La farmacéutica y criminóloga Marisol Donis hace en este libro un repaso al casi medio centenar de crímenes cometidos por mujeres que usaron la más silenciosa de las armas: el veneno. Un libro, pues, que nos hará desconfiar de las bebidas que no nos sirvamos nosotros mismos.
En este making of Marisol Donis explica de dónde sale su libro Envenenadoras (Alrevés).
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Cuando estudiaba Criminología en la Universidad Complutense de Madrid, al tiempo que mi hija comenzaba sus estudios de Derecho, uno de mis profesores preferidos, el psiquiatra forense García Andrade, me comentó: «Así que eres farmacéutica, has cambiado el estudio de los venenos por el estudio de los envenenamientos. Escribe sobre ello». Ahí empezó todo.
Primer día, visita a la Biblioteca Nacional. Quería consultar un libro de Plinio el Viejo. Tuve que reservar dos pupitres, el mío y el del libro frente a mí, porque medía 50 cm de largo e invadía el espacio de la parte opuesta. Lo leí de pie.
Me apasionó todo lo relativo a las solanáceas, en especial la belladona, el beleño y la mandrágora. Las bayas exprimidas de belladona eran empleadas por las damas romanas en la Antigüedad para cuidar la piel. La mandrágora es una planta mágica con una raíz que parece un ser humano y que, según dice el mito, cuando se arranca de la tierra emite un llanto agudo, como el de un bebé.
El opio está presente en ceremonias místico-religiosas como los misterios de Eleusis, con Perséfone y Deméter… Historias por las que jamás había mostrado interés, me tenían atrapada. Hasta La Odisea me resultó más llevadera cuando supe que Helena añadía al vino lo que llamaban nephentes, que no era otra cosa que opio.
El mundo de los venenos es apasionante y por ello dedico medio libro a su estudio. Pasito a pasito llegó la investigación a la segunda parte del libro: las mujeres que se valieron del veneno para acabar con la vida de quienes estorbaban.
Fue alucinante. En el siglo XIX las mujeres envenenaban con pinturas al óleo, polvos de vidrio, cerillas, tiras de papel atrapamoscas. En el siglo XX lo hacían con barbitúricos, tóxicos tradicionales, puntas de alfiler… Ya lo dijo Paracelso en el siglo XV: «Todo es veneno, nada es veneno; depende de la dosis».
Conseguir las sentencias fue mi particular odisea. Repertorio de jurisprudencia Aranzadi, que es buscar una aguja en un pajar. Consultas asiduas a la Biblioteca de Instituciones Penitenciarias con el debido permiso en regla. Horas y horas de trabajo durante dos años. Visitas a poblaciones cercanas a Madrid, donde se había cometido algún envenenamiento, con resultado nulo para la investigación bien porque no soltaban prenda los vecinos, o bien porque hablaban tanto y mal que no podía publicarse.
El libro se editó en el año 2002 y solo conté historias de envenenadoras españolas.
Ahora, veintitrés años después, en febrero de 2025, editorial Alrevés reedita la versión revisada y aumentada, con historias de envenenadoras españolas y extranjeras.
¿Matan igual? ¿Emplean los mismos venenos? ¿Cambian los motivos?
Matan igual, emplean lo que tienen a mano. Solo que, en Francia, Italia o Bélgica, entre otros países, hay cierta preferencia por los seguros de vida y heredar a su víctima.
Otra diferencia: la sociedad reacciona de manera distinta. En algunos países, antes de la abolición de la pena de muerte había más respeto por la que iba a ser ejecutada. Nada de verbenas o elementos innecesarios que buscan denigrar y humillar a la rea en el momento de la ejecución.
Me llamó la atención un caso del siglo XIX en el que la condenada recibía en prisión cartas de admiradores que pretendían contraer matrimonio con ella.
Conclusiones: hay algo en común en todas ellas, envenenan con lo que tienen a mano.
¿Le apetece un cafetito, un caldito? NO, gracias.
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Autora: Marisol Donis. Título: Envenenadoras. Editorial: Alrevés. Venta: Todos tus libros.
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