El Heavy del Bigotón estaba en su puesto de merchandising ataviado con peluca y gafas de sol para no ser reconocido por sus fans y que no descubrieran que era él quien vendía sus propios productos; en pocos minutos había pasado de ser un ídolo del rock sobre el escenario a un humilde tendero tras el mostrador.
—Para que luego los críticos digan que no soy polifacético —pensó en voz alta.
—¿Disculpa?
—No, nada, aquí tienes tu cera para el cuidado del bigote: 15 euros.
Su último LP había convencido a crítica y público, lo cual, algo muy actual, lamentablemente no se tradujo en ventas; además tuvo la mala suerte de estrenar su clip promocional, para el que había contado con los mejores medios y mejores profesionales, el mismo día en que una cantante subía un video comentando sus cuitas con su ex, futbolista para más señas, en forma de rimas fáciles y juegos de palabras tan mediocres como la base musical de fondo: por supuesto esto eclipsó a todo lo que intentara promocionarse durante esos días. La fortuna, sin embargo, llegó por el lado más inesperado, cuando un famoso influencer hizo una publicación en TikTok donde, a la hora de organizar una de sus famosas meriendas retro, usó la Yogurtera del Heavy del Bigotón, y eso desató la locura por adquirir dicho producto.
La gira por la península Ibérica no estaba yendo mal, pero se había visto obligado a telonear a su propio grupo tributo, Los Mostachones de Utrera, que versionaba sus temas en un estilo mezcolanza de rumba y trap.
—Has de entenderlo —le dijeron desde la discográfica —ese puntito canalla que le dan los utreranos a tus temas es lo que triunfa ahora. Además, sí eres el telonero, tus seguidores, que ya suelen tener una edad, podrán irse antes a casa a dormir. Estamos en el siglo XXI, ¿para qué tanto alarde vocal teniendo autotune? ¿A quién le interesa la autoría teniendo el reciclaje? Pero vamos, que no sé por qué me enrollo: tú serás el telonero por cojones, porque si no los próximos discos del Heavy del Bigotón los vamos a hacer nosotros con una IA.
Los Mostachones resultaron ser, eso sí, unos chavales muy majos y le dieron la afortunada idea de publicar su nuevo disco también en casete y venderlo en antiguos expositores de cintas de gasolinera: eso, publicitado como una experiencia de viaje al pasado, propulsó por fin al disco en las listas de éxito, aunque fuera en un formato ahora inusual.
Y sobre estas cosas seguía pensando mientras hacía caja y recogía vinilos, tazas, camisetas, chapas y toda su gama de productos. Con sus más y sus menos (nunca reconocería esos “menos” en público) podía seguir viviendo de su pasión: su vida era solo rock’n’roll… pero le gustaba.
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