Para el escritor mexicano Luis Rius Caso, autor de la novela El espía de Franco, México y España tienen desde el siglo pasado una especie de relación de ida y vuelta en la que ambos países han salido enriquecidos. «México y España tienen mucho que agradecerse. Si México no le abre las puertas a los exiliados, quién sabe qué hubiera pasado con esos grandes químicos, médicos, escritores y comerciantes. Por otro lado, si ellos no hacen su aportación, México sería diferente», asegura Rius Caso en una entrevista con Efe.
Luego de una rigurosa investigación, el autor recreó durante 327 páginas el ambiente de la sociedad española asentada en México a mitad del siglo pasado, todo alrededor del asesinato de José Gallostra, ministro extraoficial de Francisco Franco en el país. Con capacidad seductora, pícaro, lujurioso y buen ajedrecista, Gallostra fue un buen alfil de Franco en América Latina, quien logró establecer las relaciones del régimen con Bolivia y estaba en camino de hacerlo con México, pero fue ultimado a tiros en febrero de 1950. «Se pudieron haber establecido las relaciones diplomáticas entre los dos países. En Bolivia odiaban a Franco, pero él lo logró; yo siento que de no morir hubiera sido posible que restableciera las relaciones políticas con México», señala.
El libro comienza con una partida de ajedrez entre Gallostra y el pintor Domingo Torres, quien se erige como protagonista de la novela y le permite al escritor recrear la vida de los españoles en México a mitad del siglo pasado con el pretexto de pintar un mural. Rius Caso se preguntó cómo plasmar la sociedad y se le ocurrió el mural como una manera convocar a todos sin saturar. «Entre los exiliados no pintaban murales, salvo el de Josep Renau y algún otro. Entonces decidí pintar uno del exilio que nunca existió, excepto el de Renau. Dije: «Así pongo a los sospechosos del crimen que menciona la prensa». Ese fue el mecanismo», revela.
Mientras Domingo pinta, comparte época con personajes de la vida de México, como el expresidente Lázaro Cárdenas y el pintor Diego Rivera. Convive con integrantes de bandos opuestos que lo presionan para ser incluidos o salir del mural, lo cual sirve para mantener la tensión de una obra que tiene mucho de histórica y de thriller.
«Cuando investigué sobre Gallostra, me gustó que iban saliendo hilos interesantes. Él mismo me tejió los hilos, hizo el trabajo por mí, se relacionó con actrices, con toreros, con futbolistas, con políticos y fue cuestión de decir «qué hago con todo esto». Debía ser una novela», explica.
Rius Caso, ensayista, historiador, crítico y curador especializado en arte moderno y contemporáneo, es hijo de español. Su abuelo era refugiado de la causa republicana y su abuela monárquica. Siguió al esposo por amor, pero en su casa estaba prohibido hablar de Franco o de política. En su obra recreó los recuerdos y los usó para darle color a sus historias, como sucedió con la comida española que tan bien conoció de niño y de la cual diserta en algunos pasajes del libro. «En el proceso de investigación Gallostra me fue diciendo. De pronto la novela cobró vida y me fue llevando por sí sola. Como a la cuarta parte hice un alto y dije: «Tengo que definir el final porque si no me voy a perder». Hice como tres mapas y el mural lo dibujé para no hacerme bolas», revela.
Placer de la lectura aparte, El espía de Franco retrata al México que fue capital mundial del antifranquismo y desvela cómo desde el país se planearon intentos de asesinatos de Franco. «La investigación fue larga pero me apasionó tanto que no me importó pagarme tres días más en un hotel de Madrid para ver si me daban la entrada a tal archivo. El proceso de escritura y de darme las licencias para imaginar me enloqueció, me encantó. Es lo que más me ha gustado en términos de escritura en mi vida», asegura.
La novela es un documento testigo de la vida de los exiliados españoles, recibidos en México con los brazos abiertos. Rius Caso reconoce que hay una parte de la sociedad española agradecida con los latinoamericanos, pero no todos mostraron el mismo cariño. «Si bien pasan cosas (muestras de solidaridad) algunos tienen problemas de memoria. Hay una parte española clasista que nos llama «sudacas», es el español que evolucionó poco. No quisiera abundar en eso, pero no es recíproco ni mucho menos»
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