“Por la noche ardió el Reichstag y a la mañana siguiente me detuvieron.” Así comienza uno de los reportajes del praguense Egon Erwin Kisch reunidos en este volumen. De todos ellos es el que mejor ilustra la madurez alcanzada por el género en el primer tercio del siglo pasado, cuando adquiere sus contornos actuales después del veloz viaje iniciado en el último cuarto del XIX. Es, también, el que mejor anuncia lo que tiempo después será conocido como periodismo gonzo, el que van a practicar a partir de los 60 gentes como Hunter S. Thompson, Norman Mailer o George Plimpton. Titulado “En las mazmorras de Spandau”, el texto con el que Kisch se adelanta tres décadas al futuro del reportaje narra el apresamiento por los emergentes nazis de un grupo de intelectuales de izquierda en el Berlín de los años 30. Entre ellos está Kisch, que más tarde afronta el relato de los acontecimientos desde un punto de vista que ya ha empleado antes, el del narrador protagonista.
Es, por entonces, una práctica mucho más común en la literatura que en el periodismo pero que Kisch ya ha frecuentado. Desde ese punto de vista están construidos sus reportajes sobre la Primera Guerra Mundial, en la que participa como soldado. Ya entonces evita caer en el peligro que acecha a esta opción narrativa, el del autobiografismo, esforzándose por cultivar una visión global de los hechos, de evidente raigambre periodística, que encauza su prosa dentro de los límites del reportaje. Si bien el texto “Un reportero se hace soldado” aún tiene mucho de literatura testimonial —de hecho, en él subraya que ha dejado de ser periodista para ser soldado—, el titulado “Frente del oeste en 1918” se ajusta mucho más a las características del género que está a punto de cuajar: “Austria ya no participa. Bulgaria tampoco. Alemania ha sido derrotada en el Marne y en el Aisne. Estados Unidos sigue enviando tropas, podría enviar otro millón de soldados más, dos millones, si quiere. Es el fin. ¿Por qué, entonces, no se declara el final de la guerra? ¿Por qué tenemos que volver al frente? Si la causa está perdida, ¿por qué continúan sacrificando vidas humanas?”
Entre estos textos sobre la Primera Guerra Mundial y el de Spandau, Kisch experimenta también con el narrador testigo, del que harán un magistral uso décadas más tarde periodistas como Linda Wolfe. Desde el seminal “El asilo de inválidos” hasta el aséptico “La avenida Nevski” pasando por el emocionante “Las tres vacas”, centrado en la Guerra Civil española, Kisch parece querer sujetarse a las técnicas de la novela realista del ochocientos sin llegar a encontrarse cómodo del todo. Por todas partes aparece su voz, que libera definitivamente en su reportaje sobre Spandau. Es entonces cuando formula una teoría del género que le aleja definitivamente de los Flaubert, Zola o Tolstoi.
Incluidos también en este volumen, en esos textos postreros defiende el compromiso del periodista y la necesidad de, para ser objetivo, ser subjetivo. Apuesta por un reportaje de combate en el que el autor debe tomar partido. Sin embargo, sigue sin abandonarse en brazos del autobiografismo. En el texto de Spandau, redactado en la época culminante de su compromiso político, se avanzan rasgos propios del reportaje tal y como lo conocemos hoy: una cierta polifonía de voces, las de sus carceleros, pero también la de algún compañero de celda o las de las mujeres de presos; y una cierta ambición documental, la que le lleva a incluir la orden de detención que, con la frialdad burocrática que más tarde helará al mundo, el naciente Tercer Reich le entrega en mano.
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Autor: Egon Erwin Kisch. Título: Nada es más asombroso que la verdad. Editorial: Minúscula. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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