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El golfo de Donald

El presidente Donald Trump quiere presumir de golfo. Quizá lo pudiera haber hecho hace muchos años, en esa juventud suya en la que hizo buenas migas con gente como Jeffrey Epstein y la guapa y tormentosa, nunca mejor dicho, Stormy Daniels. Pero ahora va a ser que no, aunque siga yendo por la vida de chulo y haya vuelto a la Casa Blanca para ensuciarlo todo. Y es que la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum le ha salido al paso cuando, en su megalomanía, the Donald tuvo la ocurrencia de sugerir que se le cambiara el nombre al Golfo de México y se sustituyera por the Gulf of America. Una patochada de las suyas, pues. Así que doña Claudia, tirando de ironía y en una actitud que ya la quisiéramos los propios mexicanos para asuntos como el de la cultura, se plantó en su rueda de prensa mañanera y ante un mapa del siglo XVII propuso, apelando a la Historia con mayúsculas y en honor a la verdad, porque esos territorios fueron mexicanos antes que gringos, que ya que estábamos por qué no mejor llamábamos a un buen cacho del territorio estadounidense como entonces: «la América mexicana». «Se oye bonito, ¿no?», reviró la mandataria imitando la muletilla de Trump, quien había dicho que su propuesta sonaba bien. Con la proyección de dicho mapa de 1607, donde aparecía el territorio del norte de México y de parte de Estados Unidos mezclados, la presidenta Sheinbaum, sin esperar a ser cuestionada por la prensa, lanzó su contrapropuesta, consciente de que desde esa época se designaban esos territorios como la América mexicana. Sheinbaum, además, recordó que el Golfo de México es reconocido y ha sido registrado como tal por instituciones internacionales como la Organización de Naciones Unidas, nada menos. Más tarde, doña Claudia pidió al historiador y asesor gubernamental José Alfonso Suárez del Real, que explicara los orígenes del nombre del Golfo de México, y el experto señaló que desde el siglo XVII “entre la Florida y Yucatán se reconoce al Golfo mexicano como un punto náutico fundamental para la navegación», y que el nombre de «América mexicana» existe incluso antes de que el primer grupo de peregrinos llegara a poblar Virginia; es decir, a finales de 1607″. Como puede comprobar cualquier guiri, el Golfo de México es una región marítima que forma parte del océano Atlántico; se ubica al este del territorio mexicano, junto a los Estados de Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Campeche y Yucatán; en territorio estadounidense, el golfo moja las costas de Texas, Luisiana, Alabama, Misisipi y Florida; se ubica al noroeste de Cuba y al oeste de las Bahamas. México y Estados Unidos comparten acuerdos sobre los límites de este territorio marítimo, para la navegación y las actividades económicas, lúdicas o lo que haga falta, en los 1,6 millones de kilómetros cuadrados de su superficie total. Una curiosidad: allá por 1508 Sebastián de Ocampo, un explorador español que navegó alrededor de Cuba, anunció que hacia el oeste había un gran golfo, y la zona permaneció sin nombre hasta 1540, siendo denominado por algunos navegantes simplemente como «Seno Mexicano», aludiendo a la cavidad que representa en un mapa. A partir de entonces, en algunos mapas y documentos comenzó a ser reconocido como «Golfo de Nueva España» y «Golfo de México», y con el paso del tiempo los exploradores europeos que continuaron mapeando diferentes partes del continente americano consolidaron su topónimo: Golfo de México. Así que no se trata de cambiar nombres solo porque a un presidente gringo le haya punzado la cabeza con una brillante tontería y salga con que quiere rebautizar ciertos lugares del planeta, porque todos sabemos que en esta cuestión the Donald lo hace solo por chingar. Eso sí, en este asunto el único golfo de América es él.

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