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Ejercicios de memoria

Ejercicios de memoria

La mujer y la finca que habita tienen la misma edad y han envejecido juntas. Ella nació en 1913, y el edificio se construyó a principios del siglo XX. Llegado un momento, la mujer comienza a derrumbarse física y mentalmente, mientras el edificio se rehabilita, rejuvenece y adopta incluso mejor aspecto que tenía recién construido. La mujer, la finca y el lugar donde se encuentran, uno de los barrios valencianos que más se ha transformado durante las últimas décadas, Russafa, son los protagonistas de Las dos Adelaidas (Editorial Sargantana, 2023) sexta y última novela de Elena Casero.

La escritora valenciana aborda en este relato de autoficción una de las facetas más tristes de nuestra sociedad, el progresivo e irreversible deterioro cognitivo que sufren algunas personas mayores y cómo esas graves pérdidas afectan a su entorno familiar. Y lo hace en primera persona a través de la voz de una de las hijas de la anciana, una de las Adelaidas, la más joven y soltera, que debido a la enfermedad de su madre se ve obligada a volver a vivir con ella. Lejos de enfatizar el dramatismo de la situación, Casero ofrece mediante un lenguaje sobrio y preciso un retrato fiel de la realidad entreverado de toques de humor y de ternura. Aporta su propio grano de arena, su visión personal a un tema últimamente muy frecuentado en la literatura, ofreciendo un homenaje a los sacrificios de las mujeres de una generación pretérita obligadas a vestirse de negro cuando un pariente fallecía, que no podían ni debían quejarse, que eran «casi mártires».

"La relación entre ellas no es fácil. Ambas mujeres tienen fuerte carácter y un punto de ironía que puede resultar hiriente. Pero pronto encuentran un denominador común que las une: los ejercicios de memoria"

Ni la madre ni las hijas tienen nombre en esta historia. Una decisión que tomó la autora para representar simbólicamente la niebla que va invadiendo la mente de la madre hasta borrar la identidad de sus seres queridos. Acabará llamando Adelaida a sus dos hijas, porque ese es el nombre de la ciudad australiana donde vive la mayor con su marido y sus dos niñas pequeñas. Las dos Adelaidas que dan título al libro.

Es la pequeña ya en plena madurez, con sesenta años, la que debe responsabilizarse del cuidado de la madre en franco declive tras una estancia hospitalaria, y lo hace en principio con cierta desgana. «Al regresar junto a mi madre, mi vida cambió. Nadie te avisa de que, mientras ella se muere, te has de convertir en su madre. Nunca se lo dije porque me pareció inhumano, pero fue peor hija al principio de la enfermedad de lo que yo pude ser en la adolescencia».

"Casero reivindica la memoria matrilineal, la que se transmite a través de las mujeres, a diferencia de la que ha sido siempre dominante en los linajes"

La relación entre ellas no es fácil. Ambas mujeres tienen fuerte carácter y un punto de ironía que puede resultar hiriente. Pero pronto encuentran un denominador común que las une: los ejercicios de memoria. Con el propósito de luchar contra el olvido que amenaza a la madre a causa de los microinfartos que sufre, exhuman una caja de fotos antiguas y dos cuadernos negros con escritos maternos. Esas palabras, esas imágenes son una brújula que les permite orientarse por el pasado. «Mientras nuestra madre perdía la memoria, nosotras recuperábamos parte de la nuestra, de un pasado que nos pertenecía por herencia, pero del que sólo recibíamos destellos, hojarasca revuelta por el viento de la historia».

Surgen historias de los antepasados, como ese abuelo juerguista asiduo al Bataclán, una famosa sala de fiestas, el otro abuelo que se arruinó, y sobre todo abuelas y tías, numerosas tías con distinto perfil, porque Casero reivindica la memoria matrilineal, la que se transmite a través de las mujeres, a diferencia de la que ha sido siempre dominante en los linajes.

"La historia transcurre sobre el fondo de una ruidosa banda sonora, la cacofonía de la reforma de la finca de la que han intentado echarlas al cambiar de propietario"

«¿Por qué nunca me hablaste de la vida de nuestras antepasadas?», pregunta a su madre la hija menor. «Creo que no lo consideré necesario. Nos tocó vivir una época de pocas palabras, de silencios, de olvidos y de supervivencias. No es que tuviéramos nada que ocultar, pero había que pensar en el futuro, en el vuestro. Nuestro pasado importaba bien poco. De hecho, todas las confesiones suelen ser más un peso para los hijos que un alivio para los padres».

Berta, la amable cuidadora colombiana de dulce voz, asiste algo perpleja a esas evocaciones del pasado. «¿Qué le supone conocer todas esas historias de su mamá?», pregunta. «Me sirve para valorar aún más toda la labor callada que hicieron las mujeres que nos precedieron. Siento que, conociéndolas, les estoy haciendo un pequeño homenaje, aunque se quede entre estas cuatro paredes y a nadie le importe. Porque, ¿qué sería de nosotras si ellas no se hubieran sacrificado tanto?».

La historia transcurre sobre el fondo de una ruidosa banda sonora, la cacofonía de la reforma de la finca de la que han intentado echarlas al cambiar de propietario. El ruido como metáfora de la agresión que padecen muchos inquilinos de renta antigua, llamados despectivamente «gusanos». Los ruidos de la gentifricación. «Durante el día los golpes eran un tormento para los oídos y los nervios. Comenzaban, otra vez, a las ocho de la mañana y finalizaban a las cinco de la tarde (…) Algunos días notaba a mi madre más nerviosa que de costumbre. Se estaba haciendo más sensible a las estridencias. Y a las caricias, como si cualquier mínimo contacto en la piel le abriera una herida».

"Junto a la historia íntima y familiar, Casero recupera fragmentos del pasado que vivieron esas mujeres obligadas a ser sumisas y obedientes"

El barrio de Russafa en profunda mutación es también protagonista. El típico barrio menestral surgido sobre las huertas que pasó por una época oscura debido a la droga y a la delincuencia en los setenta y ochenta, luego fue asentamiento de inmigrantes, pero que desde finales del siglo XX renació de sus cenizas y hoy es uno de los más cool de Valencia.

Adelaida menor acompaña a su madre, cada vez más frágil, en ese viaje imaginario al pasado, mientras dan pequeños paseos por su barrio. En una ocasión tropiezan con un vecino que guarda una gran parecido con Franco y la madre aprovecha para soltarle un buen rapapolvo al confundirlo con el dictador, Bigotito, como ella lo llama, pues siempre fue de izquierdas, aunque tuvo que soportar dos dictaduras. Además del sosias del Generalísimo, otros vecinos desfilan por estas páginas, unos todavía vivos y otros ya como fantasmas.

"En su sexta novela, Casero se muestra en una faceta más íntima e introspectiva que en las anteriores, demostrando que es una escritora versátil que no se encasilla en géneros o temas concretos"

Junto a la historia íntima y familiar, Casero recupera fragmentos del pasado que vivieron esas mujeres obligadas a ser sumisas y obedientes, como el programa de Doña Elena Francis, cuyos mojigatos consejos rebelaban a su madre. O en el otro lado de la moneda, la revista El Mundo Gráfico en la que una periodista, Teresa de Escoriaza, mostraba una mentalidad más abierta. Además de la memoria familiar, Casero ha recurrido a fuentes históricas, como el ensayo de Carmen Martín Gaite Usos amorosos en la España de la postguerra.

La relación a veces tensa y abrupta de las dos Adelaidas, separadas por miles de kilómetros pero unidas por el amor a su madre y el que existe entre ellas, refleja sutilmente el cúmulo de sentimientos intensos, a veces confusos y contradictorios que se establecen entre quienes comparten la misma sangre: rivalidades, celos, envidias. El temible amor/odio.

En su sexta novela, Casero se muestra en una faceta más íntima e introspectiva que en las anteriores, demostrando que es una escritora versátil que no se encasilla en géneros o temas concretos. Ha escrito numerosos microrrelatos y desde thrillers de ambiente rural con una buena dosis de humor negro —Tribulaciones de un sicario o Donde nunca pasa nada— a una historia de intriga ambientada en un mundo que ama, el de la música, pues, además de escribir ficción, toca el clarinete y el piano: Las óperas perdidas de Francesca Scotto. Desde que se jubiló vive en Los Isidros, un pequeño pueblo cercano a Requena (Valencia), donde ha creado una biblioteca y un club de lectura.

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Autora: Elena Casero. Título: Las dos Adelaidas. Editorial: Sargantana. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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