desastre del Andros Patria.

"La novela se crea mediante capas, mediante superposiciones de distintos narradores que desarrollan la historia principal"

Historias cortas, canciones punk: guitarra, bajo y batería que no dejan en ningún momento que desfallezca la narración, historias breves que nacen desde la oralidad (he leído gran parte de la novela en voz alta, y es un placer). A veces parecen estas historias ser reels que se superponen, aparentemente, sin organización alguna, mientras se va tejiendo una historia mayor, la del recuerdo, encarnado en una historia descarnada: olvido, brutalismo, incluso los muertos que hablan, aquellos ausentes que, desde la novela, aconsejan desde la calma omnisciente de todos los difuntos.

También encontramos elementos metaliterarios, en donde la autora misma habla de la propia narración (¿si acaso demasiado?), restando seriedad a una novela de estructura tan compleja, acercándola a la parodia de la posible novela posmoderna que está intentando escribir (todo escritor que se precie debería intentar escribirla, al menos una vez en la vida).

“Apenas me despego del paternalismo propio de la omnisciencia. Decimonónica, de pronto: sin duda, mi profesora de Lengua de la ESO se habría llevado una alegría.” p. 70.

Porque sabe que “[…] también es bueno permitir que el relato se oxigene y que los hechos avancen por su cuenta […]” p. 71.

La novela se crea mediante capas, mediante superposiciones de distintos narradores que desarrollan la historia principal, incluso habla el muerto a su hijo nonato.

"Explica las condiciones de la industrialización en Galicia y lo que trajo consigo, pobreza, segregación, desencanto, mágoa, droga, fariña, como el negativo de un proceso de cambio"

Sin embargo, la historia central es la narración de las actividades pre-ecologistas del Xurelo, un humilde barco palangrero que tuvo la osadía de adentrarse hasta unas quinientas millas en mar abierto (lo tuve que buscar en Google, que conste) para oponerse a la actividad, abiertamente permitida por distintos gobiernos europeos, de arrojar la basura radiactiva en la Fosa Atlántica, práctica común en la época, que este grupo de personas denunció, hasta verse acorralado entre dos grandes barcos petroleros que se estaban deshaciendo de material. El barco de Greenpeace, por problemas técnicos, no pudo acercarse a ese acto de denuncia y sí lo hizo el humilde Xurelo.

La novela gira en torno a la abogada ambientalista Aida Cela, la única mujer que participó en estos hechos, como pionera ecologista que tanto ayudó a acabar con tal práctica, mientras explica las condiciones de la industrialización en Galicia y lo que trajo consigo, pobreza, segregación, desencanto, mágoa, droga, fariña, como el negativo de un proceso de cambio. Mientras Galicia se enriquecía con las prisas de una indistrialización, la población sufría las consecuencias que el progreso traía consigo, el germen de la destrucción de un estado arcádico de una lejana Galicia ancestral, y el precio tan alto que tuvo que pagar para pertenecer a ese supuesto bienestar social que nunca fue tal.

"Las catástrofes ecológicas, los hijos no nacidos y las maternidades no deseadas se entremezclan entre la expresión del fracaso sentimental y social de unas décadas turbulentas"

En la segunda parte de la novela, dividida esta en un tríptico de modernidad, hay un cambio de escenario, ahora Valencia y el Mediterráneo. La autora aparece con mayor asiduidad en la narrativa posmoderna de una escritora moderna y comprometida. Lo asegura a cada paso de la misma. Aumentan también los rasgos autoriales, en especial los que tienen que ver con el estilo. El estilo es el marchamo del autor, que había desaparecido, según Barthes, pero Carballal lo niega una y otra vez.

Sigue el relato del desencanto, aparece una nueva textura narrativa, la hoja del fanzine, que salpica la narración de detalles, mientras aumentan las repeticiones como recurso expresivo.

Las catástrofes ecológicas, los hijos no nacidos y las maternidades no deseadas se entremezclan entre la expresión del fracaso sentimental y social de unas décadas turbulentas:

“Controla. El primer año sin Mercury. Controla. La peseta devaluada. Controla. El Banco de España. Controla”. p. 175.

“Pongamos que las noticias vuelan. Pongamos que a un empresario de Noia le viene bien un contacto en las Rías Altas. Pongamos que la familia de nuestro hombre fue más poderosa de lo que es […]» p. 168.

Sí, Carballal es audaz es su narración, en la planificación de la historia, en la destrucción metódica de la narrativa tradicional, y es aparentemente tan sin sistema que todo ese procedimiento debe desvelar el animal literario que tienes que llevar dentro para acometer la narración de la novela total de la posmodernidad.

De la Galicia punki a la ruta del bakalao, mezclando «Miña terra galega» con las luces de los garitos, las catedrales de la droga de síntesis, nuevos tiempos para otra lírica.

"Quizá desvela demasiado en esa técnica, antigua, por otra parte, cervantina diría, como referencia más clara, de la autora acompañando al lector"

Se suceden las tramas de corrupción, mentiras, sexo y cintas de videovigilancia, locales más grandes para laboratorios móviles de introducción de sustancias cuyo fin sería la Ibiza casposa. Concejales untados en la época deseada de la democracia, de la transitoriedad, de la que aún seguimos recogiendo estos lodos. Nada nuevo bajo el sol.

Es una novela muy lograda desde el aspecto técnico. Si bien no destruye a la autora, sí deconstruye a los personajes, los cuales se van creando mediante la superposición de capas estructurales.

En la tercera parte añade una textura más a la narrativa, el discurso religioso, pseudoeucarístico, para añadir un matiz de falsa redención, así como una literatura de recetas maternales, cuando se vienen a solucionar las cosas, en una anagnórisis del terruño, volver para descreer. Para afianzar los motivos por los que nos fuimos.

Quizá desvela demasiado en esa técnica, antigua, por otra parte, cervantina diría, como referencia más clara, de la autora acompañando al lector; autora a la que sorprende que este lector (ideal) haya llegado tan lejos, y que añade un espejo deformante a la confianza del mismo.

“Oh, take me back to the start”, se llama uno de los capítulos de la tercera parte. La novela se hace más metaliteraria conforme avanza.

"Una buena muestra de lo que puede llegar a ser una buena literatura, una que se ría de los cánones, que destroce el relato tradicional"

El hijo gay que debe esconder aún, en su madurez, que su pareja es su amigo. Una hija que no sabe cocinar. La modernidad tiene estas cosas. Los paisanos en la Iglesia criticando al marica de vuelta a cuidar a su padre porque sus hermanas no lo hicieron. Un rey Lear posmoderno. El hijo que menos quería es quien más te quiere, ese que se vestía de niña cuando era niño.

“Dichoso el que teme al Señor. E dalle con eso. Esta es la bendición del hombre que teme al Señor. Ponerse un buen par de tetas los sábados por la noche.” p. 258.

Novela explosiva por las diferentes texturas, por la digestión de las lecturas hechas, en la disparidad de voces dentro del relato, por la metaliteratura, el compromiso ecologista, la denuncia social en sus páginas, convierten a este libro en una buena muestra de lo que puede llegar a ser una buena literatura, una que se ría de los cánones, que destroce el relato tradicional y que, a la larga, se convierta ella misma en una muestra de la lucha literaria contra la mediocridad.

Con el tiempo todo llega.

La tradición la construyen los muertos.

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Autora: Alba Carballal. Título: Bailaréis sobre mi tumba. Editorial: Seix Barral. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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