Dos comedias de reciente estreno en dos plataformas de streaming ofrecen miradas diferentes al género del thriller y el misterio.
Uno no sabe cómo tomarse esto, si como un ejemplo más de cómo un gigante del streaming unifica sus productos sin tener demasiado en cuenta cómo venderlos, una serie mal titulada para llamar la atención o simplemente como una parodia en la que sus creadores se olvidaron de introducir los chistes. Pero es que la presencia de una buena actriz como Kristen Bell y de un director como ¡ojo! Michael Lehmann, que en los noventa firmó Escuela de jóvenes asesinos o ese desastre de culto (de culto para algunos, al menos) que fue El Gran Halcón de Bruce Willis, presentan con claridad el relato, dando lugar a una serie amena que es un perfecto entretenimiento sin pretensiones.
Para ubicar La mujer de la casa… hay que retrotraerse al experimento practicado por el actor Will Ferrell (no por casualidad productor de la aquí presente) y su compañera Kristen Wiig en A Deadly Adoption (2015), un telefilm en clave de thriller para el canal de mujeres Lifetime, pero en realidad más bien una broma destinada solo a espectadores avispados. En aquella película de sobremesa la parodia era tan subterránea que la mayoría de espectadoras del canal podían zamparse la historia de una adopción peligrosa sin percatarse del chiste: sin música cómica que realzase su intención satírica, el guión recorría uno a uno los clichés del telefilm sin que apenas hubiera nada (música cómica, gags, actores exagerados) que indicasen lo contrario, solo un leve, levísimo afán por la búsqueda de lo grotesco que en La mujer de la casa llega a su gloria en el episodio final. La serie, como A Deadly Adoption, es también una intrusa que prefiere confundirse en el amplio catálogo de dramas familiares de Netflix presentando la odisea de su protagonista en todo su conservadurismo, autoindulgencia y esplendorosos clichés, con un afán paródico larvado y extraño.
The Afterparty (Apple TV+) es un cluedo “a la maniera” de dos jóvenes creadores de relumbrón en Hollywood, Chris Lord y Phil Miller. Artífices de un rico mosaico narrativo, capaz de unificar géneros en pos de un fin mayor, la pareja creativa detrás de películas animadas como Lluvia de albóndigas, La Legopelícula, Spider-man: Un nuevo universo y el más que probable Oscar a película animada del año, Los Mitchell contra las máquinas, así como comedias en imagen real como Infiltrados en clase y su secuela (no contamos Solo, el spin-off de Star Wars que Kathleen Kennedy les arrebató de las manos en pleno rodaje), han confeccionado un misterio cómico que va más allá del guiño-guiño-codazo-codazo.
Si ello ocurre es porque cada capítulo de este rompecabezas criminal adopta la forma de un género cinematográfico distinto según la película montada en la cabeza de cada posible testigo (y, por tanto, cada posible asesino) de la muerte de una estrella del rock interpretada por Dave Franco. The Afterparty es, por eso mismo, una serie altamente “meta” y referencial pero que no utiliza esa utillería para pasarse de lista o avasallar al espectador, sino para entretenerse y jugar con él reflexionando sobre las convenciones genéricas, pero sin romper las reglas de un cierto clasicismo.
La historia se transforma de esa manera en una comedia romántica, una nueva entrega de Fast & Furious, un musical o una película animada según quién es interrogado, con Lord (responsable de la idea original) pilotando una serie de estructura clásica y mil veces ensayada puesta a prueba, pero no violentada, por el punto de vista. La serie crece y crece y se acomoda en una nota bastante alta de un primer episodio un tanto desigual, precisamente el que dura más de todos.
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