A las buenas, querido lector.
Supongo que me echabas de menos. Yo a ti también, para qué voy a negarlo. Tampoco te puedo negar que he estado fuera de Zenda unos meses porque me han pasado cosas maravillosas en lo literario, pero esto no es lo que te he venido a contar.
Se me ha dado la oportunidad de volver a tus ojos con un nuevo blog. No tan nuevo si tenemos en cuenta el tema que voy a tratar, eso está claro. Resulta que en mi primer blog te conté mitos y realidades del procedimiento policial y forense. ¿Lo recuerdas? No pasa nada, porque ahora Anaya lo ha editado en un estupendo volumen bajo el título ¡Que nadie toque nada! (si no hago publicidad, reviento). Bien, tanto si eras lector en su momento como si te has hecho con el libro después, recordarás que dediqué un apartado sobre los peores psicópatas de la historia de España. Cierto es que ha habido muchos y muy jodidos, pero abriendo un poco las miras, lo que ha pasado fuera de estas fronteras es tan impresionante que creo que debería ser contado. Y tú dirás: «¿Otra vez? Esto ya se ha hecho». Sí, puede, pero no con el estilo Blas.
Después de este momento surrealista es mejor que pase con la materia o te vas a ir asustado de aquí. No te culpo si lo haces. No porque me haya marcado un Cristiano Ronaldo en toda regla, sino porque lo que vas a leer, te lo aseguro, es espeluznante. Dejémonos de historias y pasemos al meollo. Te presento mi nuevo blog: «Asesinos en serio»; no podía inaugurarlo con otro que no fuera el bueno de Ed Gein. Es tanto lo que se ha hablado de él que seguro crees que no te puedo sorprender. ¿No?
Pasa y lee.
Edward Theodore Gein, o Ed Gein, como pasó a la historia, nació un veintisiete de agosto de 1906. Lo hizo en Plainfield, en el condado de La Crosse, Wisconsin (Estados Unidos). Plainfield era lo que comúnmente se conocería como un pueblo en el que todos se conocen. Culpa de ello fue que, en esos momentos, contaba solo con setecientos habitantes. Decir que todos se conocen es mucho, ya que la imagen que proyectaba la familia Gein distaba mucho de la realidad de su día a día. El matrimonio formado por George P. Gein y Augusta T. Lehrk era ejemplar. Hay que decir que hablamos de la América de los cuarenta (me refiero a cuando empezó a pasar, digamos, lo gordo) donde había una sociedad reprimida que censuraba comportamientos tales como que marido y mujer durmieran en una misma cama. Él era un marido trabajador que regentaba una frutería. Ella, una ama de casa, madre y profunda religiosa que defendía los valores de una sociedad alejada del pecado carnal.
Digamos que él sí trabajaba y regentaba el negocio, pero también era cierto que se emborrachaba todos los días y propinaba palizas a su mujer e hijos también a diario. Los que lo conocieron más a fondo decían que él no ocultaba el no sentir afecto alguno por su familia. En lo que a ella se refería, su devoción por Dios era extrema, hasta tal punto que se convirtió en fanática religiosa. Sus creencias eran tales como que Dios había creado a las mujeres para poner a prueba a diario a los hombres. Las calificaba a todas como prostitutas e inculcaba a sus hijos la idea de que eran el mal. Todas las tardes les leía y analizaba versículos de la Biblia, sobre todo centrados en castigos divinos a pecadores. Después de esto les hablaba de los peligros del mundo exterior y trataba de alejarlos de amistades, pues decía que los llevarían a una vida de pecado. Ella, por su parte, aguantaba palizas de su marido, aduciendo que no estaba bien visto que se separara de él, debido a sus creencias.
Con este panorama crecieron Henry (que nació en 1902) y Ed (cuatro años más tarde). Centrándome en el segundo, es importante tener en cuenta una serie de cosas. La primera es que ya conté en el primer blog que hay una serie de mitos sobre psicópatas que no siempre se cumplen. Uno de ellos era el de que todo psicópata tiene una vida infernal en su infancia. De hecho, veremos en otros artículos casos claros de que esto no es así. Pero en el caso de Ed, se cumple. Vaya que si se cumple.
De pequeño se le calificó de tímido y retraído. También se decía de él que era afeminado. Esto traía malos tratos y burla por parte de compañeros de clase, que se reían de él a diario. Profesores suyos decían que era un niño con un humor muy extraño. Contaban que de vez en cuando reía sin motivo aparente. Otras veces lo hacía después de soltar comentarios que solo él entendía, como si se riera de sus propios chistes. A pesar de todo esto, los estudios no le fueron mal del todo. De hecho, su habilidad y comprensión lectora era excelente. Gein pasó gran parte de su infancia y adolescencia tratando de contentar a su madre pero, lejos de eso, había pocos días en los que se librara de una soberana paliza o un festival de exabruptos por su parte.
Sí, su madre también le pegaba. Según fue madurando, comenzó a realizar trabajos para sus vecinos. En lo primero que se empleó fue en el cuidado de niños. Los que lo contrataban decían de él que se llevaba estupendamente con ellos. De hecho, se decía que solo se relacionaba abiertamente con ellos, nunca con gente de su edad. Al mismo tiempo que esa madurez llegaba, Ed empezaba a alejarse de los pensamientos y enseñanzas que le había intentado inculcar su madre. Incluso hablaba mal de ella con su hermano Henry. Los especialistas que lo trataron dijeron años después que esto podría deberse por un rencor creado al no recibir la misma devoción que él sentía por ella. Estos mismos expertos calificaron esta relación que él pretendía tener con ella con un nombre que hemos escuchado mucho: complejo de Edipo. Su hermano lo veía con claridad y de hecho, cuando George Gein murió en el año 1940 (de un ataque al corazón), Ed comenzó a alejarse paulatinamente del núcleo familiar.
Justo después de morir el padre, la familia necesitaba dinero y Ed tuvo que buscar otro tipo de trabajos. No le fue difícil encontrarlos, aunque los hacía de manera intermitente. Se dedicaba a chapuzas cuando lo requería algún vecino del pueblo. Ed era muy habilidoso, y aunque los vecinos decían que tenía sus cositas y era algo raro no tenían problema en contar con él para estas cosas, pues tenían a la familia en muy alta consideración.
Con lo que acabaría haciendo después, mucho se ha hablado de si Ed Gein era o no un sádico. A ver, sus actos hablan por sí solos, pero sí hay una curiosidad que quería compartir contigo. Y es que a Ed le repugnaba la sangre desde bien pequeño. De hecho, siendo ya adolescente observó cómo sus padres mataban y despiezaban un cerdo y esto lo traumatizó. Aunque volviendo a darle la vuelta a esto, no tardó en mostrar una fascinación por los cómics y relatos siniestros. Cuanta más muerte hubiera en ellos, más le fascinaban. Su mente, simple no era. De hecho, aunque no lo demostraba en su manera de ser, cuando se le hicieron tests de inteligencia una vez detenido, se comprobó que estaba por encima de la media. No llegando a ser un genio, claro, pero tonto no era.
Volviendo al relato de su vida, hubo otro hecho que la marcó. En 1944 estaba realizando unos trabajos junto a Henry, su hermano, cuando este último inició una fogata para quemar unos rastrojos detrás de la granja en la que vivían. La mala fortuna hizo que se declarara un incendio y Henry muriera por inhalación de humos. Al menos esta fue la versión que dio el forense, sin esforzarse demasiado. Tú dirás: venga, Blas, no empieces a conspirar. Pues mira, no es que lo haga (aunque lo suelo hacer), pero tiempo después se acabó sabiendo que su cadáver presentaba una serie de contusiones en la cabeza que pudieron ser producto de una pelea pocos segundos antes de fallecer.
¿Murió a manos de Ed? Nunca se sabrá.
Lo cierto es que después de esta muerte, Ed intentó retomar ese incesto raro que pretendía con su madre, pero no le dio tiempo porque un ataque al corazón la dejó postrada durante algo más de doce meses en la cama. Eso sí, Ed actuó de hijo modélico y la cuidó cada día como si no hubiera un mañana. Ella murió en diciembre de 1945 y con ella la única conexión que tenía Ed con la realidad. Sí, es curioso que su madre lo fuera, pero estaba claro que algo se trastocó al pasar esto en la cabeza de Gein. Lo primero que hizo fue adecentar algo la habitación de su madre para después cerrarla a cal y canto con llave. De hecho, dejó impolutas todas las zonas en las que ella solía hacer vida, haciendo del resto de la casa un verdadero estercolero (así lo encontraron las autoridades). Él empezó a dormir en una habitación que había al lado de la cocina. Como necesitaba dinero para subsistir, continuó realizando trabajos para sus vecinos. Ellos seguían pensando que era una persona estrafalaria en algunas cosas, pero al fin y al cabo, una persona de la que uno se podía fiar. Pero lo cierto era que en él acababa de despertar una obsesión que los expertos definieron tiempo después como “una necesidad de seguir manteniendo viva a la madre”. Esto, añadido a esa represión vivida en casa contra todo lo femenino, creó un cóctel que acabó consumándose en una bestia nunca vista hasta aquel entonces.
Sé que me he extendido a base de bien en los antecedentes a sus crímenes, pero Ed fue una persona fascinante a nivel criminológico y quería situarte bien en el contexto. Ahora paso a lo duro.
¿Qué hizo el bueno de Ed?
Antes de nada, sería bueno responder a una pregunta. ¿Fue un asesino en serie?
Robert Ressler (Ciencias del comportamiento, FBI) fue el que acuñó esta definición y dijo algo así: es una persona que asesina a tres o más personas en un lapso de 30 días o más, con un período de enfriamiento entre cada asesinato, y cuya motivación se basa en la gratificación psicológica que le proporciona dicho crimen.
Esto último Ed lo cumplía a la perfección, por los motivos que te he dicho arriba de seguir manteniendo viva a la madre; pero lo cierto es que, reconocidos, “solo” mató a dos mujeres. Es decir, se nos sale. ¿Por qué entonces se le considera un asesino en serie? Además del modo en el que actuó (que ahora te cuento), se piensa que si no se hubiera detenido hubiera seguido su senda del horror. Además, nadie tiene claro que solo fueran dos víctimas. Es más, se cree que son más, por lo que se considera que sí lo fue.
Como te decía, mató a dos mujeres. La primera de ellas se llamaba Mary Hogan y acabó con su vida el ocho de diciembre de 1954. Mary era propietaria y camarera en un bar, de nombre «La taberna de Hogan». Originaria de Dallas, llegó a Plainfield en el año 1946. Tenía una personalidad grotesca y arrolladora, capaz de mantener a raya a los borrachos que solían frecuentar su bar. Quizá muy parecida a la madre de Ed. La misma tarde en la que murió, un parroquiano entró en la taberna y encontró un rastro de sangre. Era, sin duda, señal de que un cuerpo había sido arrastrado hasta el aparcamiento. El rastro desaparecía en un lugar donde, claramente, habían quedado unas huellas de neumático sobre la nieve. No solo había esto, ya que también se encontró un cartucho cerca del rastro de sangre, dentro de la taberna. A pesar de esto, se la declaró como desaparecida. Ed bromeaba diciendo que ella no había desaparecido, que estaba en su granja, pero nadie lo tomaba en serio, pues se dice que siempre contestaba de una manera rara, con ironías y salidas de tono. Cuando se investigó a fondo (ya cuando se supo que Ed era el autor de su muerte), se elaboró la hipótesis de que éste había entrado sobre las cuatro de la tarde en la taberna, cuando Mary ya estaba cerrando. A pesar de ello, le dejó pasar para tomarse un café. Una vez dentro, él le disparó con un calibre .32 y arrastró el cuerpo para meterlo en una furgoneta y llevárselo a su granja.
¿Por qué se dijo que era una desaparición y no se tuvieron en cuenta las evidencias que apuntaban claramente a un episodio violento?
La explicación es clara. En esos momentos, la investigación la tomó un joven alguacil sin ninguna experiencia en este tipo de sucesos. También era cierto que Plainfield era una localidad tranquila (hacía más de 100 años que no había tenido ningún tipo de delito violento) y, hasta ese día, se pensaba que no se necesitaba gran cosa para este tipo de incidentes. Además, estaba el hecho de unos rumores que apuntaban directamente a Mary y que hablaban de un pasado turbulento de, por llamarlo así, femme fatale. Se la relacionaba con la mafia de Chicago y se llegó a decir que su desaparición fue consecuencia directa de esto. Sea como fuere, o no se supo investigar de manera debida o, simplemente, no se quiso; pero el resultado es que Ed siguió haciendo de las suyas.
Su segundo crimen (reconocido y probado) ocurrió en noviembre de 1957. El caso de Mary ya comenzaba a ser olvidado y él aprovechó esto para volver a actuar. Quizá confiado en no haber sido apresado tras la anterior víctima, cometió un error fatal que hizo que cayeran sobre él. Entró en una ferretería para comprar anticongelante para su furgoneta. La ferretería era regentada por Bernice Worden, que anotó su nombre en una libreta como parte de una contabilidad interna. Después de esto, Ed sacó un rifle de caza y disparó en la cabeza a Bernice. Acto seguido hizo lo mismo que con su anterior víctima, la arrastró hasta la parte trasera y la echó dentro de su vehículo.
El hijo de Bernice denunció su desaparición y los investigadores no tuvieron que devanarse demasiado los sesos para ponerse sobre la pista de Ed. La libreta con su nombre anotado lo ponía en órbita. Ellos fueron a su granja como parte de esta investigación y lo que encontraron hizo que se tambalearan. Lo primero que hallaron fue el cuerpo de Bernice, colgado por los tobillos del techo, decapitado y abierto en canal con todas las vísceras sacadas. Si esto no era suficiente, cuando encontraron decenas de objetos curtidos con piel humana y otros tantos elaborados con partes de mujeres ya fue el acabose. Entre estos objetos se encontró (sacado de la web crimelibrary):
- Cuatro narices
- Huesos y fragmentos humanos completos
- Nueve máscaras de piel humana
- Cuencos hechos de cráneos humanos
- Diez cabezas femeninas con la parte superior aserrada
- Varios asientos de silla recubiertos de piel humana
- La cabeza de Mary Hogan en una bolsa de papel
- La cabeza de Bernice Worden en una bolsa de arpillera
- Nueve vulvas en una caja de zapatos
- Un cinturón hecho de pezones humanos femeninos
- Cráneos en sus postes de la cama
- Un par de labios en una cuerda de drenaje para una cortina de ventana
- Una pantalla de lámpara hecha de la piel de un rostro humano
Casi nada. No es de extrañar que después de esto se le pasara a conocer como «El carnicero de Plainfield».
Gein fue detenido y acusado de ambos asesinatos, pero sobre todo, la duda era ahora saber de dónde había sacado todo lo que tenía en casa. Se temían lo peor. Aunque la explicación que les dio no es que los tranquilizara demasiado, al menos comprendieron que eran trozos de víctimas que él mismo había matado.
Él dio la explicación de que, tras la muerte de su madre, acudía a cementerios (ya que estaba atento a los obituarios) cuando morían mujeres jóvenes. Quería abrir las tumbas y ver si alguna de ellas se parecía a su madre. Dijo que fue hasta en cuarenta ocasiones, pero en treinta de ellas volvió a casa sin atreverse a abrir los nichos. En diez ocasiones sí lo hizo y se llevó los cuerpos a casa para desmembrarlos y confeccionar todo lo que encontraron. En un principio no le creyeron, porque la historia era increíble, pero Ed los acompañó al cementerio para demostrar que las tumbas que él dijera estarían vacías. Así fue.
La curiosidad inmediata por saber si practicaba la necrofilia o el canibalismo fue inevitable. Él dijo que no, que olían muy mal. Tras conocer una mente tan enrevesada, los investigadores se pusieron manos a la obra con él enseguida y las primeras conclusiones no tardaron en llegar. Según ellos, Ed llegó a pensar que la única mujer ideal era su madre y todo lo que ella representaba. Es por esto que despreció al resto, catalogándolas de impuras. Este rechazo por las mujeres se enfrentó con una fascinación por lo prohibido que representaban para él y lo llevó a sufrir una confusión que no le dejaba clara ni su propia identidad sexual. Esto en parte explicaba que parte de estos atuendos que encontraron fueran utilizados por Ed para vestirse de mujer. Algo todavía más escabroso, y que reafirma esta teoría, fue que incluso llegara a ponerse encima de sus propios genitales los de una mujer, que había amputado.
Da escalofríos, lo sé.
Durante un año se le evaluó. La conclusión a la que llegaron fue que padecía esquizofrenia. Lo calificaron como un asesino visionario, ya que una voz interior, un mal, le hablaba y le empujaba a cometer estos actos. ¿La voz de la madre, quizá? Quién sabe.
A Gein no se le llegó a juzgar en el sentido estricto del acto, más bien se le declaró incapacitado por demencia y se le internó en un manicomio por tiempo indefinido. La decisión no agradó a los familiares de las víctimas, pues pedían que fuera juzgado por sus crímenes, cosa que nunca sucedió. Lo que pasó después sorprendió a propios y extraños, pues Ed fue un interno modelo. Su comportamiento siempre fue ejemplar dentro del hospital, por lo que a los casi veinte años se pidió una revisión para poder quedar libre. Menos mal que los profesionales que lo evaluaron en esos momentos determinaron, de manera unánime, que debía seguir internado. Ed murió en julio de 1984 por una insuficiencia respiratoria, dejando atrás una historia fascinante a la par que horrenda.
Y hasta aquí por hoy, querido lector. Déjame decirte que ha sido un placer teclear para ti de nuevo. Espero que entiendas que lo único que pretendo con estos artículos es acercarte lo más veraz posible la figura de quienes se ha hablado y especulado muchísimo. Ojalá que, al menos, te haya entretenido. Como siempre, me tienes para lo que sea tanto en mi correo electrónico: Blas@zendalibros.com y mi Twitter (donde te recomiendo seguirme, que así se alimenta mi ego): https://Twitter.com/BlasRuizGrau. Debido a mis nuevos compromisos profesionales, no sé si podré darte el ritmo que he llevado con mis otros blogs (cada dos semanas exactas, un nuevo artículo), pero te prometo que lo voy a intentar. Sea como sea, nos vemos a la próxima. Seguro que te voy a sorprender igual.
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