La ganadora por partida doble del Premio Barco de Vapor, Beatriz Osés, arranca una nueva serie de terror juvenil. Una niña asmática y una tarotista en plena crisis existencial se unen a un chico amnésico que trata de descubrir por qué lo enterraron vivo en un cementerio.
En este making of, Beatriz Osés explica el origen de La tumba de Walter Malone, primera entrega de la serie El cementerio de Everden (Destino).
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Desde pequeña me han atraído los sucesos paranormales y las leyendas. Recuerdo unos libros en el salón que remitían a diferentes temáticas: ovnis, exorcismos, la interpretación de los sueños, misterios como las líneas de Nazca, las pirámides de Egipto… El origen de El cementerio de Everden sucedió mientras mi hermana y yo buscábamos en internet lugares “embrujados”. Nos topamos con Bachelor’s Grove, un cementerio cercano a Chicago, en el estado de Illinois, con diversas leyendas urbanas a su alrededor que incluían crímenes, actos vandálicos y apariciones fantasmagóricas de diversa índole. Además, la localización junto a bosque y un estanque me resultaba muy sugerente para crear un ambiente tenebroso y de suspense. Un bosque nocturno o las aguas de un estanque en la oscuridad me remiten a los miedos de la infancia. Y a eso les podía añadir los elementos paranormales del propio lugar y los que surgieran de mi imaginación.
Tenía muy claro que la primera escena del libro se desarrollaría una noche de noviembre en este cementerio. Allí coincidirían los tres protagonistas. Ellas, buscando la tumba de un tal Walter Malone que se les aparecía en sueños recurrentes. Y, él tratando de escapar de una fosa en la que había sido enterrado.
La casualidad quiso que cuando terminé el primer libro, una amiga me pusiera en contacto con un compañero español que vive desde hace años cerca de Oak Forest. Él me remitió un reportaje fotográfico bastante extenso de la zona, de las calles donde vivían los personajes y, por supuesto, de los epitafios que sobrevivieron al expolio.
A la hora de crear a mi nuevo trío protagonista, pensé que uno de ellos sería de descendencia alemana, el de la tarotista Camelia Dunkel. Me compré un tarot y asistí a una Feria de Esoterismo en Madrid para ver cómo se tiraban las cartas. Me compré una peluca azul, el color de los cabellos de Dunkel, y me maquillé como ella. A veces, me gusta jugar a ser alguno de mis personajes. Así que decidí que junto a la pareja de adolescentes (Izan y Emma) aparecería esta singular figura femenina, bastante estrafalaria y en plena menopausia, que provoca muchas situaciones humorísticas.
La escritura de los dos primeros volúmenes de la colección de El cementerio de Everden ha coincido en el tiempo con la segunda novela de Berta Vogler, Los vampiros de Drawsko, basada en una noticia publicada por la revista National Geographic en la que se analizaban cinco enterramientos en una localidad polaca que seguían los rituales del siglo XVII relacionados con las sospechas de vampirismo y que presentaban hoces sobre el cuello de cuatro de ellos y una sobre la cadera del quinto fallecido. Comencé a investigar sobre este apasionante tema y acabé descubriendo que ya en los tiempos de los griegos y romanos existían ritos similares contra los renacidos. Busqué el Tratado sobre los vampiros, del monje del siglo XVIII Augustin Calmet. Su lectura, sin duda, influirá en el tercer volumen de la saga.
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Autora: Beatriz Osés. Título: La tumba de Walter Malone (El cementerio de Everden). Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros.
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