A las buenas, querido lector.
Otra vez lo has vuelto a hacer. ¿Cuántas van ya? (Es retórica, no las cuentes por favor) Pues sí, de nuevo me has abrumado con tu respuesta a este nuevo blog. Cuento los mails por decenas y, de manera unánime, parece que no solo ha gustado el blog, sino que ha entusiasmado. Mil veces gracias, ya sabes que sin ti esto no tiene sentido. Ahora mis alas son cuádruples. Sigamos volando.
Dejando las gracias que necesitaba darte, creo que toca entrar de nuevo en materia. En la entrega anterior, según me has contado, te puse el vello en punta con el bueno de Ed Gein. Empezó la cosa fuerte, ¿verdad? Pues sí. Supongo que, después de lo leído piensas que ya no te puedo sorprender. Espero que esto lo estés leyendo sentado, si no, un consejo: hazlo. En las siguientes líneas vas a experimentar el horror que supuso la vida y obra de uno de los peores asesinos en serie de toda la historia. Te presento a Andrei Romanovich Chikatilo o, como se le acabó conociendo: el carnicero de Rostov.
Empecemos.
Sería bueno situar primero el contexto social de la época en la que vino al mundo.
Nació un 16 de octubre de 1936, en Yablochnoye (Ucrania), después del período conocido como Holodomor (en ucraniano “matar de hambre”). Se le llamó así por la hambruna que asoló el territorio de la República Socialista Soviética de Ucrania. También se le conoció como Genocidio ucraniano u Holocausto ucraniano por las teorías que apuntaban a que fue un exterminio adrede llevado a cabo por Stalin. Otros decían que fue provocado por las malas condiciones del campo ucraniano unidas a los sabotajes llevados a cabo por los campesinos ricos. No quiero meterme en berenjenales. No pienso mojarme en decir que una u otra es la verdadera, lo único que trato de ubicar es el período tras el que nació Andrei. Creo que es muy importante. Volviendo a lo que pasó durante el Holodomor, hay que destacar que se estima que unos tres millones y pico de ucranianos murieron de hambre (si bien unos bajan la cifra y otros la suben, ambas de manera considerable). Situados ya en cómo estaba la región en la que nació, Andrei escuchó por boca de su madre una historia que lo estremeció y traumatizó para siempre. Le contó que Stepan, su hermano mayor, fue raptado y devorado por unos campesinos hambrientos. Andrei, a partir de este momento, vivió con el temor de que le pasara lo mismo. Más que nada porque su madre se encargaba de recordárselo cada dos por tres. Lo cierto es que no hay constancia de la existencia de Stepan, tampoco es que sea muy raro porque hablamos de tiempos convulsos en lo que lo que menos importaba era el registro del nacimiento de un nuevo niño. De igual modo, lo que aquí importa es que su madre lo contó de tal forma que fuera o no real, lo parecía. Además, aunque suena a disparatado, que le hubieran hecho esto al pequeño Stepan no era algo tan fuera de lo común en aquellos tiempos, por desgracia. Era cierto que había tanta hambre que no era raro este tipo de raptos y actos de canibalismo. Debido a esto, los niños de esta época tuvieron que crecer en calles llenas de cadáveres mutilados. Es normal que Andrei quedara marcado por todo esto.
Creció sólo con la figura paterna de su madre. Su padre, de nombre Roman Chikatilo, fue apresado por los nazis. Quizá por el temor a quedarse sola, su madre lo sobreprotegió demasiado. Tanto era así que Andrei era incapaz de defenderse por sí mismo. En el colegio todos se burlaban de él. Sus profesores contaron que era un niño sumiso e introvertido. Esto, añadido a una miopía que él mismo no quería reconocer (hasta el punto de que hasta los treinta años no usó gafas), hizo que sufriera un incesante acoso por parte de sus compañeros. Casi todos los días recibía palizas mientras le llamaban “marica” y él sólo agachaba la cabeza mientras pasaba la tormenta. Otro dato que me llama la atención (quizá de manera inevitable, aunque en verdad pienso que no tiene nada que ver) es que mojó la cama hasta los doce años. He hablado en otras ocasiones de la tríada de McDonald (el de las hamburguesas no). Para quien no lo sepa, así contado muy por encima, es una teoría que dice que un psicópata tuvo en su infancia tres factores que eran indicadores de que acabaría siendo lo que hoy es. Son: piromanía (a escala preocupante, no jugar con fuego como hemos hecho todos), maltrato animal (lo mismo) y enuresis (orinarse en la cama). He intentado buscar información de si reunía los otros dos factores. No creo demasiado en esta tríada, era por curiosidad. Pero no, no he encontrado nada. Ya digo, lo que me ha llamado la atención es ver cómo en verdad sí que cumplía uno de los tres puntos.
Sigamos.
Los problemas que arrastraba de cuando era pequeño le pasaron factura en su adolescencia. Su timidez con las mujeres era extrema. Incapaz de mantener una conversación con ellas, esto solo empeoró cuando descubrió que tenía problemas de disfunción eréctil. Lo hizo cuando por fin consiguió entablar una relación con una muchacha de su pueblo. Llegó la hora de acostarse juntos y él no pudo. De hecho, la cosa empeoró cuando eyaculó tras, simplemente, abrazarla. Como es lógico, esta relación acabó siendo desastrosa y la timidez de Andrei con las mujeres se acrecentó.
Muchos expertos piensan que este factor influyó bestialmente en lo que se acabó convirtiendo. Aunque abriría de nuevo un debate del que he hablado muchas veces iniciándolo con esta simple pregunta: ¿El psicópata nace o se hace?
Siguiendo con la vida de Andrei, cuando acabó la escuela se alistó en el ejército rojo, como de forma obligada hacían todos los jóvenes de su edad. Una vez acabó, intentó estudiar derecho, pero suspendió el examen de acceso a la universidad. Lejos de amedrentarse, decidió ir a por todas y se esforzó para acabar estudiando y sacándose los títulos de ingeniería, literatura rusa y uno que se conocía como “marxismo-leninismo”. Sobre este último he buscado algo de información, así por encima, y no he visto nada que me aclare lo que es. Pero ya digo, sólo he mirado rápido. En 1963 se casó con una mujer llamada Fayinai. Es curioso porque, a pesar de sus problemas de disfunción, logró tener las erecciones suficientes como para tener dos hijos. Él contó años después que no paraba de pensar en que sus problemas sexuales eran un castigo que le había enviado Dios desde el momento en el que nació. De hecho, justificó parte de sus actos con esta excusa.
Chikatilo, ya casado y con hijos, se convirtió en un reputado miembro de la sociedad de aquel entonces. Era un activo comunista que defendía los ideales de la patria, una persona con estudios, políglota, un marido ejemplar y un admirado vecino. Sus propios vecinos le alentaron a, debido a su capacidad en los estudios, sacarse el título de maestro. Así lo hizo y en 1971 comenzó a trabajar como tal. En tan solo tres años empezaron a llegar los primeros problemas serios. Antes que contártelos me parece conveniente recalcar que su actitud como profesor no distaba de cómo era la de su infancia. No tenía autoridad ninguna en clase, nadie lo tomaba en serio y hasta los alumnos se reían de él. Lo apodaron “el ganso” porque dicen que tenía los hombros largos y una extraña curvatura en el cuello. Esto puede tener, o no, que ver con lo que acabó haciendo después, pero he creído conveniente contarlo para que se vea que su actitud, al menos de cara a la galería, no varió nada a lo largo de su vida. Y créeme en que solo era de cara a la galería. Verás por qué.
Andrei empezó a sentir excitación sexual por las niñas a las que daba clase. Sobre todo en las menores de doce años. Sus primeros actos fueron como voyeur. Entraba en sus habitaciones mientras estas dormían y las espiaba. Mirándolas, metía la mano en su bolsillo y se masturbaba (sin necesidad de erección). No se sabe muy bien de qué forma, las informaciones que he estado intentando contrastar son confusas (por eso no voy a contar nada que no sea cierto), pero varios alumnos lo denunciaron por abusos sexuales y fue despedido del colegio.
A pesar de que lo echaran acusado de pederastia, Chikatilo continuó dando clases y poco o nada hay digno de remarcar en los siguientes cuatro años. Pero en el año 1978 cometió su primer asesinato. Más en concreto, en diciembre.
Como te he dicho, siguió ejerciendo de maestro y, debido a su trabajo, fue trasladado para dar clases a un lugar llamado Shakhty. Allí no daba demasiadas horas de clase, por lo que tenía mucho tiempo libre. No se le ocurrió otra cosa que pasarlo observando a menores. De su boca salió años después que le gustaba verlos por la calle e imaginarlos desnudos. Ojalá la cosa hubiera quedado aquí, pero el ansia depredadora que había despertado en Andrei necesitaba ser satisfecha. Así que ni corto ni perezoso, convenció a una niña de iniciales Y.Z., de nueve años, para que le acompañara a una cabaña que tenía en las afueras. A Chikatilo se le daba bien hablar con niños debido a sus dotes de maestro y no le fue difícil engañarla para que se fuera con él. Relatar lo que allí dentro sucedió es algo de muy mal gusto. Tanto que lo veo innecesario y que, por tanto, no voy a hacer. Pero sí considero que debo contar que, en este encuentro, Andrei relacionó placer sexual con sangre. Y cuanta más veía, más se excitaba al punto de que llegó al orgasmo. La bestia que durante años vivió en su cabeza, oculta, había despertado. Otra cosa que es merecedora de remarque es que tapó los ojos de su víctima durante el acto de sadismo, ya que creía que en su reflejo quedaba grabado el rostro del asesino.
Andrei contaba con cuarenta y dos años en este momento.
Después del acto arrojó el cadáver al río Grushovka.
A los dos días, la policía encontró el cuerpo de Y. en el río y, siguiendo el rastro, llegaron hasta la cabaña de Andrei, donde hallaron una mancha de sangre (fuera). Lo investigaron y se convirtió en sospechoso, pero su innegable dualidad salió a flote y los investigadores pensaron que era imposible que un hombre tan respetado, tan sumiso y que parecía tan buena gente hubiera podido cometer algo así. Para basarse en esto, pidieron opinión a sus vecinos. Ellos les relataron las constantes discusiones que tenía la pareja al no poder él satisfacerla sexualmente. Estaba en boca de todos sus problemas de erección, por lo que la policía veía inviable que pudiera ser el hombre que buscaban. Así que las investigaciones se centraron en otro depredador sexual de la zona.
Pasaron tres años. Andrei cambió de trabajo y, en 1981, comenzó a trabajar como funcionario de abastecimiento de una fábrica. Debido a este trabajo, viajaba mucho por todo el país. Esto hizo que viera una infinidad de niñas de nuevo por las calles y fue en ese momento cuando volvió a sentir la necesidad de satisfacer sus ansias. Una joven prostituta de diecisiete años se convirtió en su nueva víctima. Aquí me vas a permitir recalcarte un dato, ya que hizo esto por primera vez. Después de matarla, le cortó los pezones y se los comió. Ya digo, no quiero ahondar demasiado en todo esto pero esta parte es importante porque fue, como digo, la primera vez que realizó un acto de canibalismo con los genitales de sus víctimas. Algo que se acabaría convirtiendo en frecuente.
Quizá podríamos calificar a estas dos primeras víctimas como fortuitas. Sí es cierto que las abordó y convenció para llevarlas a un lugar apartado. En el caso de la prostituta a un bosque, pero también es verdad que con las que vinieron después realizó un ritual de seguimiento. Por lo que se podría decir que las eligió de manera concienzuda. Ese mismo año volvió a matar (en concreto a cuatro personas más) pues entendió que su única forma de obtener placer sexual era a través del asesinato. En ellas desarrolló un nuevo acto que acabó convirtiéndose en su firma: les acuchillaba los ojos. Entre estas cuatro nuevas víctimas se encontró, por primera vez, alguien del sexo masculino. Fue un niño de nueve años con el que volvió a repetir el acto de mutilación de genitales.
Se cuenta que Chikatilo no dudó en tratar de aprovecharse de personas con algún tipo de deficiencia mental. Quizá porque le costaba menos convencerlas, quizá porque se dejaban embaucar por un hombre amable que se ofrecía a ayudarlas a viajar por el transporte público… no se sabe. Pero lo cierto es que el perfil de sus víctimas casi siempre era el mismo. Además, estableció un patrón claro a la hora de actuar. Mataba en bosques, con sadismo (que incluía esas mutilaciones) y, además, solían ser menores de edad.
Llegó el año 84 y Andrei ya llevaba en su haber quince víctimas. Por lo general, casi siempre procedía de la forma que te he comentado más arriba, con la excusa de ayudarlos a viajar en transporte público.
Hubo algo que puso a las autoridades a investigar a cirujanos de la zona, y es que la maestría con la que Chikatilo mutilaba a sus víctimas era asombrosa. Hasta el punto de extirpar úteros con una precisión quirúrgica.
Fue justo en este año cuando fue detenido por primera vez. Para ello, se sirvieron de un perfil que crearon en el que establecieron que se trataba de un hombre común, casado y con un trabajo que le hiciera moverse de un sitio a otro. Pues bien, aunque parezca increíble, sólo basándose en eso, la policía lo vio en el mercado de Rostov y lo detuvo.
¿Por qué quedó, como imaginarás, libre?
Porque hallaron restos de semen en varios de los cuerpos y, gracias a él, supieron que este fluido era del tipo AB. Tras realizarle un análisis a Andrei, obtuvieron que su sangre era tipo A. Así que a la calle. ¿Cómo pudieron salir estos resultados? Cualquiera con unas nociones básicas (pero de las más básicas) en genética sabría que debería tener el mismo tipo. Así que yo, que soy algo inquieto, me he ido a preguntar al experto que tantas y tantas veces me ha ayudado. Su larga experiencia en Genética de la Guardia Civil impresiona, así que lo que él me cuente va a misa y vuelve. Bien, su explicación es ésta:
“Puede ser una quimera, es decir un individuo que tenga unos tejidos con una dotación genética y otros con otra. Pasa con el Síndrome de Down. Hay individuos que tienen un ADN mitocondrial en unos tejidos (epitelio, músculo, sangre…) y otro distinto en otros. Uno el del padre y otro el de la madre.
Como te decía, con el Síndrome de Down pasa igual. Existen algunos portadores de la trisomía que no la manifestaban externamente. Estos tenían la malformación genética sólo en algunos órganos, mientras que en otros eran completamente normales. Se produce en fases tempranas del desarrollo embrionario.”
Esta es la explicación que me dio. Desde luego es alucinante. Pero, lector, si quieres saber algo más sobre esto, también te dejo este enlace que me pasó él.
Siguiendo con la historia de Andrei, sí, quedó libre por esto.
La prensa, por su parte, empezaba a hacerse eco de manera tímida sobre su figura. Se comentaba que había un asesino en serie, que actuaba moviéndose por unos patrones muy claros, pero poco o nada se hablaba de sus crímenes. El régimen comunista que en esta época había impedía que se contara nada de violaciones a niños, mucho menos de mutilaciones genitales y cosas así. Así que la gente vivía un poco ajena a todo esto que estaba pasando. Esto podría explicar que Chikatilo pudiera seguir actuando con tanta facilidad, ya que el pueblo estaba desprevenido y sus víctimas no llevaban apenas cuidado.
Él siguió actuando a sus anchas. De hecho, redujo el espacio entre sus actuaciones y llegó a matar hasta el año 1990 a un número nada claro entre cincuenta y dos y cincuenta y siete personas. Nada claro porque las informaciones siempre difieren en esto. Casi siempre fueron niños y adolescentes (en su mayoría chicas, aunque también hubo chicos). Su manera de actuar también varió algo, no en el modo, sino en la intensidad. Los investigadores encontraban una saña en sus asesinatos nunca vista. Los apuñalamientos en los ojos (bueno, además de genitales, pelvis, estómagos…) se contaban por treintenas, cuarentenas, cincuentenas… en algunas de las víctimas. Al parece Andrei cada vez necesitaba dejarse llevar más y sumirse en esa locura homicida para poder llegar a lo que buscaba, que aunque pueda sonar muy raro, no era otra cosa que el orgasmo.
Como te he contado, mató hasta el año 1990, cuando fue detenido.
¿Cómo sucedió esto?
En este mismo año, Andrei volvió a ser apresado. ¿Por sus crímenes? No. Por un comportamiento impropio, por llamarlo de alguna manera, en la estación de autobuses de Rostov. Por esto fue condenado a quince días de prisión. Poco después, el diecisiete de octubre de 1990, apareció el cadáver de un adolescente de dieciséis años en un bosque cercano a la estación de Donlesjoz. Llegados a este punto, la policía decidió emplearse muy a fondo y puso a trabajar a cien hombres en el caso. A pesar de esto, dos semanas después volvió a matar. La policía sextuplicó a los efectivos. Sí, seiscientas personas detrás de él. Veían que actuaba en bosques, por lo que colocaron a gente vigilando en todas las zonas boscosas que pudieron. Esto surgió efecto, ya que en noviembre uno de esos investigadores, el inspector Ígor Rybakov, vio como salía un hombre del bosque. Quizá después de los asesinatos, cualquier cosa que se viera era susceptible de sospecha, pero es que este hombre iba vestido con traje y corbata, algo impropio de aquella zona. Pero esto no fue lo que más llamó su atención. Tenía la mejilla untada en sangre y un dedo de la mano vendado. El inspector, bueno de él, intentó detenerlo pero, en verdad, no tenía motivos reales para ello salvo sus sospechas. Así que lo único que pudo hacer fue identificarlo.
Al día siguiente se encontró el cadáver de una muchacha en la zona boscosa donde se había identificado a Chikatilo. Ahora sí tenían motivos así que se emitió una orden para poder capturarlo. La detención se llevó a cabo y se le llevó a dependencias policiales. Una vez allí, él negó estar involucrado en los crímenes. De hecho, se le hizo de nuevo un análisis de sangre y seguía saliendo que su tipo de sangre era A. Él, además, contaba que era impotente y que era imposible que hubiera abusado de nadie bajo esas circunstancias. A punto estuvieron de soltarlo de nuevo cuando a a los investigadores se les ocurrió hacerle la misma prueba genética pero con su semen. Salió que era AB, el mismo que el del asesino.
¡Ya lo tenían!
Ahora faltaba una confesión que les ayudara algo a reconducir la investigación y conocer el número real de víctimas. Durante los primeros días sólo obtuvieron negativas por su parte, pero en cambio, dicen que se mostraba visiblemente afectado cuando le relataban sus propios crímenes. Esto consiguió que aceptara confesar todo frente a un equipo de psicólogos a cambio de que cesaran esos interrogatorios.
Lo hizo. Incluso acabó guiando a los investigadores a los lugares en los que cometió varios de sus crímenes. En una clara esperanza de que lo catalogaran como demente y no imputable, escribió una carta al fiscal del estado. Reproduzco varias partes aquí (esto lo he extraído, tal cual de esta web):
“Me detuvieron el 20 de noviembre de 1990 y he permanecido bajo custodia desde entonces. Quiero exponer mis sentimientos con sinceridad. Me hallo en un estado de profunda depresión y reconozco que tengo impulsos sexuales perturbados, por eso he cometido ciertos actos. Anteriormente busqué ayuda psiquiátrica por mis dolores de cabeza, por la pérdida de memoria, el insomnio y los trastornos sexuales. Pero los tratamientos que me aplicaron o que yo puse en práctica no dieron resultado.
“Tengo esposa y dos hijos y sufro una debilidad sexual: impotencia. La gente se reía de mí porque no podía recordar nada. No me daba cuenta de que me tocaba los genitales a menudo y sólo me lo dijeron más tarde. Me siento humillado. La gente se burla de mí en el trabajo y en otras situaciones. Me he sentido degradado desde la infancia y siempre he sufrido. En mi época escolar estaba hinchado a causa del hambre e iba vestido con harapos. Todo el mundo se metía conmigo.
“En la escuela estudiaba con tanta intensidad que a veces perdía la consciencia y me desmayaba. Soy un graduado universitario. Quería demostrar mi valía en el trabajo y me entregué a él por completo. La gente me valoraba, pero se aprovechaba de mi carácter débil. Ahora que soy mayor, el aspecto sexual no tiene tanta importancia para mí, mis problemas son todos mentales.
“En los actos sexuales perversos experimentaba siempre una especie de furor, una sensación de no tener freno. No podía controlar mis actos. Desde la niñez me he sentido insuficiente como hombre y como persona. Lo que hice no fue por el placer sexual, sino porque me proporcionaba cierta paz mental y espiritual durante largos periodos. Sobre todo después de contemplar todo tipo de películas sexuales. Lo que hice, lo hice después de mirar los vídeos de actos sexuales perversos, crueldades y horrores”.
A pesar de esto se determinó que estaba cuerdo y que todos sus actos habían sido premeditados. Cuando se celebró el juicio, se convirtió en algo muy mediático y en una especie de circo en la sala donde lo juzgaron. Todo el proceso estuvo marcado por los gritos de los familiares que interrumpían una y otra vez (entendible esto, rotos por el dolor) las declaraciones de Chikatilo. Él, de hecho, declaró dentro de una jaula que sirvió para protegerlo de una posible agresión. O eso dijeron. Sus provocaciones a los familiares fueron constantes. Incluso se llegó a bajar los pantalones para mostrar su pene y preguntar si creían que con eso podría hacer daño a alguien. En fin.
Se le condenó a la pena capital.
No se sabe bien el momento exacto en el que, con un disparo en la nuca, le quitaron la vida, pero se cree que fue entre el catorce y el dieciséis de febrero de 1994. No valoraré la sentencia. No es cosa mía, pero está claro que con su muerte desapareció, quizá, una de las peores bestias que ha pululado en el mundo actual. Ojalá la historia de Andrei Chikatilo haya servido para que los investigadores centren, en otra ocasión, sus pesquisas en lo que deberían y no en lo que al Estado le hubiera gustado. De hecho creo que ha sido así.
Y como siempre, lector, esto se acaba. No sé si te habré tenido hasta el final pegado o te he aburrido. Me gustaría que me lo hicieras saber. ¿Cómo? Muy fácil, tienes mi correo electrónico: Blas@zendalibros.com y mi Twitter: https://Twitter.com/BlasRuizGrau.
¡¡Nos vemos en dos semanas!! 😀
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