James Ellroy tiene la culpa de que yo sea escritor. Si alguna vez habéis disfrutado de alguna de mis novelas, dadle las gracias a él. Hubo un antes y un después de leer L. A. Confidencial. Compré el libro porque me gustó la película y apenas pude dormir aquellos días. Me voló la cabeza. Ese mismo mes devoré el Cuarteto de Los Ángeles. “Yo quiero hacer esto”, dije. Y hasta hoy.
No es fácil ser discípulo de Ellroy. Se le considera un maestro, pero muy pocos han seguido su camino. Recuerdo que en la librería Negra y Criminal le hablé a un lector de mi primera novela asegurando que era muy del estilo de James Ellroy. Ese hombre me miró sin entender nada y dijo: “A mí no me gusta Ellroy”. Hay pocos autores que continúen claramente la estela del californiano, como Jens Lapidus o Marlon James. Por eso, cada vez que decía que mi influencia principal era Ellroy, me sentía muy solo.
Soy de la opinión de que es mejor no conocer a tus ídolos. Ellroy tiene fama de loco, ladra durante sus entrevistas, ha expulsado a patadas a algunos periodistas que hacían las preguntas erróneas. Un “a la mierda” puede hacer que pases de fan a hater y que toda esa obra que tanto te fascinaba acabe con una pátina desagradable. Y, sin embargo, cuando descubrí que Ellroy iba a presentar su libro en Murcia no me lo pensé dos veces y recorrí 200 kilómetros para verlo.
Las jornadas de Ex Libris son un milagro para la ciudad. No solo sacian la sed de actividades culturales pata negra en la capital de la Región, sino que además han puesto el listón muy alto. He estado en muchos festivales, y puedo asegurar que este destaca tanto por la buena gestión de los medios a su alcance como por su exquisito gusto en programa, actividades e invitados. Un ejemplo de lo anterior fue la entrega de premios, con actuaciones de primer nivel, gran acierto con los galardonados y discursos memorables. Victorio Melgarejo, cabeza visible de la organización, me contó todo lo que apostaron por traer a Ellroy. Mi eterna gratitud por el esfuerzo.
Siempre tengo miedo de comportarme como un patán con la gente que admiro, por lo que trato de mantenerme en segundo plano. Es inútil, porque acabo haciendo el ridículo igual. Cuando me acerqué a Ellroy me tendió la mano y yo le di su último libro. Él lo apartó y me siguió ofreciendo la mano. Apretón y presentación. Como debe ser. Le expliqué que era escritor español y que mis obras estaban muy influenciadas por él. Ellroy asintió. Entonces comencé un balbuceo ininteligible y atropellado que pretendía ser inglés pero donde mezclaba palabras suecas. Él detuvo su firma y me miró como se miran las obras abstractas. Entonces, sin pensarlo mucho, le solté “You are mi father”. James Ellroy se quedó paralizado dos segundos, abrió la boca, y con voz atronadora contestó: “Literary father”. Y se rio. Una sonrisa larga que le atravesaba toda la cara.
Para mí, conocer a James Ellroy fue un milagro. Él no tenía previsto visitar Murcia y yo tendría que estar en Suecia. Nuestros caminos nunca podían cruzarse por mil razones, pero sucedió. Creo que hay poca gente que pueda encontrarse cara a cara con la persona que les cambió la vida. Porque es gracias a él que tengo una profesión que me ha permitido vivir experiencias maravillosas. En una sala abarrotada de admiradores, además había alguien que se sentía en deuda y muy, muy agradecido.
PD: Mención especial a Pedro Rivera, quien me acompañó toda la tarde y me animó cuando me temblaban las piernas. Si no es por él me quedo sin foto y asiento. Personas así son las que hacen de este un mundo mejor.
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