El 16 de octubre de 2024 nos despertamos con la triste noticia del fallecimiento del gran escritor Antonio Skármeta, con casi 84 años. Esto nos lleva a recordar a los lectores cinéfilos su principal relación con el cine, porque Skármeta fue también guionista y cineasta.
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El escritor y cineasta chileno Antonio Skármeta (Antofagasta, 1940 – Santiago de Chile, 2024) escribió y dirigió la película Ardiente paciencia, inspirándose en un pasaje de la vida del chileno más universal, el poeta Pablo Neruda. Se trata de una coproducción entre Chile, Portugal y Alemania estrenada en 1983. La película, la he vuelto a ver, es bastante mediocre. Sin ritmo, sin grandes valores cinematográficos, de pobre fotografía. Al parecer se basaba en un guion de un drama radiofónico que escribió en Berlín, donde Skármeta, militante comunista, vivía exiliado de la dictadura militar de Pinochet. Debió de quedar descontento con el film. Acaso por eso, Skármeta novelizó su propio guion y lo publicó como novela corta en la editorial bonaerense Sudamericana con el mismo título, Ardiente paciencia (1985). Katherine Silver la tradujo al inglés y se publicó en 1987 en dicha lengua, The Postman.
El culto guionista y cineasta inglés Michael Radford (Nueva Delhi, India, 1946), educado en Oxford, profesor de literatura, documentalista, hombre refinado y perfecto conocedor de la lengua española —se dice que habla y escribe en castellano con fluidez, algo que ya no podremos comprobar, porque tiene un principio de Alzheimer—, lee el libro, presumo que en inglés y en español, y decide él mismo adaptarla al cine. Como no encontraba productores en su país, fue a Italia y logró convencer a los productores Mario y Vittorio Cecchi Gori. Estos pusieron a trabajar en el script a Furio Scarpelli y Giacomo Scarpelli, que había leído a su vez la edición italiana de 1989, Il postino di Neruda. A Radford, Skármeta y los Scarpelli se unieron como coguionistas Anna Pavignano y Massimo Troisi, el actor protagonista (que falleció después del rodaje). La película resultante, de una gran belleza sensorial y narrativa poética, es la obra maestra Il postino, una coproducción británica, italiana y francesa estrenada en 1994, que también se estrena en Reino Unido y Estados Unidos como The Postman y en Francia como Le Facteur. En España la conocimos con el título de El cartero (y Pablo Neruda). Es decir, la película de Radford, basada en la autonovelización de Skármeta, es un perfecto ejemplo de éxito transmedia y un entramado transmediático complejo, de sucesivas adaptaciones: guion de radio – guion de cine – película – novelización/novela – segundo guion cinematográfico – otra película.
Il Postino es el film más célebre de Radford junto al logrado 1984 (Nineteen Eighty-Four, 1984), basado en la gran novela futurista de George Orwell, y El mercader de Venecia (The Merchant of Venice, 2004), sobre la magnífica obra teatral de Shakespeare. La hermosa historia cuenta cómo en 1952 el exiliado Neruda (Philippe Noiret) se va a vivir temporalmente a una apartada isla italiana y el, en apariencia, medio analfabeto Mario Ruoppolo (Massimo Troisi) se convierte casualmente en su cartero, aprende lo que son las metáforas y se hacen íntimos amigos. Mario cae enamorado hasta los tuétanos de la carnal morena Beatrice Russo (Maria Grazia Cucinotta), una joven escultural que sirve vinos en la tasca del pueblo, propiedad de su tía Donna Rosa (Linda Moretti), le escribe bellos poemas que surgen casi espontáneamente de un corazón noble, y ella se enamora de él. Aunque el cartero va desarrollando un don natural poético, en ocasiones recurre a su amigo y maestro. Cuando Neruda descubre que le ha plagiado algunos versos, Mario le dice al poeta: “La poesía no es de quien la escribe sino de quien la necesita”. El día de la boda de Mario y Beatrice, Neruda y su mujer, Matilde (Anna Bonaiuto), anuncian su regreso a Chile. Los años pasan y el cartero no recibe ninguna carta de su admirado Neruda, hasta que un día otoñal recibe una que le indica que devuelvan las pertenencias del poeta a Chile. Al regresar a la casa, desvencijada, encuentra la vieja grabadora en donde él y Don Pablo —así lo llamaba— habían registrado sus voces. Mario y su compañero y amigo, el viejo comunista telegrafista (Renato Scarpa), comienzan a grabar los sonidos de la isla, a fin de enviárselos a Neruda para inspirarle: el sonido del mar, las olas junto al acantilado, el viento, las “redes tristes”, las campanas de la iglesia y… el latido del corazón de un niño en el vientre de Beatrice. Un niño al que llamarán Pablito. El tiempo ha pasado, Neruda y Matilde regresan a la taberna de la isla y un niño se cruza en su camino. «¡Pablito!», grita Beatrice. Neruda se emociona al ver que le han puesto su nombre. Beatrice, asombrada y triste, le cuenta al poeta cómo Mario murió en un mitin comunista (como es sabido, Neruda fue un rojo militante, como Skármeta) y le permite escuchar la grabación que el cartero le había dedicado. Neruda camina triste por la playa pedregosa del acantilado. Mira al horizonte, al mar, imaginándose a su amigo, al que no volvió a ver. Descubre que no fue recíproco en su amistad y que en la figura simple de Mario se escondía un hombre bueno, un comunista convencido, un soñador, un iluso, un espíritu noble, un poeta más puro, quizá, que él mismo. Frente al poeta profesional —uno de los más grandes de la historia— se nos aparece el poeta vocacional, el que transforma el amor en palabras. La emotiva música de Bacalov —que obtuvo un Oscar— se mezcla con el eco nostálgico hasta hacernos cabalgar en el borde serpenteante de una lágrima.
Si uno lee Ardiente paciencia dos veces, antes y después de ver la adaptación de Radford, descubre que las supresiones y añadidos de Il postino han mejorado la historia. El libro es una buena novelita, pero la película le agrega varias capas de complejidad y de emoción. Suprime localismos y aspectos obsoletos o inanes para el espectador. Tiene menos carga política que la novela, que contiene algunos breves capítulos irrelevantes para el transcurrir narrativo, y en cambio Il postino contiene más emoción. Hay también pequeños cambios sin importancia: el chileno Mario Jiménez pasa a ser el cartero italiano Mario Ruoppolo, en vez de la chilena Isla Negra es una isla italiana anónima del Mediterráneo, y en vez de 1969 se lleva más atrás la historia, a 1952 (cambio menor, pero que produce una estética más atractiva, al menos para los espectadores de 1994, pues los primeros años cincuenta parecen más evocadores y nostálgicos que los finales de los años sesenta, cuando las certezas posesentayochistas habían caído). La escena de sexo con Beatriz González, más explícita en la descripción literaria, pasa a ser más evocadora en la versión fílmica. En cualquier caso, la lectura del libro y el visionado de la película, o de las películas, es un ejercicio intelectual muy fértil para todos aquellos que amamos el cine y la literatura.
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Dirección: Michael Radford. Guion: Anna Pavignano, Michael Radford, Massimo Troisi, de un argumento de Furio Scarpelli y Giacomo Scarpelli, a partir de la novela Ardiente paciencia, de Antonio Skármeta. Fotografía: Franco Di Giacomo. Música: Luis Enríquez Bacalov. Y el tango “Madreselva”, de Francisco Canaro. Dirección artística: Lorenzo Baraldi. Montaje: Roberto Perpignani. Producción: Mario Cecchi Gori, Vittorio Cecchi Gori, Gaetano Daniele, Alberto Passone. Intérpretes: Philippe Noiret, Massimo Troisi, Maria Grazia Cucinotta, Renato Scarpa, Linda Moretti, Sergio Solli, Carlo Di Maio, Nando Neri, Vincenzo Di Sauro, Orazio Stracuzzi, Alfredo Cozzolino, Mariano Rigillo, Anna Bonaiuto, Bruno Alessandro, Simona Caparrini. Nacionalidad: Francia, Italia, Bélgica. Duración: 108 minutos. Color.
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