Santiago Rodas es un poeta, editor y profesor universitario nacido en Medellín, Colombia, en 1990. Es editor de la editorial Atarraya y asistente editorial del periódico Universo Centro. Sus textos, tanto ensayos como poemas se encuentran publicados en diferentes medios y antologías de Latinoamérica y España. Participó en las exposiciones colectivas Futuro Perfecto, Museo de Antioquia (2021), Urna Voz, Universidad Eafit (2022). Y la exposición individual Amor por Medellín, en la Bruja Riso (2023). Ha publicado los libros de poesía Gestual, Trampas Tropicales, Plantas de Sombra, Érase una vez un poeta. En España se publicó la antología Materiales Inestables (Ediciones Liliputienses, 2021). Presentamos una muestra de su primera novela, El espectro de la voz (ánimasola, 2024), una obra en la que el autor crea una paisaje emocional y físico propio, a través de carreteras, puertos y las zonas estriadas que conforman la geografía de Colombia, una polifonía construida en base a las voces de un padre y sus dos hijas, que hilvana de manera sutil un relato que se desmorona a cada paso, que hiere y contamina. Un laberinto que nos acerca a la descomposición de una familia y al intento de sujetar todo lo que está roto para conservar, al menos, unos cuantos pedazos.
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Un cuadro de Marx en la biblioteca del puerto
Cecilia, lo primero que quiero decir es que yo no puedo aceptar que una hija mía pueda tener esquizofrenia. No. Esas son las enfermedades de los ricos. Los ricos se las inventan para sentir que van mal porque ya no tienen por qué luchar en la vida, no tienen que trabajar, no hacen ningún esfuerzo, se aburren, se atarugan, no saben qué hacer con las manos, con sus vidas. Los psicólogos, los psiquiatras, los psicoanalistas son una mentira, cháchara. Escúchame, los ricos son lo peor que le ha pasado a este país, con sus psicoanalistas, con sus hospitales mentales, sus clubes para jugar golf, con su manera callada de despreciarnos al resto que hemos nacido de la nada y surgido a punta del sudor de nuestra frente y de callos en nuestras manos, con el trabajo de todos los días, las madrugadas con aguapanela y sobre todas las cosas con la ayuda de Nuestro Señor. Solamente Dios está con nosotros los pobres.
¿Por qué avanza la esquizofrenia? ¿Cuáles son sus causas? ¿Por qué nosotros, ni vos ni yo, tenemos esquizofrenia? Según leí en la biblioteca del puerto, los problemas mentales pueden ser hereditarios, también pueden surgir por traumas en la niñez. Nuestras niñas siempre han sido saludables, les dimos un buen techo, comida y amor en la medida en que pudimos darles, Cecilia. Y les mostramos el buen camino, el camino de la luz, de la bondad, de la compasión. El camino por el que anduvo Jesús.
Me recomendaron un libro de un tal Freud que está en la biblioteca del puerto. Era lo único que tenían sobre esquizofrenia. Tenían otro libro sobre enfermedades mentales para niños, pero no decía nada específicamente sobre lo que buscaba.
Cecilia, nosotros venimos desde abajo, la Iglesia viene desde abajo y ahora seguimos luchando con la ayuda de nuestro Señor. Acuérdate cómo empezamos, con el mínimo, casi nada, raspando los centavos para comer. Esa es la gente verraca, la que se suda su plata, la que, a pesar de tener todo en contra, logra hacerse una vida.
Ojeé ese libro de Freud y decía que en la esquizofrenia nos encontramos con la ruptura del vínculo entre la representación-cosa y la representación-palabra. Imagínate, tres páginas para decir eso, para explicar algo que podría ser más simple y concreto. Hablar claro es un don de nuestro Señor ¡por Dios!, en qué mundo vive ese tal Freud. No en el mío. Y eso que escribió hace como 80 años, cuando el mundo era un lugar más tranquilo, como el de nuestros abuelos. ¿No sabía, acaso, que Dios dijo: hágase la luz y la luz se hizo?
En otros asuntos te cuento que aquí en el puerto la vida está calmada. Por fin llegó la paz después de una tensión entre las organizaciones. Y eso me tiene muy contento. La gente del Grupo llegó a un acuerdo y los problemas se pacificaron, hicieron un pacto entre ellos. No hay enfrentamientos en lo que llevamos del año, se respira tranquilidad y espero que dure por mucho tiempo más, porque así sí se vive bien, de la mano de Dios. Para que las niñas puedan venir más seguido. La gente del Grupo sabe eso y hace pactos para que vivamos con la tranquilidad que brinda estar seguros, sin miedo a salir a ver el mar, caminar por el río, por el puerto y ver los atractivos del mundo que Él nos ha dejado como regalo para nosotros los simples mortales.
Me tardé varias horas sentado, clavado en esas páginas de la biblioteca, con un calor inmundo. Sudaba la gota amarga y echaba chispas para entender las palabras del tipo, hasta que una de las niñas de la biblioteca se compadeció de mí y me trajo un vaso de agua. Me vio empapado y pegado del libro. Le di las gracias y me dijo que si me podía ayudar en algo le dijera ahí mismo, pues por allá en la biblioteca hay tardes en las que no se aparece un alma. Buscándole el libro me entretengo, me dijo. Esto pasa, le aclaré a la muchacha, porque somos un país pobre y en las tardes hay que trabajar y no ponerse a leer libros para entender el mundo. A mí me conocen por acá por los años que llevo ayudando en la iglesia, manteniéndola a flote, pese a las adversidades. La niña fue tan formal que me quedé una hora más intentando descifrar las palabras del señor. En últimas, lo presté, por pena con la muchacha, para llevármelo a la casa a ver si leía con calma y sin tanto sofoco. Todavía lo tengo en la mesita de noche y le doy una o dos miradas antes de dormir a ver qué entiendo. Después me pego de la Biblia para limpiarme de tanto enredo y el carácter se me organiza muy rápido. En Dios está la calma.
Me preguntarás, Cecilia, por qué hago esto y yo te digo que es por amor, por amor a mis hijas. Fui a esa biblioteca a consultar sobre la esquizofrenia porque, como sabes, yo las amo a ellas dos como no amo a nada en este mundo. Yo las amo y, por eso, soy capaz de leer un libro de Sigmund Freud para demostrar que lo que le pasa a Laura no tiene nada que ver con la ciencia o con la psicología. Lo que no sabe ese Freud es que Dios todo lo puede, la ayuda de Dios es la que nos va a salvar de este agujero en el que nos encontramos, nada más.
Hay un solo libro, Cecilia, que en realidad nos puede ayudar en lo que le pasa a la niña y es la Biblia. Yo no estoy seguro de si el señor Freud leyó las Escrituras, pues él era alemán y seguidor del tal Marx, eso estaba escrito en el prólogo del libro. Por alguna misteriosa razón, en la biblioteca del puerto, hay una foto de Marx junto a otros escritores. Yo le pregunté a la niña que atiende el porqué de la foto, si el tipo ese era de izquierdas, un guerrillero de bota Machita y me contestó que esa era la foto de un poeta gringo, y que una fundación del extranjero que había donado muchos libros dejó esos cuadros para que decoráramos bien el lugar. Que si estaba interesado tenían un libro: Canto a mí mismo.
Pero bueno, Cecilia, no me quiero extender más en esta carta. Yo me atrevo a decir por lo que vi, Freud también es ateo, aun así, Cecilia, leo a un ateo para entender qué es la esquizofrenia porque yo sé que nuestra hija tiene otra cosa, de otro orden. Leyendo ese libro se los puedo demostrar.
Yo sé que para vos suena raro, una locura mía, pero yo me atrevo a creer que lo que le pasa a nuestra hija tiene que ver con el Diablo. ¡El Diablo! Sí. Te puedes reír cuanto quieras, Cecilia, te puedes desportillar de la risa, pero en el puerto se han visto casos iguales. Y no solo en niñas, también en viejos, en señores de edad, que empiezan a ver cosas, a hablar solos, a decir palabras inconexas, raras. Y lo que pasa luego mejor no te lo dejo aquí escrito porque a esa gente se le va la paloma y quedan locos, idos, ya no se pueden estar tranquilos en la casa. Se les corre el champú, se les daña la vida y uno los ve por el puerto hablando solos, sucios, pidiendo limosna, arrastrados por la calle, sin Dios ni ley.
Yo no voy a permitir, por ningún motivo, que a nuestra hija le pase lo que le pasa a los loquitos del puerto, así les dicen: loquitos, con pesar y con asco. Yo no quiero que a mis hijas les tengan misericordia. Tampoco, por nada del mundo, puedo permitir que una de nuestras hijas esté pidiendo limosna porque su familia no puede soportar el peso del Maligno.
Por eso, Cecilia, llevé a Laura a donde la señora que es curandera. Ya alivió a más de uno. A mí me la recomendó Pamela. Por eso confié en ella y Laura salió limpia, aliviada.
Antes de que digas cualquier injuria de Pamela, déjame seguir contándote lo que hice. Me imagino la cara que pones en este momento, pero debes entender que Pamela es una persona de confiar, Cecilia. Bueno, Pamela me la recomendó. Conoció a un niño que, de un día para otro, se había quedado mudo, no quería comer y se la pasaba en la pieza mirando para el techo sin hacer nada, ya no salía a jugar ni fútbol, ya no miraba televisión, como si le quitaran el alma, o el corazón. Pobre niño. Discúlpame que te hable de ella, pero es que es importante hacerte saber para que entiendas la historia completa y entiendas las razones por las que llevé a Laura a probar el remedio.
Bueno, el niño fue a la casa de la señora y ella le hizo una curación para sacarle lo que tenía adentro. Y se lo sacó, fue bendito ese remedio, le sacó lo malo que tenía. El niño volvió a la casa, primero muy achicopalado, pero luego empezó a comer, se le despertó un apetito viejo, eso era coma y coma, hasta que se puso bien fornido y empezó otra vez a ver televisión.
Cecilia, yo llevé a Laura con la señora porque tengo el legítimo derecho, me lo he ganado, a Laura hay que sacarle el Diablo que tiene metido bien adentro de sus huesos a toda costa. No podemos dormirnos en los laureles. O ¿cómo explicas lo que habla, los discursos que se echa sobre la patria, sobre la independencia, lo que nos dice de pronto, cuando estamos caminando en la calle y no tiene nada que ver con lo que está pasando en la realidad? ¿Cómo explicas lo que pasó en la escuela con la hija de Alba Luz? La esquizofrenia fue una buena coartada para que dejaran a la niña. Sabes, Cecilia, que lo de la enfermedad mental no es suficiente para explicarlo todo esto que nos ha pasado con nuestra hija.
Cuando termine el libro del ateo Freud te lo voy a demostrar, espero que confíes en mí y en el camino que debemos tomar para aislar a nuestras hijas de esa senda maléfica.
No le digas nada del tema de la señora. Es por el bien de ella, para que sigamos progresando sin contratiempos por la senda del Señor. Para que esta paz que ahora tenemos en el puerto también esté en nuestra familia.
Por favor, mira que nada malo le pasó a Laura, yo me encargué por mi propia cuenta de que todo saliera bien. Te garantizo que con esto vamos hacia adelante como familia. Le sacamos lo que tiene a la niña para que sea otra vez una niña normal, una niña de Dios.
Bendiciones, Al.
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Autor: Santiago Rodas. Título: El espectro de la voz. Editorial: ánimasola.
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