En el Glasgow obrero que creció el escritor Douglas Stuart, ganador en 2020 del premio Booker, uno de los galardones literarios más relevantes en lengua inglesa, no podía decir que era gay y por eso, ha explicado hoy, su segunda novela habla de ello y de una historia de amor que le hubiera gustado vivir.
Stuart (Glasgow, Escocia, 1976) acaba de publicar en español Un lugar para Mungo (Random House), una historia de amor adolescente ambientada en su ciudad natal en la época del desempleo, la violencia y los estereotipos masculinos.
En la misma ciudad transcurría su primera novela, Historia de Shuggie Bain, publicada en 2020 y galardonada con el Premio Booker y finalista de otra decena de premios, entre ellos el National Book Award, el National Book Critics Circle John Leonard Prize o el PEN/Hemingway Award, además de ser traducida a más de treinta lenguas.
En una rueda de prensa telemática con medios de comunicación españoles, el escritor, que reside en Nueva York, asegura que hay poca costumbre de literatura sobre la clase trabajadora, algo que rechaza ya que, dice, las historias mas interesantes ocurren en ese ambiente.
Y asegura que, cuando era un chaval, le hubiera encantado haber leído el libro que ahora ha publicado porque retrata el realismo social: «Me sentía muy solo porque no había literatura queer y menos relacionada con la pobreza».
A sus 15 años, Mungo, un adolescente con una sensibilidad diferente al resto de los chicos del vecindario, vive en un barrio obrero del Glasgow de la era post-Tatcher, en el seno de una familia protestante. Su padre ha muerto antes de que él naciera, su madre es alcohólica y su hermano mayor es el líder de una banda callejera y representa todo lo que él odia y teme. Y con otro adolescente, católico, establece entonces una historia de amor a escondidas.
«Quería mostrar la belleza de un primer amor y cómo los monstruos son los adultos en los que se supone que tú debías confiar«, explica el autor.
Transcurre en las mismas calles en las que Stuart creció, por lo que dice entender el sentimiento de exclusión y aislamiento que puede conllevar pero, indica, la novela cuenta una historia de amor que él nunca tuvo.
Habla en su novela también de violencia pero lo que le interesa de ella, explica, es ver «hasta qué punto puede coexistir con la ternura».
Su anterior libro Historia de Shuggie Bain, una novela que tardó diez años en escribir, ha sido adaptada a una serie de televisión, un proyecto en el que ha estado trabajando los últimos tres años y sobre el que confía en que comenzará a rodarse este año.
«Cuando me lo propusieron primero me resistí pero después pensé que en mi familia hay mucha gente que no leería la novela pero sí verían la serie», indica el escritor, que prepara una tercera novela que no se sitúa en Glasgow en esta ocasión.
Las historias de clase trabajadora son materia prima muy difícil para hacer ficción procesada y empaquetada para el consumo de un nicho de mercado, que eso son las novelas modernas. Los trabajadores somos prosaicos, prácticos y convencionales, y a menudo de convicciones y gustos conservadores. Un horror, vamos. Por eso hay que introducir situaciones o personajes extremos y desconocidos para los lectores, o una portada rompedora como la de este libro, por la misma razón que otros las ambientan en África o por la que en ciertos bares ponen una camarera con grandes pechos.