«Toda esta gente, los ciudadanos, los uniformados, se aplican a algo cuyo objetivo está en el mismo acto de ejecución y no en las consecuencias de su realización».
Antoni Sobanski en ‘Un ciudadano en Berlín’, Confluencias Editorial, 2017
El periodista polaco Antoni Sobanski, en sus crónicas sobre la Alemania nazi en los años previos a la II Guerra Mundial, retrata a unos ciudadanos berlineses diferenciados por uniformes de distintos tipos y más preocupados por la ejecución de su día a día que por las consecuencias futuras de sus actos. Son, sin duda, comportamientos derivados del miedo, un pánico que nos hace refugiarnos en manadas y nos lleva a priorizar el cortoplacismo, la supervivencia.
Sobanski era periodista, polaco, aristócrata, liberal, homosexual y amigo de los judíos, además de germanófilo. Ocupaba una amplia escala de grises en un momento histórico en blanco y negro. El pueblo por el que sentía simpatía empezaba a rechazar de un modo inimaginable entonces a quienes eran como él. Su visión del día a día en Berlín tras la llegada al poder de Hitler no tiene desperdicio. Con ironía, fue testigo de cómo un país que le caía bien se hundía en la locura colectiva.
Quizá no sea la historia la que se repita, pero sí que son reincidentes nuestras reacciones estúpidas ante cierto tipo de sentimientos. Cuando la incertidumbre y el miedo se apoderan del ambiente mostrando sus diversas caras (terrorismo, paro, cambio de modelo económico, etc.) las banderas, los uniformes, salen a la calle y las consignas que dirigen a la turba se ejecutan con sumisión, sin levantar la cabeza para ver qué viene después. No hay reflexión que valga.
Nadie repara en el medio o largo plazo cuando no tiene muy claro lo que viene pasado mañana. Evidentemente, no estamos en la Alemania de 1934, pero Occidente, así, en general, vive con miedo y se limita a ejecutar consignas grupales que ofrecen ilusión a medio plazo sin pensar en el futuro a largo. Y así gana Trump, y así gana el Brexit, y así en España no sabemos ni quién gana, porque en esto de formar bandos e imponer una visión estrecha somos especialistas. Así se forman también las ciberturbas disparatadas en las redes sociales. Nuestro mecanismo es muy sencillo: nos tranquiliza formar parte de un rebaño, nos consuela la simple supervivencia.
Lo de recurrir al periodo de entreguerras para buscar explicaciones a la realidad de hoy es ya un topicazo, pero qué le vamos a hacer si somos así de simples, si el caos que generamos es predecible y no salimos de él ni leyendo. Porque ésa es otra: leer no lo cura todo, conocer la historia no garantiza gran cosa. Cuando lo emocional se impone somos capaces de negar que el cielo es azul. De todo se sale.
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