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Eduardo Manzano: «Es inútil buscar el origen de la historia de España en los visigodos»

Eduardo Manzano: «Es inútil buscar el origen de la historia de España en los visigodos»

El historiador Eduardo Manzano, autor del ensayo España diversa, que pone en valor la pluralidad cultural y lingüística española frente a otras naciones como Francia, Alemania o Italia, piensa que «es inútil buscar en el pasado un momento originario de la historia de España», a menudo situado erróneamente en los visigodos.

Profesor del Instituto de Historia del CSIC y de la Universidad de St. Andrews, Manzano ha dicho en una entrevista con Efe que España diversa (Crítica) nació en la pandemia ante la insatisfacción por las historias de España al uso y «un contexto de inflación de mala historia y que el buen trabajo de investigadores no siempre llega al gran público». A su juicio, hay un exceso de «miradas muy locales» y «una falta de consenso político y social sobre qué historia queremos enseñar, cómo y para qué la queremos enseñar». Manzano pone en cuestión tanto una historia de España nacionalista que sitúa su origen en los visigodos como las historias nacionalistas localistas. «En general, cuando las historias se construyen desde el enfoque nacionalista, aparecen muchos agujeros al intentar cubrir contradicciones, complejidades y paradojas tratando de hacer un relato lo más lineal posible, y eso pasa en las historias de España, Cataluña, Francia o Inglaterra».

Esa concepción visigótica del origen de España tiene su origen en el siglo XIX, aunque hay crónicas ya en los siglos XVI y XVII que se remontan a los visigodos, pero, advierte Manzano, «no hay ningún rey visigodo que se llame Rex Hispaniae, ellos exhiben el título de Rex Gothorum, rey de los Godos; y no se llamaron a sí mismos reyes de España hasta el siglo XIX, con José Bonaparte». Para el historiador, «es inútil buscar en el pasado ese momento originario de la historia de España, y además el concepto de España ha sido muy variado: no es lo mismo la España que concibe la Constitución de 1812, que se refiere a una unión de los españoles de ambos hemisferios, que la de hoy o la de la época franquista».

Manzano intenta ofrecer «un marco de interpretación que, aunque no sea absolutamente consensuado, mucha gente pueda ver reflejada su cultura o su identidad». El autor cree que ante las demostrables «manipulaciones falsas de la historia por la extrema derecha», lo que te pone al abrigo es el conocimiento crítico de la historia. «Cuando se dice que el origen de la nación española está en Covadonga y Pelayo, y que no reconocerlo es ser un mal español, es falsear la historia, porque la sociedad de Pelayo no tiene nada que ver con la nuestra, que es el resultado de las luchas de los últimos 50 o 60 años. Se suele perder de vista que el pasado no tenía ninguna obligación de producir el presente actual», subraya el historiador.

Manzano trata de «desnacionalizar la historia», porque, reconoce, «tratar de construir una historia común sería como buscar una esencia en el pasado» y por ello ha preferido ver cómo han evolucionado las diferencias de toda la gente. En el contexto europeo, sostiene, España es un caso bastante único, al haber preservado su diversidad, algo que no ha ocurrido en Francia, en mucha menor medida en Italia y en Alemania, y en el Reino Unido, aunque también se ha mantenido, su desarrollo histórico no tiene nada que ver con el español.

Respecto al mantenimiento de la diversidad, Manzano se fija en «ese formidable legado islámico y sefardí, que hemos podido recuperar en los últimos cien años, después de haber estado abandonado y prácticamente olvidado durante mucho tiempo». Asegura el historiador que «hay cosas que la gente no sabe, como por ejemplo que Al Ándalus es la sociedad medieval musulmana que mejor se conoce, mejor que la de Irak o Egipto. Los omeyas dominaron la península durante casi 300 años y se conoce esa época extraordinaria a través de las fuentes escritas, la arqueología y las obras arquitectónicas». Por esa razón, cree Manzano que conocer la historia de Al Ándalus o de Sefarad y sus particularidades en España ayudaría a «crear unas sociedades más cohesionadas, mejor articuladas, algo necesario en las sociedades democráticas actuales».

El legado andalusí, agrega, no solo ha tenido pervivencia en España, sino también fuera, donde «filósofos, juristas, poetas y teólogos andalusíes siguen siendo una referencia cultural para el mundo musulmán, algo de lo que muchas veces la gente de aquí no es consciente». Se refiere Manzano también a la colonización de América, que también tiene peculiaridades en comparación con los imperios francés o británico: «En el caso español hay dos principales objetivos, uno más medieval, la cristianización; pero otro que se acerca a la modernidad, la extracción de recursos para la metrópoli». Además, el imperio español es «paradójico», porque acaba con muchas culturas indígenas, muchas veces de manera involuntaria, por enfermedades o por asimilación dentro de las estructuras de la sociedad conquistadora, pero al mismo tiempo genera muchos procesos de mestizaje. Argumenta que «en la colonización española de América, radicalmente diferente de la anglosajona, no tiene sentido hablar de un genocidio», porque los españoles que llegan en los siglos XVI y XVII no superan los 250.000, y «con esas personas no podían poner a rendir económicamente el continente, sin menoscabo del impacto brutal que eso produjo».

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Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace

Estoy de acuerdo en lo relativo a las interpretaciones de la historia que hacen los nacionalismos tanto localistas como el nacionalismo español forjado en el XIX.

Los orígenes son diversos y desperdigados en el tiempo, a lo largo de los siglos. Y buscarlos en los godos puede ser tan inexacto como buscarlos, tal como hace este señor, en los muslines ibéricos. Más de media península estuvo libre de musulmanes casi todo el tiempo que duró la invasión. Además, la la población realmente musulmana de la Península fue minoritaria ya que la mayor parte de dicha población eran hispano-romanos convertidos al Islam.

La permanencia de la cultura romana fue mucho mayor y la pervivencia de dicha cultura hunde sus raíces hasta nuestros días.

Y nos podemos remontar a nuestras tradiciones griegas, fenicias, íberas y celtas como sustrato a tener en cuenta de forma imprescindible en nuestro acervo colectivo. No hay más que recorrer nuestras tradiciones, las de todos, para encontrar raíces en lo más profundo de la antiguedad.

Respecto a la diversidad, el interés tan especial en hacer tanto hincapié en ella es obedeciendo a razones espúreas. Nuestra diversidad, evidente, no es mayor que la que contemplan otros pueblos europeos (sin necesidad de desplazarnos más en la geografía mundial) como franceses, italianos, alemanes o ingleses, no digamos checos, rusos, húngaros o polacos, rumanos o búlgaros, eslovenos o croatas… Y, por cierto, siempre opinaré que, en esta piel de toro, nos unen muchas más cosas que las que nos hacen tan «diversos» de forma muy superficial la mayoría de las veces.

Habrá que leer este libro para hacerle una intensa crítica. Además, lo que un determinado historiador piense en una época y en un momento determinado, quedará obsoleto dentro de 50 o de de 100 años cuando otros historiadores hayan hecho progresar la investigación histórica mucho más allá (o incluso puede que dentro sólo de 10 años), lo mismo que lo opinado por los historiadores del XIX ha quedado actualmente obsoleto, sobre todo en lo que respecta a la forma y mucho menos en el fondo.

Ramito II
Ramito II
30 ddís hace

San Isidoro de Sevilla (aprox año 600) dice al escribir la historia de Hispania que los godos y los romanos se han fusionado y ya el habla de hispani o «españoles». Las crónicas de Alfonso III (2 mitad siglo IX) al narrar (legendariamente cierto pero irrelevante para esta discusion) la batalla de covadonga alude en el supuesto discurso de Pelayo que la salvación de España comienza en esa roca (refiriéndose a covadonga), Alfonso VII (siglo XII) se proclama Imperator Totius Hispaniae… son sólo algunos ejemplos de la concepción medieval de España. El problema es que nos empeñamos en aplicar la idea de estado moderno a estructuras de hace cientos o miles de años y así es imposible… lo que más me sorprende es que este «historiador» desconozca el título de la proclamación imperial de Alfonso VII de León y diga que hasta el siglo XIX los reyes de España no se titulan así…

Angeljo
Angeljo
30 ddís hace
Responder a  Ramito II

Son de los historiadores que procedan por omisión voluntaria para establecer sus verdades.

Luis
Luis
30 ddís hace
Responder a  Ramito II

Ese historiador es un memo. En una entrevista le oí decir que no se podía hablar de invasión islámica de la península porque en 711 el islam aún no existia. Mahoma llevaba ya décadas muerto, pero según él la religión islámica no existía.

Universal
Universal
30 ddís hace

Para no caer en el nacionalismo español cae en el contrario, la idea de España está clara en todo el Medioevo, y por ejemplo los Reyes de Aragón así se presentaban, «Somos los reyes del mejor reino de España» en el siglo XIII y antes

Endika
Endika
29 ddís hace

«No se llamaron así mismos reyes de España hasta el siglo XIX», ¿de verdad, vais a caer en ese engaño intencionado? Basta con leer las crónicas medievales con la correspondiente titulación de algunos reyes (por ejemplo, Alfonso VII de León), ni hablar de los reyes de la Edad Moderna y del siglo XVIII. En fin… ya tengo una mínima idea de quién es este autor, y gracias a Dios que tengo pensamiento crítico y no me dejo manipular fácilmente.

Última edición 29 ddís hace por Endika
Antonio
Antonio
29 ddís hace

Álvarez Junco, gran especialista en el nacionalismo, sostiene que «Las naciones no son entidades naturales, no sólo por el hecho de que su surgimiento es reciente sino también porque se han creado con fines políticos. Han sido «inventadas», según el término acuñado por Eric Hobsbawm hacia 1980, e inventadas precisamente por los nacionalistas, con objetivos políticos. Es decir, los sentimientos nacionales no surgen espontáneamente, sino que son enseñados por gobiernos o grupos sociales que tienen interés en ello. Lo cual socava la presunción de que las naciones han precedido a los Estados. Por el contrario, hoy creemos que los Estados precedieron a las naciones, e incluso que su existencia es un prerrequisito para el surgimiento de los nacionalismos». Conviene no decir simplezas, como las de algunos comentarios.