Llevo horas persiguiéndote por toda la ciudad y no hay rastro de ti. Le he preguntado al dragón de la cueva, al vendedor ambulante de obwarzanki, a la estatua de Kazimierz III y al rabino Remuh. Ninguno supo decirme cuál es tu paradero. ¿Dónde te escondes, Szymborska?
Cuando imaginaba mi viaje a Cracovia, pensaba que sus calles —las tuyas— estarían decoradas con tus versos. Que los pasos de peatones tendrían la forma de tus poemas. Que las mansiones de la plaza del mercado estarían pintadas con tus poesías. Pero nada me lleva a tu lírica en esta —tu— ciudad.
Mi no llegada a la ciudad de N
tuvo lugar puntualmente.
Fuiste avisado con
una carta no enviada.
Lograste no llegar
a la hora prevista.
Llegué eufórico a Cracovia después de descubrir el Pan Tadeusz en Breslavia, dispuesto a reconquistar Lituania para tu país, pero acabé exhausto y vencido en la subida al castillo. En la Catedral no reposaban tus huesos sino los del gemelo Kaczyński. Malos tiempos para la lírica también en la bella Polonia.
No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.
Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.
Magda cree recordar que en el centro hay una exposición que habla de ti. Corremos rápido para ver si todavía está abierta. Llegamos tarde. Tras el cristal ni siquiera soy capaz de adivinar una foto tuya. Desesperado por no encontrarte me dirijo al bar. Los mad dogs queman mi garganta, y mi corazón.
No parecía que de este cuarto no hubiera salida,
al menos por la puerta,
o que no tuviera alguna perspectiva, al menos desde la ventana.
Mañana sale mi tren a primera hora. No podré verte en la sala de exposiciones. Releo tus versos en la cama del hotel con complejo de culpa. Cabeceo. Las gafas patinan por mi nariz hasta las páginas de tu libro. La siguiente vez que me despierto son las 5 de la mañana. Alguien apagó la luz y me tapó con la manta. ¿Fuiste tú, Szymborska?
El instante más fugaz también tiene su pasado,
su viernes antes del sábado,
su mayo antes de junio.
Y son tan reales sus horizontes
como los de los prismáticos de los estrategas.
Ya no hay vuelta atrás. Estoy en el Uber. Camino de la estación. Me llega un whatsapp de Magda. Me dice que ha encontrado algo. Que me mandará la información por mail. Abro tu poemario. Los versos se hunden entre la música —de after cutre— que retumba en el coche.
Aunque llames, no te oiré,
Y aunque te oiga, no me giraré,
y aunque hiciera ese movimiento imposible,
tu rostro me parecería ajeno
Pego mi rostro a la ventana del vagón. Y mientras empieza a moverse el tren, en dirección a Varsovia, me doy cuenta de mi error. Te he buscado sin darme cuenta de que estuviste siempre ahí. Afuera. Que tú eras Cracovia y que ya estabas en mí. Volveré a buscarte de nuevo, en las calles de tu ciudad, en tus versos.
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