Quien entierra el pasado condena su futuro. Este es el leitmotiv de Cosecharás tempestades (Seix Barral), la entrega 32 de la saga del comisario Brunetti, el personaje creado por la estadounidense Donna Leon, para quien «es peligroso intentar reescribir la historia», pese a que «mucha gente lo hace».
Justo a eso es a lo que ha sometido a Brunetti, a reescribir ese pasado italiano del que no se «ha aprendido nada», en un país donde no se publican estas novelas por decisión de su creadora (no quiere que los italianos se sientan ofendidos al ser una extranjera quien les saca los colores). Lo afirma así porque el tiempo la ha llevado a ser «una pesimista respecto al mundo», alguien que ha aprendido a mantenerse «callada»: «Hay ciertos temas sobre los cuales intento no hablar directamente, porque solo me lleva a problemas». Por eso, advierte, es «una suerte» tener a Brunetti, quien en Cosecharás tempestades reconoce hechos que a su creadora le preocupan, como el prejuicio que existe en Italia de los habitantes del norte hacia los del sur.
También respecto a Brunetti, Leon, imparable y vitalista, reflexiona que lo que siente al escribir sus historias no es «pasión», una palabra que no le gusta, sino «entusiasmo». También confiesa que escribir no es lo que le produce esta sensación, sino la música, un amor al que cayó rendida cuando en la década de los 50 escuchó El Mesías, de Händel, que le llegó «al alma». «Luego, unos 15 años más tarde, escuché por primera vez mi primera ópera de Händel cantada bien y me trasladó a otro planeta. Y desde entonces él es mi hombre. Durante los últimos 30 años he estado implicada trabajando con dos óperas con dos formaciones musicales».
Así, que los lectores de Donna Leon sepan que de lo que «más orgullosa» se siente no es de su producción literaria, sino de haber sido parte de estos dos proyectos operísticos, «pese a no saber nada de música». «Soy una ignorante, bueno, pero la gente que toma cocaína no son científicos tampoco», bromea la estadounidense cogiendo esta frase de Brunetti, ese personaje que le permite volcar su parte «graciosa».
Con un Nokia de hace 30 años como dispositivo móvil que usa solo para «emergencias», Leon es una suerte de rara avis que decidió hace tres años abandonar su casa veneciana y trasladarse a una localidad suiza a tres horas de la ciudad de los canales, tras tener una visión en la que una horda de turistas le parecieron una manada de «bueyes» que iban hacia ella. «Italia me confunde. Me mudé a este país de manera permanente en los 80, son casi 40 años que he estado viviendo allí y siguen estando los mismos políticos (…). Nunca he conocido que Italia tuviera un camino recto: siempre van en zigzag«. Una característica que, según dice, comparten con los españoles, entre los que se encuentran parte de los 20 millones de lectores que tiene en todo el mundo (Brunetti se publica en 35 países).
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