Comienzo estas líneas inspirado por un artículo que acabo de leer de Manuel Pimentel en The Objective titulado “De comercios y librerías”. Es un texto impregnado de un gran amor por los libros, las librerías y el sentido del tiempo de un flâneur. También me ha impregnado de nostalgia, porque al fin y al cabo, ese artículo habla del cambio, de la transformación de las cosas y de nuestras vidas. El otro día, mientras comía un aperitivo de setas con mi amigo Álvaro —que está en plena crianza con dos hijos pequeños— conversábamos sobre los libros que estábamos leyendo en ese momento, y si él leía más en digital o en papel. Su respuesta me dio que pensar: «Desde que tengo a mis hijos procuro leer solo en papel, para que ellos tengan esa imagen de lo que es leer».
La Industria 4.0 y la revolución de la experiencia lectora
La Industria 4.0, caracterizada por la fusión de tecnologías que difuminan las líneas entre lo físico, lo digital y lo biológico, ha tenido un impacto profundo en nuestra relación con los libros y el conocimiento. Como señala el profesor Byung-Chul Han en su obra La sociedad de la transparencia: «Hoy en día, todo se hace imagen, cuya esencia es ser vista». Esta observación se aplica perfectamente a la transformación de la lectura en la era digital.
Los libros electrónicos, las aplicaciones de lectura y las plataformas de contenido digital han democratizado el acceso a la información, pero también han alterado fundamentalmente nuestra experiencia lectora y la forma en que creamos nuestro conocimiento, lo construimos en la estructura cultural y definimos sus valores inherentes. ¿Cómo el “ego digital” hace esto? En primer lugar, ha fragmentado la lectura. La lectura en dispositivos digitales tiende a ser más fragmentada y superficial, más distraída, lo que plantea desafíos para los editores en términos de formato y contenido. En gran parte, como editores somos responsables de custodiar una experiencia lectora de alta calidad para nuestro sistema neuronal. El paradigma digital permite a los editores acceder a los big data y analizar detalladamente los datos de lectura. Las plataformas digitales permiten a las editoriales recopilar datos detallados sobre los hábitos de lectura, lo que aumenta nuestra responsabilidad en este sentido. Por otra parte, tenemos también los nuevos formatos que desafían al formato clásico del libro impreso: la aparición de audiolibros, libros interactivos y otras formas de contenido digital está redefiniendo lo que entendemos por «libro».
El ego digital: una nueva forma de ser y estar en el mundo del libro
El ego digital se puede definir como el patrón neurológico y cognitivo derivado de la disociación con la experiencia analógica. Es el resultado de una mente moldeada por la constante interacción con dispositivos digitales y la exposición a flujos continuos de información.
Nicholas Carr, en su influyente obra Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, advierte sobre los cambios neurológicos que la era digital está provocando introduciendo a los lectores en un entorno que fomenta la lectura superficial, el pensamiento apresurado y distraído, y el aprendizaje superficial.
La lectura fragmentada que antes mencionábamos es causada por una atención fragmentada: la reducción de la capacidad de atención sostenida plantea desafíos para los autores y editores. Según un estudio de la Universidad de Stanford: «Los lectores digitales tienden a escanear y saltar entre diferentes partes del texto, lo que puede afectar la comprensión de narrativas complejas». Esto ha llevado a la industria editorial a potenciar libros más cortos y formatos más digeribles, es decir, libros cada vez más simples. Como señala el editor John Thompson en su libro Merchants of Culture, hay una presión creciente para producir libros que puedan ser consumidos rápidamente en fragmentos cortos. Otro aspecto que afecta al ego digital es la dependencia tecnológica: la integración de funciones interactivas y multimedia en los libros digitales puede crear una forma de dependencia, alterando la experiencia tradicional de lectura. Por último, el ego digital tiene un serio problema con la alteración de los patrones de memoria: el «efecto Google», donde las personas tienden a recordar dónde encontrar información en lugar de la información en sí misma, tiene implicaciones para la retención de información de los libros y la profundidad del aprendizaje a través de la lectura.
Implicaciones para la cultura del libro y la ética editorial
El ego digital no solo afecta a nuestros procesos cognitivos individuales, sino que también tiene un impacto significativo en la cultura del libro y la ética editorial.
Robert Darnton, historiador del libro y ex director de la Biblioteca de Harvard, advierte que la digitalización ofrece oportunidades sin precedentes para la difusión del conocimiento, pero también plantea nuevos desafíos éticos relacionados con la propiedad intelectual y el acceso a la información como pueden ser los derechos de autor (algo que la IA generativa ha puesto sobre el tapete de la mesa entre los autores y creadores), accesos abiertos versus modelos de pago (es un debate sobre cómo equilibrar el acceso libre al conocimiento con la sostenibilidad económica de la industria editorial, y que afecta sobre todo a los editores), censura y control de la información, y la caducidad misma de los bienes digitales: los ficheros digitales tienen una consistencia menos presente en nuestros discos duros que un libro impreso en nuestras estanterías. Es el problema de la “preservación digital”.
El impacto en el desarrollo cognitivo y la alfabetización
El ego digital tiene implicaciones particulares para el desarrollo cognitivo y la alfabetización, especialmente en niños y adolescentes que están creciendo en un mundo completamente digitalizado.
En el contexto de la lectura y la alfabetización, algunos de los efectos observados incluyen la ya mencionada lectura superficial. Maryanne Wolf, experta en lectura de la Universidad de California, advierte que la lectura digital puede afectar nuestra capacidad de lectura profunda, que es crucial para el pensamiento crítico y la empatía. Otro aspecto del ego digital es la alfabetización multimodal la integración de texto, imagen y sonido en los libros digitales requiere nuevas formas de alfabetización. Al ego digital también le gusta hacer varias cosas al mismo tiempo: la multitarea digital puede afectar la capacidad de concentración necesaria para la lectura sostenida. Por último, la exposición a una variedad más amplia de textos a través de plataformas digitales puede enriquecer el vocabulario, pero la comunicación digital abreviada puede tener efectos negativos en la expresión escrita.
El futuro del libro en la era del ego digital
A pesar de los desafíos, el libro como forma cultural sigue siendo resiliente. Como argumenta el escritor y editor Alberto Manguel, el libro, en su forma física o digital, sigue siendo un vehículo incomparable para la transmisión de ideas complejas y experiencias imaginativas. Para navegar exitosamente el futuro del libro en la era del ego digital, la industria editorial necesita innovación en formatos, explorar mejores formas de presentar contenido que se adapten a los hábitos de lectura digital sin sacrificar la profundidad; educación en lectura digital, fomentando habilidades de lectura crítica y profunda en entornos digitales; preservar la cultura del libro físico (muy importante desde mi punto de vista), manteniendo el valor de la experiencia neurológica, táctil y sensorial de los libros impresos; generar modelos de negocio híbridos que desarrollen estrategias que integren lo mejor de los mundos digital y físico y preservar una ética digital en la edición que frene los abusos inherentes al ego digital.
Conclusión: el libro en la encrucijada digital
El ego digital representa tanto un desafío como una oportunidad para la cultura del libro y el sector editorial. La industria del libro se encuentra en una encrucijada, navegando entre la tradición y la innovación, lo físico y lo digital. Esta encrucijada no implica necesariamente elegir entre lo digital y lo analógico, sino encontrar formas creativas de integrar ambos mundos. El futuro del libro dependerá de nuestra capacidad para adaptar las prácticas de lectura y publicación a la era digital, sin perder de vista los valores fundamentales que han hecho de los libros una parte esencial de nuestra cultura. Traigo a colación al editor Jason Epstein y a su idea de que los libros son los portadores de la civilización. Sin libros, la historia es silenciosa, la literatura muda, la ciencia paralizada, el pensamiento y la especulación en suspenso. En la era del ego digital, el desafío es asegurar que los libros, en cualquier forma que tomen, sigan cumpliendo este papel vital.
La anécdota con la que comenzamos este artículo nos recuerda la importancia de mantener un equilibrio entre lo digital y lo analógico, especialmente cuando se trata de transmitir el valor de la lectura a las nuevas generaciones. El ego digital ha transformado nuestra relación con los libros, pero no ha disminuido su importancia. Por el contrario, ha abierto nuevas posibilidades para la creación, distribución y consumo de conocimiento.
En última instancia, el futuro de la cultura del libro y el sector editorial dependerá de nuestra capacidad para aprovechar las ventajas del mundo digital sin perder la profundidad, la reflexión y la conexión que los libros han fomentado durante siglos y siglos. El ego digital es una realidad de nuestro tiempo, pero no tiene por qué definir completamente nuestra experiencia con los libros, como tampoco sabemos cuánta vigencia tendrá en nuestra cultura y cómo se transformará.
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