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El Heavy del Bigotón y el Efecto Coriolis

El Heavy del Bigotón y el Efecto Coriolis

“La zorra fue hacia el convento
un salto y ya estaba adentro
—No es este lugar para zorras —gritó el abad
—No fastidie, padre, que soy mayor de edad”

Canción: The Abbot and the Fox”
Álbum: The Curse of Abraham Folk Helsing (1975)

Cuando fundamentalistas cristianos acusaron a la banda Styx de incluir mensajes satánicos en “Snowblind” (precisamente una composición antidrogas), el grupo, indignado, alegó que bastante les costaba crear canciones al derecho como para encima componerlas al revés. Como consecuencia, en su siguiente LP, a modo de burla, al reproducir “Heavy Metal Poisoning” a la inversa, se oye “Annuit Cœptis Novus Ordo Seclorum”; frase que quizá suene satánica pero que es simplemente el texto que aparece en el sello de USA e impreso en los billetes de dólar. Dicen que esta chanza fue idea del Heavy del Bigotón, quién ya vivió algo similar en Australia en 1977.

Ese año, Ken Ham, creacionista australiano, le daba vueltas a cómo conjugar el hecho para él histórico e irrefutable del Diluvio Universal con la existencia de canguros en Oceanía, y se debatía entre dos teorías: o bien una pareja de marsupiales había viajado hasta Oriente Medio para subirse al arca de Noé y salvar su especie antes de que empezara el castigo divino, o bien el origen de los canguros estaba en Tierra Santa. Debatiéndose entre cual de las dos hipótesis podría resultar más plausible, se puso un single del Heavy del Bigotón, “The Abbot and the Fox”, y le saltaron todas las alarmas. Dos días después acusó al mostachudo rockero de pervertir las mentes de sus seguidores mediante mensajes subliminales, cosa que iba a demostrar en un programa de televisión de máxima audiencia y le retaba a que estuviera presente. Y hacia allí voló nuestro heavy, acompañado de su mascota: Trevor, un simpático conejo. Eso le provocó ciertos problemas en la aduana pero pudo llegar a tiempo al plató, donde una orquesta interpretaba una versión jazz lounge del tema que iba a protagonizar el prime time televisivo de ese día. Ken Ham, enardecido, proclamaba que el rock era un invento de Satán, el arzobispo de Sidney, que estaba allí como tertuliano, asentía y daba cuenta de los últimos canapés mientras que el Bigotón era abucheado tras recordar el origen carcelario de los blancos de ese país. Hasta que llegó el momento tan esperado y Ham sacó el vinilo de su funda y lo pinchó con la aguja del tocadiscos mientras decía con una voz excesivamente engolada :

—Atento, querido público, el que se encuentra en este estudio y el que se encuentra en sus hogares, atentos a lo que van a escuchar: primero haremos girar el vinilo en el sentido contrario al de las agujas del reloj y luego haremos el movimiento inverso.

El Heavy, mientras le robaba la última tostada de salmón al arzobispo, que estuvo a punto de excomulgarlo allí mismo, resopló: no acababa de entender el problema que había al escuchar al revés el estribillo “Dábale arroz a la zorra el abad”, pero esa publicidad gratuita le iba a venir de perlas.

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