Hermana. (Placer) es un libro sobre referentes literarios. Hay quien duda en llamarlo novela. También lo han llamado diario, pero yo no lo veo así. La protagonista —se parece mucho a mí pero no soy yo— investiga sobre las biografías de algunas escritoras españolas. Se encuentra en pleno proceso de redacción de una Enciclopedia de los buenos ratos de escritoras. Su objetivo es contestar a esa cultura literaria que pinta al escritor, y sobre todo a la escritora, como una criatura sacrificial, fuera del mundo o maldita. La protagonista —en esto sí se parece a mí— siente que casi todo lo que aprendió sobre escritoras en sus años de formación contenía la amenaza de lo invivible: suicidios, enfermedades mentales, o bien la dedicación absoluta y anulación de toda improvisación o goce a favor de una única y verdadera vocación. Siente que el canon que aprendió y admiró estaba marcado por una especie de moraleja de desgracia. Así, lee y rebusca en los testimonios o biografías de escritoras el rastro de pequeños ratos placenteros, pérdidas de tiempo, descansos, divertimentos, y la influencia que esos momentos cobraron en sus vidas. Le resulta muy difícil encontrar datos sobre estos menudísimos goces; entre la escasez de testimonios autobiográficos, el pudor de una educación católica, y la tendencia a mitificar los procesos de escritura, cada hallazgo es un pequeño tesoro. Con la C, de Rosa Chacel: le gustaba mirar cómo bailaban los demás —lo cuenta Carmen Martín Gaite en su necrológica—.
La antagonista está inspirada en una amiga mía. Ella es músico, actriz, nómada; mis raíces en cambio cavan un poquito más hondo cada día que pasa: familia, Madrid, temas que me obsesionan. Vivimos vidas muy distintas pero hemos compartido aventuras y, sobre todo, nos hemos animado mutuamente a proseguir con nuestras respectivas búsquedas artísticas. Mientras escribía la novela, por supuesto, me preguntaba cómo manejar esta inspiración “en hechos reales”, si traería una dosis de conflictividad indeseable para el libro. Creo que no tiene solución; ya me pasó con mi novela anterior, Los primeros días de Pompeya: yo tomo mi realidad inmediata y la coloreo, deshago, modelo y recompongo —me gusta descubrir que, a pesar de los años de dedicación y la neurosis, al final lo más parecido a escribir es hacer manualidades con el asombro ante la vida, un collar de macarrones con purpurina, un dibujo libre, plastilina en las uñas—. Es un juego sin compromiso biográfico, pero muchísimas lectoras/es lo toman así.
Cuando le di el manuscrito a esta amiga para que me diera su opinión, protestó: “Salgo muy poco. Me has desaprovechado”. Tenía razón, y es que el libro tampoco es su semblanza. Solo una criatura híbrida, una novela con una enciclopedia dentro, puede representar el deseo de (re)escribir origen y destino, una pregunta por la épica propia.
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Autora: María Folguera. Título: Hermana. (Placer). Editorial: Alianza. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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