La literatura checa no defrauda. Cuando uno cree que ha leído a muchos de los grandes escritores, bien sea de la época del imperio austrohúngaro, de la República Checoslovaca, de los tiempos de dominación nazi, de la República Socialista Checoslovaca, o la República Checa de hoy en día, Chequia, más allá de Kafka, Karel Čapek, Kundera, Ivan Klíma, Jaroslav Hašek, Johannes Urzidil, Egon Erwin Kisch o Václav Habel, no dejan de aparecer asteroides literarios que nos deslumbran. Tal es el caso de Ota Pavel.
“Enloquecí en la olimpíada de Innsbruk (1964). Se me nubló el cerebro, como si hubiera descendido una bruma de los Alpes. Me encontré con cierto caballero que para mí era el mismísimo diablo, con pezuñas, pelo, cuernos y dientes centenarios cariados. Luego subí a las montañas que se alzan sobre Innsbruck a incendiar una casa. Pretendía encender una gran luz que ahuyentara la niebla (la que tenía en su cabeza). Cuando estaba sacando las vacas y el caballo de la cuadra para que no fueran pasto de las llamas, llegó la policía austríaca… Con ayuda de medicamentos te conducen al estado de ser consciente de estar loco. Los ojos se te inundan de tristeza”.
En uno de los relatos de Cómo llegué a conocer a los peces (Sajalín editores, 2023), se delata sutilmente el lugar de escritura cuando dice: “Se podría decir que el sol es a menudo el medicamento azufrado de los psiquiatras celestes. El sol es más efectivo que las pastillas americanas Aventyl HCI (medicamento para trastornos bipolares)”. A medida que avanzan estos relatos novelados el tono cándido transmuta del niño al adulto.
Y desde ese terrible lugar de la mente en tinieblas de sus últimos años escribe dos libros excepcionales que para nada parecen escritos por una persona que padece alteraciones psiquiátricas. He allí una de las perplejidades del hallazgo. En Carpas para Wehrmacht (Sajalín editores, 2015), Mariusz Szczygiel escribe en el epílogo que el consenso de los lectores es que se trata de un libro opuesto a lo que se esperaba de la situación personal del autor: “De allí me vino a la mente que solo un prisionero de la depresión podía escribir el libro más antidepresivo del mundo”.
En efecto, los nueve relatos magistrales que conforman Carpas para Wehrmacht son un bálsamo. Nos llevan, con mucho humor, a un lugar de inocencia y descubrimiento donde conviven la bondad y la maldad. La maldad vista de una manera natural por un narrador que recuerda a su familia cuando era niño y las vivencias en torno a su vida pasada. Utiliza con soltura las técnicas del cuento para sorprendernos a la vez que nos deja un sentimiento cálido en el corazón y un nudo en la garganta. La buena literatura induce a reacciones fisiológicas y, en este caso, alguna lágrima se ve tentado a echar el lector.
Y nada distante de este sentimiento produce la lectura de Cómo llegué a conocer a los peces, el segundo libro, de mayor extensión sin superar las doscientas páginas, escrito en épocas de cierta estabilidad tras sucumbir a un trastorno bipolar severo. Dividido en tres partes, “Infancia”, “Un joven valiente” y “Regresos”, el libro toma una forma híbrida entre cuentario (conjunto de cuentos que conforman un mundo pero que pueden ser leídos de manera separada) y novela. Y digo novela porque, sin llegar a serlo de manera clara, arrastra progresivamente el sello autobiográfico del narrador desde su niñez hasta su vida adulta. La evolución de las partes es cronológica y en el último relato regresa de nuevo a la infancia para cerrar con el deslumbrante relato “Las anguilas doradas”, que sintetiza la estrechez de su relación con el padre.
La obsesión de Ota Pavel —cuyo nombre original era Otto Popper y que cambió en 1955— era la pesca. Y aquí conecta umbilicalmente con Carpas para Wehrmacht con la figura del padre, que llegó a ser el mejor vendedor de aspiradoras Electrolux del mundo, y que le enseñó todo lo relacionado a esta práctica junto al barquero Karel Prošek, que aparece en ambos libros con sólida presencia. Gran parte de la acción se desarrolla en una región de Bohemia llamada Křivoklá: “Lo mejor para cualquier pescador es empezar con los peces siendo aún crío. Que lo inicie en los misterios de la pesca su padre, su tío o un balsero”. Y aquí no podemos dejar de hacer una conexión con el entrañable personaje, el tío Pepín, de la novela La pequeña ciudad donde se detuvo el tiempo de Bohumil Hrabal, con su papel tan único, singular, preponderante y relatado con una genuina voz cándida, como en el caso de Pavel.
El padre es tan obsesivo con la venta de aspiradoras Electrolux como lo es con la pesca y con casi todo lo que se propone con astucia y entusiasmo desbordante. Una vez casi hace que su hijo se ahogue por el empeño en pescar anguilas cuando las condiciones del río ya no eran las adecuadas. El río, al mismo tiempo, es otro personaje, uno que hace que el mundo cobre sentido. De esta manera la pesca se convierte en lo único sólido de la vida ante las atrocidades que le tocó vivir tanto al padre como al hijo: “Navegar por un río es hermoso y, para un pescador, fantástico. Como cuando se come pan fresco con mantequilla y se unta encima con miel”.
En estas historias se pescan muchos tipos de peces en distintas escenas y edades del narrador a medida que crece: gobios, percas, lucios, anguilas, barbos, carpas, truchas, bremas, bonitos y peces gatos. Recordemos que Chequia es un país sin salida al mar por lo que los ríos y estanques cobran especial relevancia en la vida cotidiana. Hay dos relatos, entre los más absurdos y divertidos, cuando el narrador, ya de mayor, se aventura a pescar sin éxito desde la superficie de un submarino en Polonia en los momentos que sale a flote y en una breve y apurada estancia en el mar Negro.
Pavel tiene la habilidad de dar giros dramáticos a las historias tomando al lector fuera de guardia, virtud de los grandes narradores. Es así como en los primeros relatos de Cómo llegué a conocer a los peces se pinta un mundo idílico, tiene al lector sumergido e interesado en parajes de ensueño y, de pronto, cuando está con la madre, felices de haber encontrado un lugar con muchas setas, el niño le pregunta a su madre:
“—¿Por qué lloras, mamá?
—¡Cuando abundan las setas comienza una guerra!
— Eso es superstición, mamá.
—Lo ha dicho tía Karolina. Antes de la Primera Guerra Mundial, por lo visto, también crecieron de este modo. Millares de setas blancas. Y luego vinieron la penuria y la miseria.
Poco después de aquello, sentados en un banco de Luh, escuchábamos por la radio cómo bombardeaban Varsovia”.
Y declara “Se terminó el baile de máscaras infantil” cuando un caza bombardero nazi Heinkel lanza una bomba al río, a sus peces, que flotan blancos como cuerpos inertes en el agua luego de la explosión. Y todo ello contado a lo largo del libro con humor, como hemos dicho. En medio de la crueldad en la que se mezcla densidad psicológica y acontecimientos trágicos la espada del humor. El narrador tiene la habilidad de referirse a los campos de concentración sin dramatismo alguno: jamás se victimiza. No hay que ser aficionado a la pesca para estremecerse con los relatos, ver el horror detrás de lo cándido.
Basta solo con observar las fotos del autor para darnos cuenta de que, en algunas personas, la bondad del mundo trasluce en una mirada que oculta el horror de lo vivido. Más triste es pensar que Cómo llegué a conocer a los peces fue publicado originalmente en 1974, a un año de su muerte. Pavel murió sin ver su obra publicada ni saber de su éxito, ya no como periodista tan popular en su país, sino como un narrador de alto vuelo al que hoy en día se le rinde homenaje con un museo que lleva su nombre en su pueblo natal. Hacia el final de su vida, tras cinco años de estar recluido y escribir historias tan singulares, reflexiona:
“No pensé en el amor ni en mis andanzas por el mundo. No pensé en vuelos nocturnos a través del océano, ni en mi época de jugador de hockey sobre hielo en el Sparta de Praga. Regresé de pesca a los arroyos, a los ríos a los embalses y a las presas. Caí en la cuenta de que aquello ha sido lo más hermoso que hubiera vivido jamás. ¿Por qué? No soy capaz de explicarlo con precisión, pero he intentado contarlo en este libro”.
Pescar para ser libres.
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Autor: Ota Pavel. Título: Cómo llegué a conocer a los peces. Traducción: Patricia Gonzalo de Jesús. Editorial: Sajalín. Venta: Todostuslibros.
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