El caballito es un álbum en el que las imágenes de Andrea Antinori dan cuerpo a las rimas de una canción, y de esa incorporación resulta un pequeño “teatro interior”, como a Alberto Savinio le gustaba llamar a los diálogos de Giacomo Leopardi. La comparación no ha sido traída por los pelos a cuenta de la nacionalidad de los autores (la canción de partida es del también italiano Gianni Rodari) sino a propósito del título con el que el gran poeta y pensador de Recanati (se da la casualidad de que Andrea Antinori también nació en la pequeña ciudad de los Leopardi) recogió sus breves diálogos filosóficos: “obritas morales”. Si el pequeño libro de Leopardi comenzaba con una esclarecedora conversación entre la moda y la muerte, El caballito es una obrita sobre uno de los temas mayores de la imaginación infantil (el temor y el deseo) y sobre uno de los ejes artísticos más fecundos sobre los que esta se construye (los juegos de escalas, los cambios de tamaño, la incierta unidad de medida de las cosas).
La canción infantil creada por Rodari, una filastrocca minúscula y sugestiva, contrapone sus voluntades: la de un juguete de plástico (el pequeño caballo del título) y el niño que lo tiene en su mano. El juguete teme crecer y convertirse en un caballo de verdad, pues ello le acarrearía una responsabilidad fatigosa: tirar de un carro. El niño, por el contrario, desea hacerse mayor, pues quiere montar un caballo verdadero. Sobre ese patrón musical, de tres elementos (en la canción aparece un gato que servirá de unidad de medida intermedia) las ilustraciones se articulan en tres tonalidades (rosa, verde, gris) y una plasticidad flexible y primitiva que muestra con vivo dinamismo el proceso de crecimiento de los protagonistas. Antinori prolonga el carácter dialógico del poemita de Rodari y convierte las fuerzas de la canción (el miedo a crecer y el deseo de crecer) en un juego transformaciones que ensancha la imaginación del niño, pues permite asociaciones inesperadas que confieren a la obra (no dijimos que es un libro de cartón, para los espectadores prelectores más pequeños) una unidad de sentido superior, fruto del feliz cruce entre las rimas y los dibujos.
En El caballito las fuerzas de crecimiento se imponen al temor, y niño y caballo sea agigantan hasta ocupar doble página y más de ello, desbordando las fronteras del cartón para elevarse a un plano superior imaginario. No son ni el temor ni el deseo (tan parecidos que van de la mano) quienes triunfan, pues ni la amenaza paralizante se cumple (el yugo del carro) ni el objeto ansiado es tal (el caballo no se ajusta a los límites de lo real). Lo que triunfa es el acorde imaginario del niño y su figurita, una forma más plena de vínculo, a través del poder liberador del juego y la fantasía. Antes de esa última imagen, en la que en el espacio visible solo caben ya las patas del equino como altas torres muy por encima de la ciudad, se vio al niño como un jinete de barbas largas, y al imponente caballo se le vio erguida la cerviz, con una sonrisa en los belfos. Prodigios del que imagina.
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Autor: Gianni Rodari. Ilustrador: Andrea Antinori. Traductora: Laura Wittner. Título: El caballito. Editorial: Niño Editor. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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