La foto es ésta. Aparece en un libro de 2017 titulado Almas vivas, uno de los dos a los que hacemos referencia en este artículo; el otro, El soldado alto, lo sacó Círculo de Lectores en 1984 y lo habría escrito el niño herido en la cama. El “soldado alto” de su relato sería el joven con boina y camiseta “imperio” que lo acompaña en la esquina inferior derecha. La historia de ambos es sorprendente, no menos que la de su foto: el niño escribiría su libro en inglés y convertido en ciudadano canadiense. A la hora de escribir tuvo, probablemente, alguna ayuda. Detrás del texto de su The Tall Soldier (1980) uno intuye un colaborador que se mantiene en la sombra y da forma y estructura literarias a su impresionante historia vital, otra trágica historia de nuestra guerra civil, sólo que esta vez con final feliz.
Volvamos a la foto, tomada en la penumbra de una bodega transformada en hospital de sangre durante la batalla del Ebro. Corría el tórrido verano de 1938 y después de un bombardeo aéreo, el “soldado alto”, Jim Higgins, canadiense integrado en las brigadas internacionales, se presentó allí con un niño herido, Manuel Álvarez. Lo había rescatado cuando lo arrastraba la riada provocada por la rotura del depósito de agua de la población, Corbera de Ebro (Tarragona). Permaneció un rato a la fresca, descansando y secándose, y cuando comprobó que el crío estaba bien, desaparece de esta historia hasta que Álvarez logra dar con él en Peterborough, localidad de la provincia canadiense de Ontario, cuarenta años después. El encuentro, casi mágico, culminaba una larga marcha presidida por la obsesión que, desde aquel lejano 1938, había condicionado cada una de las decisiones que habían encarrilado su vida. Aunque parezca mentira, se había convertido en empresario de éxito en Vancouver sin más motivo que ampliar las escasas posibilidades que tenía de encontrar a su hombre. La increíble historia, pero cierta al parecer, de su entrega a una misión contraria a toda lógica es lo que relata en El soldado alto.
La historia de la foto no es menos interesante. Ni azarosa. La tomó un oscuro camillero británico en el rato, cabe suponer, que Higgins permaneció junto a Manuel en el improvisado hospital de campaña. Se llamaba Alec Wainman y había llegado a España con la British Medical Unit (BMU) y una “moderna” Leica, la cámara fotográfica de moda entonces. Wainman cumplía, en realidad, más funciones de intérprete que de otra cosa, salvo, tal vez, la de espía. De hecho, en la Segunda Guerra Mundial fue oficial de inteligencia y después se ganó la vida como lingüista en la Universidad de Columbia Británica (UBC)… en Canadá, ¡oh, venturosa casualidad!, donde ostentó una cátedra de lenguas eslavas. Nadie vio nunca sus casi dos mil instantáneas de la guerra civil española. Ni siquiera un improbable servicio británico de inteligencia para quien, se le ocurre a uno, bien pudo trabajar. Las guardaba, sin positivar muchas de ellas, en un viejo baúl que le acompañó toda su vida… hasta que en 1975 lo perdió, aparentemente, para siempre. Pero esa palabra, “siempre”, abarca siempre demasiado tiempo. A su muerte, en 1989, su hijo se puso a buscar el baúl que su padre arrastró por dos continentes hasta terminar extraviándolo. Puso tanto ahínco como el que Manuel Álvarez pusiera en su búsqueda del “soldado alto”. Como él, tenía escasas pistas.
Aclarar que Mac Pap es el nombre que recibía familiarmente el batallón Mackenzie-Papineau, que agrupaba a los canadienses de las Brigadas Internacionales. Júzguese mi sorpresa cuando me vi frente a esta imagen, veinte años después de haber leído, y no olvidado, la impactante historia de Manuel Álvarez. Parecía mentira. ¿Cómo se han podido relacionar ambas historias, la de Álvarez y la de Waiman? Sólo falta ese dato para cerrar y dejar bien abrochado el círculo que se abrió el verano del 38 durante un bombardeo en Corbera, Corbera d’Ebre en catalán. ¿Cómo demonios pudo John Wainman relacionar la historia de Manuel Álvarez y Jim Higgins con la vieja imagen obtenida por su padre, una imagen que este mes de julio, por cierto, cumplirá ochenta años? A mi juicio, sólo pudieron hacerlo sus protagonistas. Ni siquiera su autor, porque no imagino al joven Alec Wainman de 1938 guardando referencia de los protagonistas de sus imágenes, y menos en plena batalla del Ebro. ¿Tal vez un nonagenario Manuel Álvarez la vio reproducida en algún sitio? ¿Un centenario Jim Higgins? No lo sabemos. Y es una pena. Si las buenas historias exigen un principio emocionante, y ésta lo tiene, piden también un final a nivel.
John Wainman, por favor, nos debe usted una explicación.
El soldado alto
Manuel Álvarez
Trad: Joaquín Vidal Albiñana
Círculo de Lectores
Barcelona, 1984
ISBN: 9788422617754
The Tall Soldier: My 40-Year Search for the Man Who Saved My Life
Virgo Press
Toronto, 1980
ISBN: 9780920528136
Almas vivas. La Guerra Civil Española en imágenes
Serge Alternês (seudónimo de John Wainman) y Alec Wainman
Editorial Milenio
Barcelona, mayo 2017
ISBN: 978-84-9743-773-8
Live Souls: Citizens & Volunteers of Civil War Spain
Ronsdale Press
Vancouver, october 2015
ISBN 978-1-55380-437-6
Hay versión catalana:
Live souls. Fotos inèdites de la Guerra Civil
Editorial Comanegra
ISBN: 978-84-16605-31-6
Barcelona, agost 2016
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