La falta de opciones de consumo sostenible frente a la “catástrofe ambiental, ecológica y climática que se avecina” genera frustración e impotencia, sobre todo entre los más jóvenes, ha explicado a Efeverde la periodista ambiental, Irene Baños, autora de Ecoansias (ed. Ariel).
“Las personas preocupadas por el planeta” son muy sensibles al “bombardeo informativo” que describe el ingrato futuro “que se nos viene encima”, y aunque les gustaría hacer algo por cambiarlo «no saben cuál es el mejor camino hacia la acción climática», señala Baños.
Tintos de verano con pajita, desplazamientos en coche o “verse obligado a elegir entre unos tomates con embalaje y otros sin plástico pero que provienen del otro lado del mundo” son situaciones que generan estrés a las personas con conciencia ecológica. A esta sensación de bloqueo se la conoce como ecoansiedad, “un trastorno psicológico cada vez más extendido y que afecta principalmente a los jóvenes”, sobre todo “a la hora de comer o de hacer la compra”. La ecoansiedad consiste en “pensar que cualquier decisión de compra u opción de movilidad va a tener un impacto negativo sobre el medioambiente”, explica la autora. Sin embargo, “esa sensación incómoda puede constituir el primer paso para compartir dudas, miedos y experiencias” que permitan encontrar soluciones a la crisis climática, justo lo que esta periodista ambiental aragonesa pretende con Ecoansias.
A pesar de que una persona comprometida “puede separar sus residuos, ir en bici en vez de en coche o consumir de forma más responsable”, el cambio tiene que ser “estructural” y esa transformación «tiene que venir de la política y las empresas”, ha recordado. Baños ha señalado que en España “las opciones vegetarianas o veganas son mínimas”, e incluso el mero hecho de solicitar un menú sin alimentos de origen animal todavía “despierta las miradas condescendientes del hostelero y los prejuicios de los demás comensales”. La periodista ha recordado que “aún abundan los platos anunciados como vegetarianos, pero que en realidad no lo son”, como los “bocadillos vegetales» con atún.
“La carne también puede ser sostenible”, explica Baños. “En el Pirineo aragonés es muy difícil cosechar”, por su accidentada orografía, por lo que en ese entorno “la ganadería extensiva es completamente apropiada”. “Esa carne puede ser más ecológica que el tofu o la soja texturizada que viene desde el otro lado del planeta” y de la cual “desconocemos su trazabilidad”.
Baños, que huye de la demonización de cualquier producto, ha señalado que “con la excusa de que los monocultivos de soja son muy destructivos, mucha gente está atacando el veganismo”. La periodista niega esta relación, ya que “la mayor parte de la soja se produce para alimentar al ganado que nos comemos”, por lo que la proporción de soja que se destina a producir productos veganos “es mínima, por ahora”.
En un contexto en el que la crisis sanitaria del COVID-19 “ha eclipsado a la crisis climática”, dos de los principales emisores de gases de efecto invernadero, EEUU y China, “han eliminado las restricciones medioambientales para potenciar el uso de combustibles fósiles”, ha lamentado.
En general, esta periodista ambiental describe un panorama en el que “las regulaciones ambientales han retrocedido en favor de la recuperación económica”, y aunque al principio “vimos los canales transparentes y los cielos limpios, eso duró dos días”. Los impactos de la crisis climática “no van a ser temporales” y “tampoco se van a controlar con una vacuna”, asegura Baños, ya que «aunque la amenaza de una pandemia climática pueda parecer otro invento de unos para aprovecharse de otros”, sus impactos son “muy visibles”, como lo está siendo “la COVID-19”.
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