Eduardo Torres-Dulce parece salido de una de sus películas favoritas, de una de esas películas de la época clásica del cine, entre los años 1930 y 1960, que es la que más le gusta a él. Podría ser un caballero tipo James Stewart, o un vaquero tipo Gary Cooper, un sheriff, por ejemplo. Me da la sensación de que Torres-Dulce, en estas películas, siempre estaría con los buenos y defendiendo a los indefensos, a los necesitados, “solo ante el peligro” si fuera preciso.
Eduardo Torres-Dulce sonríe.
Me da su último libro, El asesinato de Liberty Valance (Hatari! Books). Desenfunda una preciosa pluma y me dedica el libro.
Hablamos de su ensayo, pero no mucho, aunque hay que decir que ya va por la cuarta edición y que es una maravilla, como libro en sí y como edición, en la línea de los que publica Hatari! Books, editorial de la que él es socio con otras personas, algunas tan conocidas como José Luis Garci y Luis Herrero.
Eduardo Torres-Dulce es un hombre muy educado, afable; conmigo siempre es de una exquisita cortesía, y más que eso, por la cercanía que transmite.
Se le ve entregado a su pasión por el cine, pero también, aunque yo conozca menos esa “faceta” suya —que es su profesión—, al Derecho.
Cuando uno lee sus libros lo está viendo a él. Pienso que lo que escribimos es algo así como una radiografía, y un retrato, autorretrato, de todo nuestro ser, de nuestra mente y de nuestra alma, y eso es muy cierto en los libros de Eduardo Torres-Dulce.
En este caso, por supuesto, no es casualidad ni mucho menos que escriba sobre cine, porque el cine yo creo que forma parte de su espíritu, por supuesto, de su intelecto, de todo su ser. Por supuesto, une su gran erudición cinéfila a una gran sensibilidad humana. Además, lleva su personalidad a su condición de crítico de cine, un “oficio del siglo XX”, como decía su admirado Guillermo Cabrera Infante.
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—¿Ha podido escribir mucho en este período de la pandemia?
—Este libro, El asesinato de Liberty Valance, no lo habría podido publicar ahora de no ser por la pandemia. Hubiera tardado más tiempo.
—Supongo que vería mucho cine.
—Sobre todo en el primer momento, cuando no podíamos salir de casa y teletrabajaba. Además, en el despacho —trabaja en Garrigues— nos mandaron muy pronto a casa, antes de que lo dijera el presidente del Gobierno. Es un despacho muy avanzado en lo tecnológico y nos dieron unas instrucciones para teletrabajar. No hubo problemas desde este punto de vista. Enseguida pudimos ponernos a teletrabajar, desde el primer día. Con todo, yo tuve más tiempo que de costumbre, y pude trabajar en este libro y ver también otro tipo de cine.
—¿Qué películas vio?
—Mi mujer me dijo que tenía interés en ver todas las películas de Woody Allen, y las vimos todas. Me llevé además la sorpresa de ver algunas que no me parecían tan buenas, y que al verlas en esta etapa me han parecido mejores. Vimos muchas comedias porque el momento no era para Ingmar Bergman, desde luego.
—¿Y leyó mucho?
—Leí, pero vi más cine, aunque leí bastante. De todos modos, yo tengo la costumbre de tener tres libros abiertos; sin embargo, he de decir que ya no leo apenas novelas, las novedades. A mí me gustan la poesía y el ensayo, y últimamente leo menos poesía. Ahora me gusta mucho, como le ocurre a mi amigo Luis Alberto de Cuenca, la novela de detectives, de detectives elegantes. Ahora me encanta, he de reconocerlo, la novela de puro entretenimiento.
—¿Tiene alguna preferencia más?
—Me gusta el cuento desde hace mucho. A mí hacer un buen cuento me parece un arte extraordinario, y aunque muchos autores, dentro de sus obras completas, no los consideren mucho, a mí me gustan más que las novelas. Cuentos por ejemplo de Scott Fitzgerald, de Hemingway, de Faulkner… “El oso”, de Faulkner, por ejemplo, me parece un texto difícil de mejorar. Por otro lado, yo también he escrito cuentos.
—Esto no lo conocía. Me llamaba la atención que una persona que era tan gran lectora, y que le gusta escribir, no escribiera literatura, aparte de crítica de cine.
—Sí, he escrito cuentos y he publicado algunos. Ahora le escribo a mi mujer cuentos de Reyes Magos porque me los pidió como regalo de Reyes hace algún tiempo. Pero reconozco que me cuesta.
—¿Los escribe todos los años?
—Sí, todos los años. Y me pide además que se los encuaderne y se los ilustre. Tengo familiares que pueden hacer esas ilustraciones.
—¿Y la novela? ¿Ha escrito novela alguna vez?
—No, no he escrito novela. Alguna vez lo he pensado, pero no lo he hecho. Yo respeto mucho a las personas que escriben novelas, por lo difícil del género, por la exigencia.
—De todos modos me admira cómo aprovecha el tiempo. Su trabajo en el despacho, sus críticas de cine, los libros…
—Es cuestión de organizarse. A mí me admiran amigos míos que me dicen que ven tantas series. Una serie implica unos capítulos con una duración, y eso lleva tiempo, horas y horas. Yo voy a ver dos películas a la semana para hacer mis críticas, y eso no lleva tanto tiempo. Voy por la noche o a última hora de la tarde.
—Compagina muy bien la profesión de abogado con su condición de crítico de cine, de cinéfilo.
—Mi padre, desde muy pequeños, a mis hermanos y a mí nos inculcó la idea de que había que tener aficiones para compaginar con el trabajo. Decía que en el caso del Derecho la profesión era muy absorbente y que debíamos tener algo que nos hiciera respirar. Él, por ejemplo, era muy aficionado a la zarzuela, tenía mucha erudición en este tema.
—Siempre habla con gran cariño y admiración de su padre. A él está dedicado, entre otras personas, El asesinato de Liberty Valance.
—Me acuerdo de que yo sacaba buenas notas en el colegio para agradar a mi padre. Porque él era una buenísima persona y lo que más le importaba era, primero, por supuesto, que fuéramos buenos chicos, y segundo que sacáramos buenas notas. Si sacábamos buenas notas ya lo teníamos ganado completamente. De hecho, cuando éramos unos muchachos quisimos que nos hiciera socios del Real Madrid, y se lo pedimos. Y mi padre inmediatamente dijo que sí; incluso nos dio la llave del portal y nos dio libertad, diciéndonos sólo que nos portáramos bien. Claro que nosotros sabíamos que teníamos que llegar a buena hora.
—A usted también le gusta mucho el Derecho, ¿verdad?
—Sí que me gusta, pero hubiera preferido ser médico. En mi familia hay sobre todo médicos y juristas, y yo hubiera preferido dedicarme a la Medicina. Me habría encantado. Pero también me gusta mucho el Derecho. En el colegio en el que estudié, el colegio La Salle Maravillas, nos inculcaron la idea de que había que hacer las cosas para los demás. Y para mí el ejercicio del Derecho significa la voluntad de restablecer la justicia del mundo, restablecer ese orden.
—¿Cómo ve el momento actual en ese sentido?
—Estamos en un momento de crisis de la ley.
Me habla sobre la sentencia del estado de alarma del Tribunal Constitucional, y me pone un ejemplo, una metáfora muy clara, sobre la actuación del Gobierno.
—Organice usted el tráfico, pero los coches no se pueden saltar los semáforos en rojo.
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Autor: Eduardo Torres-Dulce Linfante. Título: El asesinato de Liberty Valance. Editorial: Hatari Books!. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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