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El corazón tartamudea

El corazón tartamudea

Hace ya algún tiempo Lola Nieto alquiló una casa en Kioto. Estudió el idioma, escuchó el canto de los pájaros, oyó los escupitajos de un anciano… Pero, sobre todo, aprendió a reflexionar sobre los dos reinos sonoros en los que se movía: el español y el japonés. Fruto de todo eso escribió un libro que es una mezcla de reflexión, diario y poema.

En este making of Lola Nieto explica las circunstancias que le llevaron a escribir La isla desnuda (La Caja Books).

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En 1971, el escritor y cineasta japonés Shūji Terayama estrenó un film osado y salvaje: Tiremos los libros, salgamos a la calle. En una escena, un personaje a contraluz, en un primerísimo plano desenfocado, comido por las luces de un psicodélico arco iris que se despliega al fondo, dice:

«Con el propósito de hablar sin tartamudear escojo sólo las palabras que puedo pronunciar sin vacilaciones y que puedo encadenar. Así que a menudo termino diciendo cosas que realmente no tenía intención de decir. Cuando estaba en la escuela elemental, en nuestro libro de texto había una composición llamada: “Lleva el sol en el centro de tu corazón”. Pero yo no podía decir “centro”. Decía “ce-ce-centro”, así que me apodaron “gallina”. En otra ocasión me llevaron al médico porque hice demasiados ejercicios de respiración. Dicen que si cantas sin parar dejas de tartamudear. Lo he intentado cien veces. Tartamudear es una ideología. El sol tartamudea cuando se eleva entre los edificios. La Quinta sinfonía de Beethoven tartamudea. La paz en Vietnam tartamudea a través de la tierra barrida por el fuego. Las nubes son vagabundas tartamudas. El estrecho de Corea es una frontera que tartamudea. ¿Lo has notado? El orden y la obediencia son lisos. Pero el sol tartamudea. El corazón tartamudea. Los movimientos de resistencia tartamudean. Tartamudear. Tartamudear y gritar. Yo… soy un tartamudo avergonzado. Pero es debido al tartamudeo por lo que puedo meditar las palabras adecuadamente. En mi propia boca. Mis propias palabras».

Cuando llegué a Japón, empecé a tartamudear.

"Me convertí en gallina. Y asumí, complacida, el destino. Caminé a sacudidas"

Mi cuerpo —demasiado grande y torpe entre cuerpos menudos, ágiles y dúctiles— tartamudeaba. Mi mirada —atónita ante convenciones cotidianas irreconocibles— tartamudeaba. Mis manos —frente al altar de un santuario— tartamudeaban. Mi lengua —ni japonesa ni materna— tartamudeaba. Dejé de pensar. Porque pensaba y tartamudeaba. Todos los códigos cayeron. Las gramáticas y las sintaxis. Perdí el centro o, más bien, constaté que nunca lo hubo. En su lugar apareció un ce-ce-centro. Me convertí en gallina. Y asumí, complacida, el destino. Caminé a sacudidas. Recorrí los campos y los ríos, las ciudades, recorrí los rostros, los gestos, las palabras, los graznidos, las flores y la nieve, recorrí Japón a sacudidas, tartamudeando.

Tartamudear proviene de dos onomatopeyas: tart (que da «tartalear»: temblar, turbarse, moverse sin orden) y mu (el sonido de quien habla con la boca cerrada; de ahí mudo, musitar, murmullo o mística). Tartamudear, en japonés, se pronuncia domoru, y el kanji contiene dos radicales: boca y mendigar.

"Al principio de mi estancia en Japón tartamudeé, después bocamendigué"

En japonés la boca que mendiga tartamudea. Recorre el mundo sin dientes y recoge los sonidos en la carne viva de las encías. Los trenza y confunde: ce-ce-centro: sacudidas del buche de la gallina. En nuestra lengua quien tartamudea cierra los labios y tiembla. Para nosotros, tartamudear implica aquietarse, quedar el cuerpo en suspenso, conmovido y paralizado en una garganta titubeante. En japonés quien tartamudea posee una boca en movimiento, errante, aberrante, sin destino, perdida, huérfana y a la intemperie.

Al principio de mi estancia en Japón tartamudeé, después bocamendigué. Aunque la extrañeza me detuvo primero, más tarde fue el impulso para estremecerme, agitarme, percutir y vibrar con todo lo que me rodeaba y no conocía. Me dejé deambular por las sílabas de una vida incomprensible. Eso es La isla desnuda. Desde ahí surgió la escritura: bocamendigando. Entendiendo, finalmente, que tartamudear es una ideología. No tener cuerpo ni mirada ni manos ni lengua es una ideología. No tener una tierra natal es una ideología. Querer morir en el lugar que nunca, jamás, en ninguna circunstancia ni concepto, comprenderás, te acogerá, será propio ni propicio es una ideología. La isla desnuda es el corazón de una gallina.

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Autora: Lola Nieto. Título: La isla desnuda. Editorial: La Caja Books. Venta: Todostuslibros.

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