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El arte en el fútbol

El arte en el fútbol

Imagen de portada: Pelé, Andy Warhol

A veces los locutores comentaristas de un partido de fútbol que transcurre en el aburrimiento más soporífero se entusiasman con la ejecución de un gol y llegan a calificarlo de “obra de arte”.

No les quito la razón. Un gol, bellamente ejecutado, encierra dosis de belleza. Una dosis algo más chica que la que nos ofrecen cuadros de Goya, de Velázquez, de Leonardo da Vinci, o mismamente de Van Gogh.

Lo malo que tiene el gol bellamente ejecutado es que se disipa inmediatamente, no quedando nada de él, y pasando a la categoría de “obra de arte fugaz”. Los cuadros de los pintores antedichos permanecen tangibles. Pero los goles no, pues son intangibles y etéreos. Arte menor, pues, como ciertos versos.

"Tengo la sensación de que no es arte lo que, en ambos espectáculos, solamente es habilidad"

De los espectáculos multitudinarios, donde más arte vemos es en una corrida de toros. Hay un enfrentamiento desigual de fuerzas y sentido; y es el hombre el único que puede hacer arte con su valor y sus engaños ante un animal que puede matarle. De hecho, burlar la cornada con recursos artísticos es la esencia de la Tauromaquia. Un enfrentamiento de la bravura natural de un toro con la sutilidad de unos engaños de tela es, en el fondo del espectáculo, el dominio de la inteligencia sobre la brutalidad. El enfrentamiento de la línea horizontal contra la línea vertical, que ya propusieron José Zorrilla y más tarde José Ortega y Gasset cuando se pusieron a pensar en la razón de existir del espectáculo taurino.

Ahora que lo pienso mejor, buscar arte en espectáculos que suelen ser disfrutados por miles de espectadores es tarea difícil. Creo que fue el monstruo del siglo XVI Leonardo da Vinci quien dijo en su Tratado de la pintura que el arte se encuentra en la intimidad de la vida y en el análisis esencial de una persona ante la hermosura de una mujer, la grandeza de un paisaje de montañas y ante el mar indomable.

Pido disculpas por haber juntado el fútbol con los toros en busca del arte que de ambos se pueda desprender. Tengo la sensación de que no es arte lo que, en ambos espectáculos, solamente es habilidad. Entre una tanda de naturales y un gol habilidoso existe el mismo adjetivo calificativo: profesionalidad. Y la profesionalidad no es arte, es oficio. El torero y el futbolista se entrenan para ser cada vez mejores en sus respectivas profesiones. Nunca se entrenan para ser artistas, porque el arte nace de forma espontánea (quien la lleve en la masa de la sangre) o no nace nunca.

Los protagonistas de ambos espectáculos son los que deben darle categoría, seriedad y madurez a su personal actuación. Esos futbolistas que se tiñen el pelo de amarillo limón, o rosa, o se hacen una cresta o unos cortes de pelo súper-modernos, se ridiculizan un poco a sí mismos e infantilizan el espectáculo. Los que se dejan rastas o dreadlocks o mismamente tirabuzones terminados en bigudíes amarillos (estilo madame Butterfly) los disculpamos porque quizá la costumbre viene de antiguo en su familia y país.

"No olvidemos que las costumbres y el lenguaje definen y dan personalidad a la corrida de toros y al partido de fútbol"

No olvidemos que las costumbres y el lenguaje definen y dan personalidad a la corrida de toros y al partido de fútbol. Éste mantiene un lenguaje bélico evidente. Últimamente se ha acuñado una frase que nos parece inadecuada aplicada al fútbol. Cuando un jugador no es seleccionado por el entrenador, se dice que Fulano “no es de la partida”. No se olviden que “la partida” solía ser, en la Guerra de la Independencia, un grupo de guerrilleros que formaban una tropa armada. El Diccionario de la RAE dice en las acepciones 23 y 24 de la palabra “partida” lo siguiente: “f. Grupo de paisanos armados sin un mando militar superior. f. Conjunto poco numeroso de gente armada, con organización militar u otra semejante”.

En la ciudad donde escribo, durante la invasión francesa era bueno ser de la partida de Jerónimo Saornil, el de Calabazas, que capitaneaba a los Húsares Francos de Castilla la Vieja, una partida de trescientos hombres a caballo que traían al retortero a los ejércitos franceses. O de la de Tomás Príncipe, donde se juntaban patriotas y ladrones con ganas de darle palpelo a los gabachos (pido disculpas por desempolvar viejas expresiones).

El lenguaje bélico es habitual en el lenguaje futbolístico. Es normal oír las palabras “gran disparo”, “salvarse de la quema”, “cañonazo”, “tirar” (tirar es, entre otras cosas, descargar la carga de un arma; tirar a puerta es intentar perforarla con un gol). La palabra “defensa” tiene una connotación bélica clara. Y nada digamos de las expresiones “elevar la moral de la tropa” con un gesto inusual, y “luchar por la permanencia”, que tanto se oyó por aquí… antes de que el Pucela subiera a primera división, donde nos gustaría que se eternizara.

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