Foto: Fachada sur del Castillo de Montecristo.
“Solo podemos combatir la extrema preocupación con la extrema despreocupación”
Alejandro Dumas. [1]
En la mayoría de los casos, un delirio de grandeza se queda en una simple anécdota, en una idea extravagante de tertulia de café. Solo unos pocos van más allá de esa ocurrencia, porque tienen el dinero suficiente para convertir cualquier deseo en realidad y, sobre todo, porque cuentan con la audacia necesaria para superar cualquier obstáculo. Alejandro Dumas reunió ambas cualidades para crear lo que Balzac describió como “una de las más deliciosas folies que se haya hecho” [2]. El llamado “Castillo de Montecristo”, en donde vivió durante cuatro años, es un auténtico monumento a la literatura, uno de esos raros edificios que parecen proceder de otro mundo, salido de la extraordinaria mente de uno de los autores más significativos del siglo XIX.
En el caso de Dumas, su verdad personal estaba marcada por su carácter jovial, su generosidad, sus ganas de vivir bien (era un bon vivant, como se dice en francés) y su confianza en sí mismo y en conseguir todo lo que se propusiera. Nestor Roqueplan [5] dice de Dumas: “La alegría, la despreocupación, la ilusión, el ingenio, la incoherencia, la irracionalidad de este chico, su salud, su fertilidad son fenomenales” [6]. Todas esas cualidades daban lugar a una personalidad magnética que atraía a una gran nube de personas, en la que no podían faltar ciertos parásitos, que querían aprovecharse de la inagotable energía del autor. En el círculo más cercano encontramos a su hijo, Alejandro, a sus cambiantes amantes, a sus amigos, a su secretario personal y a sus domésticos de confianza: el mayordomo italiano Rusconi, el jardinero Michel, la cocinera Mme. Lamarque y el famoso negro Alexis [7]. En 1844, todos ellos vivían en la villa Médicis, que Dumas alquilaba en la calle Boulingrin de Saint-Germain-en-Laye, a apenas veinte kilómetros al oeste de París. Allí se retiraba para escribir, mientras se reservaba un apartamento en la calle de la Chaussée d’Antin, en la capital, cerca de periódicos, editores y teatros, para participar en la efervescencia de la ciudad de la luz.
LA HISTORIA DE MONTECRISTO
Una atípica casa para un atípico escritor
La existencia de Dumas se articulaba entre dos facetas: la del vividor que quería disfrutar en cada instante de cuanto el mundo le podía ofrecer y la del trabajador infatigable, capaz de escribir diariamente doce horas, dando lugar a una de las obras literarias más extensas que se conocen (unos seiscientos títulos le son atribuidos [8]). Aunque puedan parecer antagonistas, ambos caracteres convivían en él de forma natural, sucediéndose sin un ritmo establecido, completándose el uno al otro, como si de esa reciprocidad surgiera la infinita energía que parecía impulsar constantemente al popular escritor. Por un lado, en la villa Médicis, su sed hedonista era saciada por un gran jardín en el que interpretaban obras de teatro al aire libre y se situaban un establo, un gallinero, un palacio para monos y un invernadero con todo tipo de flores. Y, por otro lado, su necesidad de trabajar encontraba el lugar ideal en un pequeño pabellón con vidrieras de colores, aislado de la casa principal [9].
Pero aquello no era suficiente para el gran Dumas, que estaba escribiendo el El conde de Montecristo y Los tres mosqueteros. El enorme éxito que acabará cosechando con ambos folletines le permitirá hacer realidad un sueño que empieza a tomar forma en su cabeza. En el verano de 1844 se enamora de un terreno cercano, con vistas al Sena, en Port-Marly, compra nada menos que catorce parcelas y llama al arquitecto Hippolyte-Louis Durand (1801-1882).
El proyecto
—Señor Durand, usted va a proyectarme un jardín inglés en medio del cual quiero un castillo renacentista, frente a un pabellón gótico rodeado por agua… Hay arroyos y usted los convertirá en cascadas.
—Pero señor Dumas —respondió el arquitecto—, el suelo es de barro, ¡nada aguantará ahí!
—Usted cavará hasta encontrar el buen suelo y hará dos niveles de sótanos.
—Eso le costará cientos de miles de francos.
—¡Eso espero! [10]
Durand presupuestó la obra en 50.000 francos, pero al final Dumas acabó pagando 300.000 [11]. Tuvieron que desviar pasajes de agua subterránea y excavar unos enormes cimientos y muros de contención. El 24 de julio de 1844, Dumas dio una simbólica fiesta de inauguración en el lugar que ocuparía el castillo, al que el actor Mélingue y su mujer bautizaron con el nombre de Montecristo. “Os veré aquí en tres años”, dijo Dumas a sus invitados [12].
Y ese tiempo fue más que intenso para él. Siguió de cerca la obra, quejándose de que los albañiles de Barthélémy Planté no avanzaban tan rápido como le hubiera gustado [13], y, por si fuera poco, se lanzó en otra aventura: compró el antiguo hôtel Foulon, en el boulevard du Temple de París, para construir su propio teatro, el Théâtre Historique, en 1846.
Encargó el proyecto al arquitecto Pierre-Anne de Dreux (1788-1849) y al pintor y escenógrafo Charles Séchan (1803-1874). De Dreux siguió las indicaciones de Dumas para componer la fachada, que dio una pista de lo que sería el castillo de Montecristo y de la que Dumas estaba especialmente orgulloso:
Resumirá en piedra mi pensamiento inmutable. El edificio se apoya en la antigüedad, la tragedia y la comedia, es decir, en Esquilo y Aristófanes. Estos dos genios antiguos sostendrán a Shakespeare, Corneille, Molière, Racine, Calderón, Goethe y Schiller. Ofelia y Hamlet, Fausto y Margarita, representan, en el centro de la fachada, el arte cristiano, así como las dos cariátides inferiores representan el arte de la antigüedad. Y el genio de la mente humana señala el cielo al hombre [14].
Mientras el teatro abre sus puertas el 19 de febrero de 1847, con una gran acogida del público, en Port-Marly la actividad es frenética para acabar los interiores del castillo. Dumas regresa entonces de un largo viaje a Argelia: un encargo del estado para escribir sobre la colonia francesa y así popularizarla. En su periplo, acompañado por una parte de su troupe, pasa por España y Túnez e imagina una nueva folie: quiere un salón árabe en su castillo, como los que tanto le impresionan en la Alhambra de Granada, en el Alcázar de Sevilla o en el palacio del bey de Túnez [15]. Allí, el escultor personal del bey trabaja en la tumba de éste, pero Dumas, tan seguro de sí mismo como de costumbre, no duda en llevarlo consigo a Francia. Para convencer al bey, le dice: “Le has encargado tu tumba, yo quiero encargarle un salón. Tu salón será habitado después de tu muerte, tú eres el que menos prisa tiene, así que te toca cederme tu turno” [16]. Dumas escenifica así las pretensiones que guían la construcción de su palacio, que es concebido como un homenaje a la vida y a los placeres terrenales. Como una victoria frente a la muerte.
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[1] DUMAS, Alexandre. Les trois mousquetaires. Calmann-Lévy, 1894, 114.
[2] BALZAC, Honoré. Lettres à Mme. Hanska. 1847, 478
[3] SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Editions Mazarine, 1985, 357.
[4] RABELAIS, François. Gargantua. Paris: La Sirène, 1919, chapters LII to LVIII.
[5] Nestor Roqueplan fue el director del periódico Le Figaro y un amigo de Dumas.
[6] ZIMMERMANN, Daniel. Alexandre Dumas Le Grand. Editions Phébus, 2002, 467-468.
[7] Lista de los acompañantes de Dumas extraída de SIGAUX, Gilbert. Le château de Monte-Cristo (prefacio del tomo III de Le Comte de Monte-Cristo). Editions Rencontre, 1969, 14
[8] Según Daniel Zimmermann, 606 títulos fueron identificados por Dominique Frémy and Claude Schopp, mientras que 646 fueron analizados por Réginald Hamel y Pierrette Méthé.
[9] Descripción de la villa Médicis extraída de ZIMMERMANN, Daniel. Alexandre Dumas Le Grand. Editions Phébus, 2002, 357, 463.
[10] Diálogo extraído de ZIMMERMANN, Daniel. Alexandre Dumas Le Grand. Editions Phébus, 2002, 454-455.
[11] Cifras extraídas de SIGAUX Gilbert. Le château de Monte-Cristo (preface of tome III of Le Comte de Monte-Cristo). Editions Rencontre, 1969, 8-9.
[12] SIGAUX Gilbert. Le château de Monte-Cristo (preface of tome III of Le Comte de Monte-Cristo). Editions Rencontre, 1969, 11.
[13] SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Editions Mazarine, 1985, 367.
[14] DUMAS, Alexandre. De Paris à Cadix. Garnier frères, 1847-1848, 11
[15] Detalles del viaje de Dumas a Argelia extraídos de SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Editions Mazarine, 1985, 357.
[16] DUMAS, Alexandre. Le Véloce, ou Tanger, Alger et Tunis. Alexandre Cadot, 1848-1851.
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El texto ha sido publicado anteriormente, en inglés, en la revista UOU scientific journal.
Fachada S-SE.
Conste que lo dije por la sombra del árbol y las manchas de la pared.