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Dos mujeres en Kenia

Tercera entrega de esta escritora y propietaria de la librería Amapolas en Octubre que periódicamente desgrana sus opiniones literarias en Zenda. Esta vez para recordarnos la vida y la obra de la baronesa Karen Blixen, más conocida como Isak Dinesen.

En una ocasión, un periodista le preguntó a Karen Blixen qué contestaría a los jóvenes deseosos por saber qué le había enseñado la vida, y la respuesta de la escritora quedó grabada en la memoria de los presentes:

«Yo les diría que, ante todo, deben ser valientes. Sin valentía no hay forma de vivir. Y añadiría que es indispensable poseer el don de amar y un buen sentido del humor» (Karen Blixen, ed. Confluencias).

"Algunos achacaban la pérdida de peso a su anorexia nerviosa, otros a la desnutrición y ella alardeaba de alimentarse solo de ostras y champagne"

Una afirmación nada sorprendente viniendo de una mujer que incluso ha inspirado a aquellos que nunca han leído su obra. Karen Christentze Dinesen nació en Dinamarca en el año 1885, fue la segunda de cinco hermanos y, cuando tenía diez años, su padre se suicidó, un hecho que marcaría su vida y su obra. Tanto ella como sus dos hermanas fueron educadas en casa por una institutriz, y ya desde niña destacó por sus habilidades artísticas en el dibujo y la escritura. Estudió en Copenhague, se enamoró de su primo Hans, pero terminó casándose con el hermano de este, el barón Bror Blixen-Finecke. La pareja se mudó a Kenia y celebraron su boda en Mombasa. Días después, el barón salió de caza al amanecer y pasaron varias semanas hasta que la baronesa lo vio regresar a la granja en la que empezaron a construir su hogar. Durante su ausencia, Karen se implicó en el trabajo de la Karen Coffee Co., la plantación de café en la que había invertido todo su dinero. Pasaba las noches escribiendo cartas y leyendo. Enfermó de sífilis —gracias a los devaneos de su marido ausente— y regresó a Rungstedlund, su ciudad natal, para recibir el tratamiento y los cuidados adecuados. Le suministraron varias dosis de mercurio, entonces considerado un remedio infalible para derrotar la enfermedad venérea, aunque el severo tratamiento también le provocara un paulatino envenenamiento y daños irreversibles que debilitaron su salud. Durante los últimos años de su vida llegó a pesar 35 kilos. Algunos achacaban la pérdida de peso a su anorexia nerviosa, otros a la desnutrición y ella alardeaba de alimentarse solo de ostras y champagne, porque tal como le confesó a un sorprendido Arthur Miller y a su esposa Marilyn Monroe:

«Ya soy lo bastante vieja para comer lo que me dé la gana».

La historia de Karen Blixen se ha escrito gracias a la realidad que ella contó y sobre la que otros —atraídos por la fuerte personalidad de la escritora de frágil figura— han escrito, aunque también hemos descubierto sus secretos e intimidades por medio de  las colecciones epistolares que se han ido publicando a lo largo de los años. Pero, a pesar de todo lo que se siga escribiendo acerca de ella, la leyenda siempre envolverá a la que para muchos es una de las escritoras más importantes de la historia. Incluso Ernest Hemingway, después de recibir el Premio Nobel de Literatura en el año 1952, declaró que la justa ganadora era Karen Blixen. Un galardón que jamás le sería concedido a la danesa por culpa de, según se decía, su “inmoral conducta sexual”. Y este entrecomillado tiene un nombre propio indispensable en su biografía. Denys Finch Hatton. El atractivo cazador británico al que conoció durante una de las ausencias de su marido, con el que mantuvo un romance tan apasionado como turbulento, fue el gran amor de su vida. Poco después los barones se divorciaron. Y su relación con Finch Hatton duró hasta que las libertades de ambos empezaron a verse comprometidas y se despidieron.

"En una de las cartas que le envió a su hermano desde su granja en Nairobi, Karen Blixen le confesó su necesidad de escribir para poder soportar la vida y su desdicha"

Tal y como Karen sospechaba, su amiga, la reputada entrenadora de caballos Beryl Markham, había iniciado su romance con Finch Hatton, quien despertó en esta su interés por los aviones. La baronesa empezaba a despedirse de África cuando Finch Hatton se estrelló con su avioneta y murió. Fue enterrado en una colina en la que, según los ecos de las voces de aquel tiempo, descansan los leones al atardecer. Beryl Markham siguió surcando los cielos, e incluso ya forma parte de la historia de la aviación, al convertirse en la primera mujer en cruzar el Atlántico de este a oeste en avión —aunque aterrizara estrellándose—. Fue homenajeada por sus anfitriones y decidió quedarse una temporada en Estados Unidos, antes de regresar Kenia, lugar en el que pasó los siguientes años conviviendo entre amantes, caballos y recuerdos, y escribiendo la historia de su vida novelada que se publicaría con el título Al oeste con la noche (Libros del Asteroide). Aunque hoy en día se siga dudando de su autoría, su vida la vivió tal y como se relata en este libro.

A pesar de que el destino de ambas mujeres pareciera estar unido por su amor hacia el mismo hombre, la realidad es que solo hubo un recuerdo que ninguna de las dos pudo olvidar jamás: África.

Karen y su hermano Thomas.

En una de las cartas que le envió a su hermano desde su granja en Nairobi, Karen Blixen le confesó su necesidad de escribir para poder soportar la vida y su desdicha. Años después, con Kenia ya en el recuerdo, se animó a publicar su primer libro, Siete cuentos góticos, firmado con el seudónimo de Isak Dinesen. Como escribió su sobrina:

«Le gustaba contar cuentos. Todo se convertía en un pretexto para inventar una historia. Y siempre era muy clara y precisa. Nunca aburría» (La escritora vive aquí, Sandra Petrignani. Ed. Gatopardo).

"Algunos de los mejores cuentos que se han publicado a lo largo de la historia están firmados por Isak Dinesen"

El éxito que obtuvo con su primera publicación en Estados Unidos fue seguido de una popularidad más discreta en Europa, razón por la que su siguiente obra, Memorias de África, se publicaría antes en Dinamarca e Inglaterra. Algunos de los mejores cuentos que se han publicado a lo largo de la historia están firmados por Isak Dinesen, en Cuentos de invierno, Anécdotas del destino o Cuentos de Albondocani  —que incluye uno de mis favoritos, “Página en blanco”—. Su elegante estilo y la originalidad de su escritura otorgan a su obra la maestría que merece.

Osceola, Pierre Andrézel e Isak Dinesen fueron algunos de los seudónimos con los que Karen Blixen firmó sus textos. Fue Tania para sus íntimos y Tanne para su familia.  Escribe su hermano Thomas en el libro Mi hermana Tanne (ed. Confluencias): «¿Cuándo empezó a dar a sus fantasías una forma nítida? Pudo haber sido a los ocho o nueve años que empezara a utilizar con cierta seriedad un lápiz o una pluma».

Y en Cartas desde Dinamarca, correspondencia 1931-1962. (Ed. Nórdica):

«Karen Blixen tuvo, en los muchos años que vivió en Rungstedlund, un pequeño ritual nocturno por el que tenía que pasar antes de irse a la cama. Cada noche salía a las escalinatas de la casa y miraba hacia el sur. […] Entraba en la sala de Ewald para mirar la fotografía de Denys Finch Hatton, en el alféizar de la ventana […]. A miles de kilómetros de distancia, yacía él bajo el obelisco, en Ngong Hills, no lejos del lugar donde Karen Blixen vivió su auténtica vida. Karen abandonó Kenia y jamás regresó, pero Kenia nunca se fue de ella».

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