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El Castillo de Montecristo. La celebración de la vida de Alejandro Dumas (y IV)

El Castillo de Montecristo. La celebración de la vida de Alejandro Dumas (y IV)

Foto: Plantas baja y primera del Castillo de Montecristo..

Cuarta y última de las entregas de esta serie sobre la historia del monumental Castillo de Montecristo que mandó construir Alejandro Dumas.

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APRENDIENDO DE MONTECRISTO

Una folie para tiempos postpandémicos

Cuando paseamos por las estancias del castillo de Montecristo y por los senderos de su jardín, nos preguntamos si la construcción de semejante folie podría volver a repetirse en unos tiempos post-pandémicos. Si las ganas de recuperar la vida perdida son capaces de dar el impulso suficiente para concretizar todos esos proyectos que las restricciones han relegado al limbo de la frustración. ¿Qué pasaría si despojásemos al castillo de Montecristo del museo en que se ha convertido y le devolviéramos su uso original? Ahora tiene más sentido que nunca recuperar ese condensador de experiencias, llenar sus salas con distracciones propias de nuestra época y ofrecer un recuerdo imborrable a los asistentes, que no deberían pagar una entrada, en honor a su generoso creador.

"Siguiendo esta relación complementaria, los espacios reales ofrecerían lo que las pantallas nunca conseguirían mostrar. Podrían crear un espacio híbrido capaz de desarrollar nuevos divertimentos y redefinir un nuevo tipo de interacción social"

Si aprendemos de la folie de Dumas, podemos imaginar un nuevo tipo de arquitectura que se convierta en el soporte perfecto para cualquier tipo de divertimento. En el siglo XIX, una buena comida, una copa o una conversación, un concierto o una obra de teatro eran suficientes para pasar un buen rato. Desde entonces, las formas de entretenimiento han evolucionado y se han multiplicado. Hoy en día, gracias a la tecnología, están cambiando rápidamente y de forma imprevisible. La arquitectura podría ofrecer el soporte físico necesario para actividades de ocio virtual, con el fin de intensificar la experiencia final. Por ejemplo, si utilizamos un casco de realidad virtual, nuestros movimientos se ven limitados por el espacio que nos rodea: jugar en una habitación pequeña o en una sala grande, donde podamos correr o subir escaleras, no proporciona la misma experiencia. De este modo, sería posible modificar el mundo real según las reglas del virtual, y viceversa.

Siguiendo esta relación complementaria, los espacios reales ofrecerían lo que las pantallas nunca conseguirían mostrar. Podrían crear un espacio híbrido capaz de desarrollar nuevos divertimentos y redefinir un nuevo tipo de interacción social. Sabiendo que el ocio está íntimamente ligado a lo social y que la interacción in situ no tiene el mismo efecto que la virtual, la arquitectura podría ser la clave para crear una experiencia única. En este contexto, no hay que olvidar que lo importante no es divertirse, sino aprender de la diversión, como hizo Dumas. Para él, el entretenimiento no era solo una ruptura con la realidad, sino una forma de alimentar su obra. Así, la arquitectura debe regular la compleja relación existente entre el ocio, el trabajo y lo social, facilitando su necesaria interacción y retroalimentación en un solo espacio. Le Corbusier ya trabajó con estos conceptos en su Unité d’habitation, donde superpuso con éxito diferentes usos, conservando el carácter de cada espacio. Pero más allá de los beneficios de la proximidad física, el objetivo final de este tipo de arquitectura es enriquecer cada ámbito, dando lugar a una nueva experiencia vital.

Un regulador del ritmo vital

Además, toda ciudad ganaría al disponer de esta arquitectura, capaz de cambiar el ritmo vital de sus usuarios en función de sus necesidades. Durante las cambiantes restricciones asociadas a la pandemia de COVID-19, el tiempo dedicado al ocio y a la interacción social se ha reducido drásticamente, mientras que el correspondiente al trabajo se ha intensificado. La desaparición de los límites entre el ocio y el trabajo ha generado, durante este tiempo, problemas psicológicos, mientras que para Alejandro Dumas ésa era su forma de vivir. Esta nueva arquitectura debería permitir a sus usuarios controlar sus límites y adaptarlos a su sensibilidad.

"La superposición de usos intensificaría la experiencia vital, como las aplicaciones de realidad aumentada que visualizan información capaz de completar nuestra percepción del mundo"

Si trasladamos la función de condensador de experiencias del castillo de Montecristo a un fragmento de una construcción existente, como un accesorio que podría añadirse para revitalizar un edificio antiguo, podemos entender este tipo de arquitectura como una prótesis. Un módulo, externo o interno, añadido para crear un lugar que potencie el ocio y la interacción social. Este principio podría aplicarse de igual manera en los edificios residenciales que en los espacios de trabajo. Las grandes empresas ya lo han hecho, siguiendo el ejemplo de Google y proporcionando lugares que permiten alternar trabajo y diversión. Este espacio “Montecristo” se convertiría rápidamente en una necesidad para permitir a sus usuarios darse un respiro. La superposición de usos intensificaría la experiencia vital, como las aplicaciones de realidad aumentada que visualizan información capaz de completar nuestra percepción del mundo.

La existencia de este nuevo tipo de edificio ofrecería, por ejemplo, la posibilidad de recuperar el tiempo de ocio perdido tras una etapa de intenso trabajo o de alternar momentos de producción y de distensión, según una duración variable. Así, se crearía una pauta que facilitaría la realización personal de cada usuario, que podría elegir el tipo de experiencia deseada, en función de la intensidad de cada etapa vital, tal y como hacía el propio Dumas.

Un nuevo mundo

Dumas quería vivir en una sola vida tantas como pudiera. Y eso se refleja en su castillo, cuya inclasificable mezcla de elementos solo encuentra explicación en la literatura, ese leitmotiv que deforma la realidad para crear un espacio a su semejanza, a la altura de un autor excesivo. Así que volvamos a aquella cena de 600 invitados y sintámonos como ese feliz Alejandro Dumas, que se pasea entre las mesas con la sonrisa y la satisfacción de quien ha hecho realidad un sueño, no sabe cuánto tiempo va a durar y lo aprovecha tanto como puede. Volvamos a celebrar el nacimiento de un edificio que escenifica la victoria de la vida frente a la muerte, de la alegría frente a la tristeza, del exceso frente a las limitaciones. Elevemos nuestra copa de champán para chocarla contra la de un pletórico Dumas. Bebamos a su salud y a la de un mundo nuevo, que, en una noche de verano, sueña que aún todo es posible.

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BIBLIOGRAFÍA

LECOMTE Louis-Henry. Alexandre Dumas, 1802-1870. Sa vie intime, ses Œuvres. Tallandier, 1902.

MAROIS, André. Les Trois Dumas. Hachette 1957.

SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Paris: Editions Mazarine, 1985. ISBN 2-86374-204-3

SIGAUX, Gilbert. Le château de Monte-Cristo (préface du tome III du Comte de Monte-Cristo). Lausanne: Editions Rencontre, 1969

ZIMMERMANN, Daniel, Alexandre Dumas Le Grand. Paris: Editions Phébus, 2002. ISBN 2-85940-776-6.

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Anteriores entregas:

El Castillo de Montecristo. La celebración de la vida de Alejandro Dumas (I)

El Castillo de Montecristo. La celebración de la vida de Alejandro Dumas (II)

El Castillo de Montecristo. La celebración de la vida de Alejandro Dumas (III)

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El texto ha sido publicado anteriormente, en inglés, en la revista UOU Scientific Journal.

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