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Eclipse de Jo Nesbø: El juego del ratón y el gato

Eclipse de Jo Nesbø: El juego del ratón y el gato

Los asesinos en serie más temibles son los que el ojo no percibe, a no ser que se observen a través de una potente lente de aumento. Un avispado comerciante holandés, Anton van Leeuwenhoek fue el primero que consiguió verlos, en 1675. Se quedó a cuadros cuando, al poner una simple gota de agua bajo un rudimentario microscopio descubrió que en su interior pululaba un piélago de criaturas, a las que llamó animáculos. Considerado el padre de la Microbiología, van Leeuwenhoek estudió bacterias, células de la sangre y espermatozoides, un tipo listo sin duda y sin título de doctor. Con los años y el avance de la ciencia se fueron determinando los efectos tanto benéficos como adversos que dichos animáculos tienen sobre el cuerpo humano y se calcula que en cada persona representan, entre bacterias, parásitos y demás bichejos, aproximadamente dos kilos de peso. ¿Hay que descontarlos del que marca la báscula?, se preguntarán algunos optimistas. Me temo que no.

La pandemia de la Covid nos recordó el poder mortífero de estos entes microscópicos y es posible que ese hecho inspirara a Jo Nesbø para convertirlos en protagonistas de la decimotercera novela de la serie de Harry Hole, Eclipse, editada el pasado mes de marzo en España por Penguin Ranom House en su colección Roja&Negra. Encontramos a Harry otra vez al fondo del hole, valga la redundancia, acodado en la barra de un antro de Los Ángeles decidido a ahogarse lentamente en un lago de alcohol, a ser posible su whisky preferido marca Jim Bean, tras perder lo que más amaba  (ver Cuchillo). Ha cruzado el Charco para escapar de los fantasmas que le persiguen y acabar con todo, pero una mujer se interpone en su camino. No se trata de una exuberante rubia o una distinguida dama de alcurnia, sino de una ancianita no especialmente venerable. Lucille, una septuagenaria actriz de cine que a causa de frustrados proyectos cinematográficos debe un pastizal a unos prestamistas mexicanos que la acosan para que pague su deuda. El parecido que guarda Lucille con su madre, a la que perdió precozmente por culpa de un cáncer conmueve a Hole, que sale de su marasmo para ponerse en plan Quijote protector de la ancianita.

"Hole se enfrenta a un adversario de elevada capacidad mental, un tipo inteligente y astuto que tal vez habría ganado un Nobel de no haberse pasado al lado oscuro"

Ahí es cuando nos damos cuenta que se nos ha hecho mayor y algo más blando, como ya nos advirtió su creador, aunque conserva su capacidad letal que le permite liquidar a un matón con una simple tarjeta de crédito. La historia podría haber prosegido en L.A. enfrentado al protagonista con cárteles tipo don Eladio y Héctor Salamanca, más de una vez Hole la ha liado parda fuera de su territorio, pero Nesbø prefirió hacerle regresar a su zona de confort, Oslo, y tener la oportunidad de poner a caldo el edificio que alberga el Museo Munch concebido por el arquitecto español Juan Herreros.

En situación desesperada ante la amenaza de los mexicanos, Hole recibe una llamada providencial. El abogado Johan Krohn quiere contratarle para que investigue la muerte de una joven y la desaparición de otra chica, crímenes que implican al magnate inmobiliario Markus Røed, sugar daddy de ambas. El policía hace un trato con los prestamistas para conseguir la pasta en un tiempo récord y se lanza como suele a la piscina sin mirar primero si tiene agua. Ya en Oslo, conecta con sus antiguos colegas y forma su propia unidad de investigación junto al psicólogo Stale Aune, el taxista mutado a camello, Øyten Eikeland, y el poli turbio Truls Berntsen. Mientras tanto, van apareciendo más cadáveres, más incógnitas que pistas o respuestas.

Hole se enfrenta a un adversario de elevada capacidad mental, un tipo inteligente y astuto que tal vez habría ganado un Nobel de no haberse pasado al lado oscuro obsesionado por el afán de venganza. No usa cuchillos ni pistolas, sino un arma biológica invisible que, además de destruir, manipula a sus víctimas. Y empieza un triple juego del ratón y el gato en el que el lector ejerce el papel de cobaya que corre por el laberinto de papel impulsada por las descargas eléctricas que propina el autor, sus engañosos señuelos. Así, hasta 522 páginas. Quizá podría haberse ahorrado algunas en la parte central pero leer a Nesbø siempre reconforta y estimula. La pugna entre depredador y presa es el segundo juego metafórico ratón/gato y el tercero, más literal se refiere a un parásito que vincula a roedores y felinos y por el que muchas mujeres al quedarse embarazadas se desprenden de sus mininos. Estrategias crueles que usa la naturaleza para cerrar sus ciclos reproductivos, como el espeluznante caso de los caracoles zombies. No diré más para no destripar la trama pero me viene a la mente una idea inquietante: ¿Los que escribimos sobre libros de otros, no somos acaso los peores parásitos? Lepismas insaciables. Mejor no pensarlo.

"Lo malo de leer al rey del noir noruego es que cuando acabas un libro suyo te entra el mono"

Volvamos a esta historia que incluye más de una lección de ciencia, por ejemplo, que el olor a trisulfuro de dimetileno que segrega el cuerpo tras la muerte es lo que atrae a las moscas azules que tanto ayudan a los forenses. Imagino que, además de sus amigos músicos y escaladores, el escritor cuenta con numerosas fuentes que le proporcionan ingredientes para aderezar sus tramas con aliños curiosos y chocantes. Sorprendentes.

Hole consigue la pasta para contentar a los mexicanos, pero seamos sinceros, no está a la altura de su contrincante. Los años no perdonan y todavía menos el alcohol que empapa su cerebro. Tres veces se equivoca en sus conclusiones y si pilla al malo es de pura chiripa, con la ayuda de un buen amigo que se inmola por la causa. Pero no nos importa que el héroe flaquee. En contrapartida lo vemos más humano, más cálido, haciendo de canguro de su hijo secreto, el de Katrine Britte, y ligando con la explosiva Alexandra Sturdza, que alguien describió como un cruce entre un tigre y un Lamborghini. Y hasta nos arranca una sonrisa cuando intenta hacerse pasar por gay en un club vip, ¡con una máscara de gato!

La investigación prosigue con distintos temas de fondo: la luchas de los chicos de la prensa por ser los primeros en dar la noticia, la homosexualidad reprimida y la siniestra sombra de la pederastia que también planea en El Reino, uno de las grandes relatos del autor. En un trepidante desenlace final bajo la luz vacilante de la luna en fase de eclipse el héroe logra salvar a la chica y atrapar al malo. Incluso logra hablar con la desaparecida Lucille que le suelta por teléfono una frase digna de una auténtica madre: «Me has salvado la vida, idiota». Misión cumplida. ¿Volverá de nuevo a integrarse en las fuerzas del orden? No está claro. Dice que ya ha visto demasiados asesinos en serie cuando, según las estadísticas, una persona normal solo se cruza con cinco a lo largo de su vida. Pero que no sufran los holeadictos: tendremos un catorceava entrega. Y me huelo que con mucha sangre.

Lo malo de leer al rey del noir noruego es que cuando acabas un libro suyo te entra el mono. No es fácil encontrar un sucesor o sustituto que te fustigue con tales trallazos de adrenalina: «Snuff Nesbø».

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Autor: Jo Nesbø. Título: Eclipse. Editorial: Reservoir Books. Venta: Todostuslibros

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