Cualquier día presenta casi siempre una buena excusa para buscar un libro o visitar una librería. Sin embargo, aprovechando la fiesta y los descuentos del 11 de noviembre, Día Oficial de las Librerías en nuestro país, hay dos libros casi complementarios que son, si me permiten, una cita ineludible. Ambos están publicados por la editorial Desperta Ferro. Sus autores, Marina Amaral, artista autodidacta coronada como “la gran maestra de la coloración digital” y el historiador, locutor y periodista Dan Jones, constituyen el tándem perfecto para el éxito y la calidad.
Se trata de dos libros que proponen algo muy difícil hoy en día: acercar la Historia al lector o al curioso de una manera sorprendente y única con textos impecables, divertidos, precisos, esquemáticos, documentados, globales y muy bien estructurados acompañados (en igualdad de condiciones) por imágenes históricas coloreadas con precisión, las cuales consiguen, página a página, crear un triple impacto visual: la eficacia periodística de una crónica del Paris Match, la belleza elegante de un retrato de Vogue y el disparo eterno de una portada de Life.
El color del tiempo abarca la historia visual del mundo desde 1850 a 1960; un libro que puede disfrutarse en clave de aventura humana y que se inicia, como no podía ser de otra manera, en el carro fotográfico de Roger Fenton camino de Crimea, uno de los primeros fotógrafos de guerra de la historia que, con su aspecto de trampero del Medio Oeste, mira a la cámara por detrás de su poblada barba castaña y su gorra azul con cierta desconfianza, como si en vez de un objetivo lo estuviese apuntando el cañón interminable de un Colt Paterson.
El singular recorrido se detiene en uno de los momentos más alucinantes del ser humano, resumido en un retrato y en unas cuantas, inmortales palabras: “La Tierra es azul. Qué maravilla. Es asombroso”. Efectivamente: Yuri Gagarin, con sus guantes amarillos, su SK-1 inolvidablemente naranja, y su mirada concentrada en el infinito por detrás de la visera del casco espacial, un 12 de abril de 1961, pone fin a la aventura de este libro.
Entre esas dos imágenes de Fenton y Gagarin tomen tiempo para acomodarse, porque el viaje que les espera es incesante, la belleza se desborda y los disparos eternos estallan en sus páginas como proyectiles coloreados.
El afortunado lector se metamorfoseará, a medida que vaya viajando por sus páginas, en historiador, reportero, artista, paseante, voyeur, lector, novelista, director de cámara, guionista, redactor, cineasta… al verse enfrentado a unas imágenes arrancadas de la vida en blanco y negro y devueltas a una sorprendente nueva vida en color:
Tendrán el privilegio de poder escrutar los ojos oscuros de Einstein, la blancura de las perlas de Jackie Kennedy, la mirada azul de una enfermera voluntaria de la Cruz Roja Internacional, la barba blanca de Tolstoi, el cabello pelirrojo de la intrépida Amelia Earhart, desaparecida con su avioneta en algún punto del océano, el azul del mar a bordo del HMS Warspite en Jutlandia, la piel cetrina de los muchachos filipinos en el campo de concentración, la cerúlea piel de los rostros sin vida, destrozados, sanguinolentos, de Mussolini y su amante; el traje azul a rayas de Churchill, el verde paradisíaco de las palmeras del atolón de las Bikini durante la detonación de una bomba implosiva submarina de plutonio, las aguas verdes de un río en Guadalcanal, con todos aquellos soldados desnudos, felices, a punto de morir; la raya de las medias blancas de la guapa enfermera en el Día de la Victoria, las grises cenizas mezcladas con restos humanos en el salón de los Románov, los guantes negros del Ku Klux Klan, los calcetines blancos de Hitler, el terciopelo azul del tren funerario de la reina Victoria, la gasa verde de la falda de Mata Hari, la camisa roja de Garibaldi, el caucho negro de los buzos de Suez…
Un tiempo vivo que continúa en un segundo volumen, publicado bajo el título de El mundo en llamas, pues se trata de un monográfico a todo color de las principales fotografías que documentaron las dos guerras mundiales y los numerosos conflictos que incendiaron el mundo del 1914 al 1945.
Prepárese el lector para el reporterismo audaz, la mirada temerosa, crucial, demencial, oscura y necesaria del hombre en la guerra. La bajada a los infiernos ha de hacerse, quizás, citando el principio del padre Heráclito, “la guerra es la madre de todas las cosas”, y así uno estará debidamente preparado para adentrarse en estas páginas como el que se adentra en territorio comanche cámara en mano, asistiendo, fascinado, a la belleza del horror:
Niños multicolores en una zanja, faldas de un verde caqui pertenecientes a las audaces mujeres del WRA que sonríen junto a su perro bóxer para la foto; idéntico verde militar el de los uniformes de los cuerpos sin vida de Caporetto; el de la chaqueta proletaria de Trotski; el de las mantas militares que cubren los muertos por la gripe “española”; el de las máscaras anti-gas de la batalla de Ypres.
El color negro, indispensable en la guerra, lo vemos por todas partes, en la pintura con la que un muchacho escribe “judío” en una pared de Viena, que es el mismo negro de la chaqueta del niño judío Max Unger, quien junto a otros 200 muchachos huérfanos del Kindertransport salvaron la vida aquel día, como negras son las botas del Mariscal Ferdinand Foch o los caros zapatos de los Fitzgerald, que alegremente bailan frente a un enorme árbol de Navidad.
También está presente el blanco de la piel de los niños famélicos durante la hambruna rusa, la del muchacho muerto tras los bombardeos de Lérida sobre el que derrama lágrimas milenarias una madre desconsolada, o el blanco de las pecheras del esmoquin de los dignatarios nazis del Pacto Antikomitern, o el de la niebla en torno a la Torre Eiffel en la foto a la espalda del Führer; similar al blanco de la camisa del cadáver de una mujer rescatada de las ruinas del Blitz londinense.
Y claro, también está el azul del cielo de Sicilia durante la Operación Husky, tan parecido al azul de Iwo Jima, el azul metálico de los trajes de Churchill y Roosevelt en la Conferencia de Teherán, el azul del Pacífico bajo el portaaviones en la batalla de Midway, el de la camisa de preso del cadáver de Göring, o el del mar de las costas uruguayas mientras engullía los restos del Admiral Graf Spee y los marineros del HSM Exeter lo celebraban levantando los pulgares en una foto para la eternidad.
En total, estos dos álbumes singulares recogen en sus más de 400 fotografías con sus correspondientes, audaces textos, la historia reciente de nuestro mundo. Estos libros deberían ser material de trabajo en los colegios e institutos y de consulta en las Universidades, pero no tendremos esa suerte, así que, si pueden, háganse este regalo en Día de las Librerías o el día que ustedes quieran y miren, aprendan, lean, y sobre todo, pónganlos muy cerca de los jóvenes que tengan a su cargo, pues guardan un magisterio visual que hoy, más que nunca, resulta imprescindible.
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Autores: Marina Amaral y Dan Jones. Título: El color del tiempo. Editorial: Desperta Ferro. Venta: Todostuslibros y Amazon
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Autores: Marina Amaral y Dan Jones. Título: El mundo en llamas. Editorial: Desperta Ferro. Venta: Todostuslibros y Amazon
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